jueves, 21 de junio de 2012

EL HOMBRE INVISIBLE – EL PRIMER SUPERVILLANO

Un ejemplar del libro comentado. Ya
estamos con el asunto de las portadas
y la ciencia ficción: o sea, birria
Tal vez no sea el epígrafe correcto; quizás antes de GRIFFIN, el enajenado protagonista de esta novela de H.G. WELLS, hubiera otro personaje, quizás de JULES VERNE, más digno del epíteto. Aunque EL CAPITÁN  NEMO, por citar uno, navega más en esa ambigüedad que podría etiquetarle de antihéroe mejor que de supervillano. Pero como estamos acostumbrados a los elevados delirios hedonistas de los psicópatas de ficción que adquieren poderes que descabalan aún más su inestable cordura, sin duda el Hombre Invisible es el primer supervillano. ¿No pretendía gobernar el mundo, ser emperador de un extraño reino de gente acechando en la transparencia absoluta para cometer regicidios y otros crímenes de notables titulares?
También Wells retrata una Sociedad, la victoriana, que vivía muellemente en una cautividad de costumbres que hacían infalible su confianza en la inmutabilidad del futuro, apenas distinto de su presente. Escribe sobre un pueblo cabal, pragmático hasta la abulia, que reacciona mal, tarde, sin términos adecuados (sobre todo, porque no existían) para explicar la irrupción vehemente del siglo XX en su sala de estar.
H.G. WELLS con risueña expresión. Si
viera el dibujo de portada del libro...
Relata, como crónica periodística, homenajeando a la profesión que con esfuerzo fue granjeándole fama y créditos para sacarlo de la profunda miseria que lo tiroteó con la tuberculosis, las andanzas de un fosco forastero que aterriza durante una nevada en un apacible y tradicional pueblo inglés, al cual no tiene cosa mejor que ofrecerle que sus malos modos.
Con El Hombre Invisible, Wells estaba ya alertando sobre los peligros inherentes de la HI/TECH. Cierto que ésta se orienta hacia nuestra comodidad, a facilitarnos la vida y el ocio (ahí hay peligro; porque cuando el Diablo no tiene qué hacer…), pero posee un Reverso Tenebroso capaz de acarrear nuestra destrucción. Verne plasmaba, en sus más conocidas novelas, un concepto de La Máquina (más que del Progreso) que hacía indiscutible la superioridad del Operador. El Vapor y la Electricidad eran nuestros genios obedientes; semejaban nuevos continentes donde el imperialismo colonialista del Cristiano Hombre Blanco era indiscutible e inevitable.
La primera (creo que es) adaptación
del clásico al cine. No sólo CLAUDE
RAINS era invisible: echaba rayos
por los ojos también
Para Wells, empero, La Máquina era engañosa sierva del Hombre. Y Griffin lo establece cuando relata a KEMP la singular odisea que lleva vivida y cómo su misma existencia fue avinagrándose debido a una serie de circunstancias que también podían alimentar un ego proclive al rencor por naturaleza. (Otro síntoma típico del supervillano usual.) Griffin ‘tripula’ una Máquina, la invisibilidad, que le otorga facultades formidables que ceban su engreimiento.
Pero la Máquina lo domina verdaderamente a él. Deteriora su mente, hace que su humor oscile de la euforia triunfalista genocida a arrojarlo sin tránsito a una miserable depresión caracterizada por arrebatos de cólera incontrolable. Parte de Griffin (que aflora mientras agoniza, el auténtico y confuso Griffin) comprende que pudo canjear una serie de sencillas, pero buenas, cualidades, por un poder monstruoso que lo aliena del mundo y no es tan magnífico como esperaba. Es esclavo de una facultad prodigiosa que actúa más como un parásito, pues necesita nutrirse de él para subsistir, anulándole poco a poco, y dando a cambio magro beneficio.
Y la última que vi al respecto del tema,
aunque mejor debería haberse titulado
EL TERMINATOR SIN SOMBRA.
KEVIN BACON no muere ni de coña
Si no, ¿a qué tanto intento de desprenderse de un poder que anhelosamente procuró tener durante años, enconándolo en la obsesión de conseguirlo, a coste de volverlo un profundo ser antisocial? Comprendía qué onerosas pérdidas reportaba. Mas insistía.
Hubiera sido interesante experimento ofrecer a Verne y Wells desarrollar esta idea. Al mismo tiempo. Y publicar los libros simultáneamente, comparándolos. Sospecho que Verne habría escrito una épica triunfalista (como yo), en que el Hombre Invisible se convertía en suerte de superhéroe que frustrara una Amenaza Maestra, siendo al final condecorado por la Reina Victoria.
Wells profundizó en la secuela social-psicológica, apartando al Hombre Invisible (entidad per se, distinto al albino investigador Griffin) de las tumultuosas sagas de acción o la destrucción de las conjuras hechas en siniestras guaridas donde fuese a fisgar, prendiendo manojos de anarquistas revolucionarios. Wells estudia el estupefacto impacto que tamaña Novedad causa en una población para la cual la Rutina es la Ley. Y lo hace mediante una galería de personajes costumbristas que, a su vez, son el Costumbrismo en carne y hueso.
Y SAM RAIMI no podía eludir el
homenaje al clásico de ninguna forma,
en esta que se consideró el
BATMAN
(de TIM BURTON) apócrifo
Dos de estos personajes destacan entre el variado elenco que Wells describe de un modo familiar, tenderos o funcionarios que cita como conocidos nuestros. Primero está Kemp, el médico que sugiere ser borrador del anónimo narrador de LA GUERRA DE LOS MUNDOS (que pienso es Wells) y ejemplo del burgués victoriano convencido de que el Cosmos sigue una pauta establecida en Berna por algún prestigioso relojero, y que nada puede/debe interrumpir el circuito.
Kemp es de roca de escepticismo. Pronto repara en la demencia paranoica de Griffin. Pero no ve en la invisibilidad un potencial. Ni durante un instante lo seducen sus posibilidades. Está más dispuesto a lapidar el Hallazgo (por esa férrea necesidad de mantener un Orden Inmutable de las Cosas) que a explotarlo. Su ramplona visión es la que liquida al Hombre Invisible y frustra sus estrafalarios planes de grandeza, no la paliza que recibe.
Luego está el obtuso sidekick que el Hombre Invisible se busca, THOMAS MARVEL, el vagabundo que roba sus libros con la poderosa fórmula dentro. Marvel es Pura Ironía Cósmica, propia del tebeo. Wells lo pinta como la ignorancia viviente. Tan ínfimo que ya no le inquieta poder abandonar el arroyo. A su lado sitúa a Griffin, una cumbre deslumbrante de inteligencia (que no necesariamente de cultura), para que podamos apreciar el dramático y pasmoso contraste, rematado por el que sea este “cacho carne” bautizado, medroso y desaliñado sujeto, quien ‘hereda’ un Hallazgo que, en otras manos, Dios sabría qué fin podría tener.
Y, en la misma línea, ALAN MOORE lo incorporó a su
LIGA DE EXTRAORDINARIOS CABALLEROS
Marvel es una especie de mecanismo de seguridad de la Divina Providencia, una idea sorprendente que Wells nos lanza, la de que, al final, todo irá bien. Puede parecer lo contrario, pero Dios nos vigila y aún nos cuida. Un Thomas Marvel cualquiera robará el Arma Definitiva y la ocultará bajo su anodina apariencia ignorante, salvándonos de este modo inusitado.
Desconcertante concepto, extraña suerte de fe, procedente de un ateo, ¿verdad?
Vuestro Scriptor.
También en: http://spnkgirl.blogspot.com.es/

Documentación adjunta: