lunes, 25 de junio de 2012

LAS AVENTURAS DE FORD FAIRLANE — INCREÍBLEBLE

Artístico afiche foráneo. Por cierto, en la
V.O., ANDREW DICE CLAY, FORD
FAIRLANE, es mucho más borde
Supremo peliculón de culto, este filme de RENNY HARLIN se centra, como ninguno otro quizás, en mostrar descarnadamente qué ocultan los bastidores del glamour que rodea el ámbito de la música, cómo la industria fermenta en cubetas ídolos de escasa entidad en respuesta a una presunta demanda de determinado público. Para los cínicos desconfiados como vuestro Scriptor, Las aventuras de Ford Fairlane es la vara de medir indispensable de este mundo. Espero convenceros para adquirirla.
Desarrollando un concepto de REX WEINER (uno de los artífices de CORRUPCIÓN EN MIAMI, si no yerro), Harlin pone en pantalla de plata a un exuberante ANDREW DICE CLAY (políticamente incorrecto y polémico; o sea, auténtico) que destaca de la bufonesca masa de secundarios de tebeo que lo rodean (ED O´NEILL, como el TENIENTE “CHORRA” AMOS) por su corrosivo humor y descreimiento.
Fotograma donde podemos ver a RENNY HARLIN y a
Ford en su acostumbrada pose de "¿Y estas prisas?"
Ford (nos permite intuir varios apuntes ‘biográficos’ que hace él en voz off) ha conocido con absoluta fidelidad el cenagal donde reposa la industria musical. Ha visto qué tapa el oropel, socarrándolo. Sin embargo, su pasión por la música es demasiado intensa, y quizás aún pura, como para dejarla en la estacada, con los viles y los viciosos.
Por tanto, merodea en torno a camerinos y escenarios como detective rockanrrolero. No se permite ir más allá, evitando así ser fagocitado por un monstruo sin entrañas listo a exprimirlo sin complejos. Ford llegó al negocio desde una ingenua aproximación positivista, ilusionada (como sugiere la foto promocional junto a JOHNNY CRUNCH —GILBERT GOTTFRIED—), y, en algún momento, la farándula le mostró, con postura putesca, sus entretelas, y eso pudo con Ford. Huyó, desencantado, transformándose en un recipiente de la pureza que, estima, debe contener todo músico.
Empieza la movida: JOHNNY CRUCH (GILBERT
GOTTFRIED) le encarga que localice a ZUZÚ PÉTALOS
Éste debe ser alguien (con independencia de su sexo) que esté por la labor. Tenga voz y repertorio. Talento. Que sea más que un objeto ‘carismático’ fabricado “en atención a”, cuando, en realidad, se hace tal cantante pensando modificar ideas y modas juveniles.
Lo vemos en KYLE TROY (CODY JARRET), quien el despiadado aunque ladino JULIAN GRENDEL (WAYNE NEWTON) moldea con marketing agresivo a fin de “proporcionar a las quinceañeras una cubierta de CD con que correrse”. Esta frase procaz encierra una verdad completa y devastadora. Y lo peor: universal. Se puede aplicar a la programación televisiva, que rebosa de tales Kyle Troy. Y, para  asombro, la mayoría de los espectadores los consumen ávidos de esa dosis de vacuidad.
Ford no puede escapar a la rencorosa vigilancia del
TENIENTE AMOS (ED O´NEILL), quien se la tiene
jurada de su época de discotequero Década 70
Ford procede de un mundo/momento en que la profesión había que currársela. Actuaciones en tugurios, giras extenuantes en autobús, una constante escalada hacia el top ten del BILLBOARD compitiendo con otros talentos feroces no menos esforzados. Al contemplar a Kyle Troy, apenas una carita atractiva con una cantidad mínima-nimia de habilidad, esgrime su desprecio por una industria que prostituye el don sin piedad y por un público adocenado que ingiere esta grasa sin siquiera degustarla. No es algo personal contra Kyle Troy, persona, pero sí por lo que representa.
Y más gente interesada en Zuzú, como demuestra
COLLEN SUTTON (PRISCILLA PRESLEY), en su visita
al hogar del detective ronckanrrolero
Las aventuras de Ford Fairlane, presunto noir detectivesco en clave de comedia, debe contemplarse como la luz que abrasa según alumbra. Una vez asumes su cítrico mensaje, y consigues transportarlo a otros ámbitos del espectáculo, con incomparable claridad ves cómo nos timan los medios. La ‘Verdad Ford Fairlane’ permite apreciar qué limitado es el aparato intelectual de la masa en estos temas, además. (Bueno, la masa suele meternos en estupendos líos. Luego culpan a “la masa” del estropicio generado. —La cosa es obviar responsabilidades—.)
Nuestra TV es una gigantesca Babilonia que ha sabido pulsar el morbo del colectivo brindándole alternativamente placer o dolor, creando o retirando ciertos espacios. Lo que pone en ON a la multitud es una sarta de programas, cocidos con artera habilidad, donde un casting de actores y actrices en paro (no personas auténticas, como cacarea la Propaganda) habitan una casa donde cuentan a la gente lo que un guión, de ínfima calidad, cree estimulante, por irracional que sea. Al personal le ponen las mentiras.
JULIAN GRENDEL (WAYNE NEWTON) decide recurrir a
Ford cuando sospecha que están estafando a su poderoso
sello discográfico. Ford le presenta a su encantadora y
competente asistente, JAZZ (LAUREN HOLLY)
Es una TV basada en alentar bajas pasiones porque se nutre de lo peor de nosotros. En algún momento, ignoro cuándo, la Calidad abandonó transformándose en Ford Fairlane, entregado (¿por qué no?) a los clubes, las risas y los bugas. Y las chicas, para enojo de JAZZ (LAUREN HOLLY). Y lo soez e inmaduro se adueñó de casi todo. Las Sesudas Eminencias Intelectuales (el “Comité de Sabios” que iba a brindarnos una programación de elite, ¿lo recordáis?) difaman la TV llamándola de todo. (Si analizaran otros espectáculos, ¿qué opinarían?) Y, vale, ahora mismo estoy criticándola, pero sé que esta TV es resultado del escaso buen gusto del espectador.
Hallar a Zuzú supone para Ford un desagradable logro;
no cesa de encadenar explosiones
Esos Sabios remolonean a la hora de admitirlo. No dicen: Pero ¿por qué tenemos este putiferio de corraleras y maricones sacralizados dominando la parrilla en horas punta? Porque vosotros no dais para más. ¿Qué temen? Nuestra TV es la más gráfica plasmación de qué colosal fracaso es la Humanidad en su conjunto. Ese medio nos permite acceder a una esfera cultural y educativa como jamás antes hubo, mas impera en él la zafiedad vocinglera teatralizada.
En la música, el cine, ocurre exactamente igual. Construyen ídolos que endiosamos (porque el Hombre debe creer en algo superior; aun los ateos tienen fe en No-Dios) y a los que negamos toda tacha. Luego, un listo publica fotos comprometedoras o divulga grabaciones tendenciosas y nos arruina el mito, ajá, sí, pero pronto renovamos nuestra fe necesitados de algo/alguien que venerar.
Todo esto cambia cuando la Verdad Ford Fairlane está contigo. Te enseña a desconfiar de los Perfectos Ídolos Prefabricados y te quedas con los que ya conoces, porque han probado (y de sobras) que son verdaderos luchadores rebosantes de talento.
Los clubes, las risas, los bugas, las chicas...
Ford termina, rico y triundante, este caso
Evidencia de qué huecos están esos jóvenes ‘iconos’ manufacturados está en la pertinaz insistencia de las radiofórmulas por los Inmortales de Década 80. Su programación la sustenta gente que debió ser relevada honrosamente hace al menos veinte años. Y ahí siguen: ilusionándolos, porque los nuevos chicos del bloque son deleznables.
Adelante, atrévete con Ford, mano a mano, hombre a hombre, ¡puño a puño! Aguanta cada asalto de su irónico carácter y su engreimiento de tebeo. Aprende sus caminos y el gusto por la calidad jamás te abandonará.
Vuestro Scriptor.
También en: http://spnkgirl.blogspot.com.es/