domingo, 17 de enero de 2016

LA MÁQUINA DEL JUICIO FINAL Y PHILIP K. DICK

Ajada cubierta de la novela. Poco
podía imaginar entonces su autor
qué 'revuelo' originaría el relato
Antes (creo) que CARL SAGAN y RICHARD TURCO difundieran la aterradora teoría de la Mutua Extinción Asegurada mediante el Invierno Nuclear, la Máquina del Juicio Final preconizada por VLADIMIR A. ALEXANDROV, Philip K. Dick la delineó ya en ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS?

No al modo desolador y letal como esos científicos lo describen, sino estableciendo la analogía del polvo, comparable con una notable secuela del Invierno Nuclear: la nieve.

Recordemos: RICK DECKARD, cazarrecompensas del SFPD, persigue ‘andrillos’ fugados de Marte (tras cometer asesinato) por la San Francisco nublada y silenciosa, víctima de eventuales flagelos radiactivos que se incrementan según soplen los céfiros caprichosos y la hora. El alto cielo, empañado por el humo arrastrado por todos los vientos, es pantalla opaca. Obstaculiza el brillo solar, dando al mediodía estival aspecto de crepúsculo invernal.

En un intercambio nuclear (aun limitado), los incendios generarían copiosas masas de humo, hollín y pirotoxinas que, inyectados en la atmósfera, la ensombrecerían gradualmente. La oscuridad aportaría un glacial descenso de las temperaturas, provocando nevadas, ‘nieve negra’ impregnada de partículas radiactivas que terminarían incrustadas, largo tiempo, en cuanto podamos suponer.

PHILIP K. DICK, quizás por la época de redacción de
esta novela. Adicto con delirios de persecución
La Humanidad, ya brutalmente castigada por la guerra termonuclear y sus inmediatas secuelas de histeria, vandalismo y caos, empezaría a morir por acción de un asesino silencioso e invisible, cuya labor constante tardaría milenios en decaer.

Bueno. La ficción, gráfica o filmada, ha regalado “ejemplos” más o menos brillantes, o recordados, de supervivientes al Máximo Estrago. La cruda verdad les dificulta las cosas, sin embargo. Y la radiación degeneraría el ADN, no otorgaría superpoderes.

El resultado de una guerra nuclear es vívidamente similar al que describe Dick. Soslaya el frío, curiosamente, consecuencia lógica anotada en LA CARRETERA. Mas el polvo omnipresente sustituye a la nieve, haciendo notable el relato. Y es importante, sobre todo por la época de aparición de la narración. Veréis:

Debo ser justo y admitir que su fama
procede de esta adaptación del libro.
Afiche: DREW STRUZAN
El mundo intuía (gracias a Propaganda gubernamental trufada de —voluntarias— inexactitudes y —deliberados— embustes) que una guerra nuclear era mala. Más bestia que luchada con los blockbusters de la Segunda Guerra Mundial. Pero: sus secuelas, por avasalladoras que fuesen, podrían solventarse con buen y honesto trabajo americano. Y sobre la radiación… eso lo arrastra el viento. ¿A dónde? Daba igual. Vasto es el ancho mundo y, por el camino, su poder letal acabaría desgastándose. O la limpiaría unas torrenciales lluvias. Otra vez, la realidad destroza un análisis enfatizado por un peligroso patriotismo.

Ahora entra lo importante del dato debido al año de publicación del relato. Por entonces, los baratos filmes de ROGER CORMAN sobre catástrofes mutadas debido a la radiación “explicaban” que producirían insectos gigantes, o aberraciones similares. Todo bastante digerible. Hasta plausible.

Procedían de esa Propaganda oficial, empeñada en ocultar qué barrena de cruel devastación nos exterminaría. Los hechos desmentían la existencia de una insólita situación de precariedad-y-supervivencia que devolvería temporalmente a la Humanidad a la barbarie. O el Far West. Todo terminaría arreglándose. Es ley de vida.

Que ha degenerado en todo esto. Y  más
Numerosos relatos “de supervivientes” lo “confirman”. Más secuela de los erróneos datos oficiales y aun la necesidad del autor de imprimir esperanza. Una tenebrosa y deprimente fábula sobre gente que acababa muriendo debido a la guerra nuclear (y más durante los años “fuertes” de la Amenaza Roja, cuando Norteamérica —y la OTAN por extensión— debía mostrar poderío), no sólo podía considerarse antipatriótico; también desagradaría a lectores más o menos dogmatizados por el credo anticomunista.

Dick, sin embargo, indiferente a esa nebulosa concepción antipatriótica, etc., movido por la vehemente compulsión de crear, escribe esta involuntaria oda a la Masiva Extinción Asegurada, proscenio empero del drama de un verdugo a sueldo cuya labor comienza a causarle trastornos morales al comprobar que su objetivo es cada vez más humano y menos maquinal. Considerarlos objetos era salvaguarda para proteger su paz mental. Al irla perdiendo, se entorpece su puntería.

La frontera entre lo creado y su creador se difumina. El primero nota, en sí, la influencia de la chispa de la vida que lo anima; primero, lo invita a imitar al creador, y luego, a independizarse de él. A crear también, aunque sea un look particular.

Anda que no están exprimiendo bien
algo que pudo hasta ser ignorado en
su momento de aparición
Pero ponderemos sobre la trascendencia de que Dick, drogadicto “con delirios”, con vagas nociones científicas como mucho, pudiera “predecir” nuestra extinción de modo tan novedoso para entonces. Además, la sustitución del polvo por la nieve es otra evidencia de qué potente capacidad predictiva gozan tanto la ciencia ficción como sus autores, ‘anticipados’ y ‘visionarios’ que consiguen atisbar algo del futuro, esté o no previsto. Como humanos, son falibles. Dick no previó que la permanente oscuridad nevaría los parajes, y el frío dificultaría aún más la labor de Deckard.

Philip K. Dick. Un drogata “tirado”. Sin embargo, a modo de galardón, su producción llama poderosamente la atención de Hollywood, mientras que la de otros escritores del género, más respetables, pasa desapercibida. Conviene pensar eso también.