domingo, 23 de abril de 2017

QUERIDO BILLY — …DEJA UN BONITO CADÁVER

La alegórica portada refleja la soledad
territorial donde se desarrolla la novela

y la que contienen sus protagonistas
Pocas veces encuentras una novela escrita con tal elegancia y habilidad. Percibes sus cualidades desde el primer párrafo. La pulcra elección de palabras engancha de forma irremediable. LARRY MCMURTRY, dramaturgo experimentado en la temática del Oeste, relata una “biografía” desmitificadora de BILLY EL NIÑO llena de reflexión, algo de humor y perdurables personajes perfectamente perfilados.

Querido Billy empieza como crónica salpicada de humor. Mas, conforme nos introducimos en su trama, se torna más oscura, bordeando lo siniestro. El narrador, un acomodado señor del Este, preso de una intensa fiebre por cuanto supone el indómito Oeste, que ‘vive’ a través de las ficciones de las  dime novels (la narrativa económica “de a duro” que aquí ‘acaparó’ MARCIAL LAFUENTE ESTEFANÍA), hasta el extremo de él mismo convertirse en un reputado prosista del género, termina yendo al Oeste, donde conoce a Billy antes de ser la tremebunda leyenda urbana que le imputan hoy día.

Retrata a un joven feo, menudo, desorientado. Acomete al mundo a punta de revólver porque considera es la forma correcta de tratar con él. El escritor intenta darle, en todo momento, pátina de piedad a este hosco muchacho propenso a la violencia so pretexto de su dura existencia, que careció de marcos educativos adecuados, buenas influencias que enmendasen sus pasos. En aquellas graves planicies de Nuevo Méjico cuanto tuvo fue el “haz antes de que te hagan” y la lección de que llegarás más lejos con un revólver empuñado que con una palabra amable. Con ligera incomodidad, acaba admitiendo que la maldad arraigó mejor en Billy pues ya de por sí estaba torcido al Reverso Tenebroso.

LARRY MCMURTRY, para que conste. (Este señor está ya
más mayor)
No obstante, Billy contaba con un patrón positivo: el cowboy JOE LOVELADY, hombre paciente, amable, honesto, viudo, cuyo asesinato arrancará sinceras lágrimas de consternación a nuestro Scriptor, el apasionado burgués del Este breado por las penurias de la silla de montar, los piojos y las incomodidades del indócil Oeste, lugar que le produce aun así tortuosa relación amor-ODIO. El noble ejemplo de Lovelady, por desgracia, no deja apenas huella en Billy, quien, a veces, le detesta o desprecia.

Nuestro Scriptor hace vigorosa imagen de otros personajes claves en la destrucción de Billy, la cual le convierte en glorioso mito de una época y territorios que tienen más de fantabuloso que de real. El Oeste auténtico era más fascinante que aquél que transmiten novelas o cine. Numerosas historias menudas componen un poderoso mosaico de situaciones que la ficción ha deformado hasta transformar a sujetos de sombrío historial en virtuosos colosos homéricos por mor del ansia norteamericana de competir con, y luego querer anular, la mitología universal del Viejo Continente.

Otra "del Oeste" y galardonada con
excelencia. El palmarés de McMurtry
incluye no obstante ficciones más
actuales y temáticas distintas
Pero la mayor virtud de esta novela reside en su estilo. Elegante, en efecto. Esmerado. Cuidado. Selecto vocabulario. Produce afable efecto quasibalsámico zambullirse en sus páginas, por las cuales te deslizas como acariciado. Aprecias con qué habilidad va transformando McMurtry su divertido comienzo en algo más desamable, emponzoñado por la aportación de algunos concurrentes al relato.

Rompe al fin con el mito que nos ha quedado del arisco Billy el Niño (ninguna mención al amorío que sostuvo con el ranchero JOHN TUNSTALL, reemplazado aquí por la sádica LADY CECILY) revelando el nombre del verdadero ejecutor de Billy. La bala que le mató no partió del revólver siempre citado, sino de otro aún más diestro que se han empeñado, los historiadores serios, en ocultar. Por cuestión de romance y sexo.

Hay amores que matan. Y desamores que rematan mejor, como Billy comprobó. Su muerte consigue dejar esa amarga semblanza en el paladar de nuestro narrador, similar a la que produce terminar esta agradable novela “del Oeste”.