miércoles, 21 de junio de 2017

ROAD TO SOGUETTO — ENTREGA 2

¡Episodio Dos! Esto avanza. No lo dudéis
El fulgor poderoso que podría competir con la aurora indecisa: eleva los techos de la casa. Esparce sus muros. Cuanto contenían. Negros tizones, tirabuzones de humo y llamas, esparciéndose. Harapos de carne. ¡Ha cazado un puñado de pasmas y mercs!

—Han tocado lo que no debían. O pisado donde no debían —se ufana Dama de Picas.

La efímera claridad dentro del habitáculo: desvía mi atención hacia ellos. Mi postura en el asiento posterior logra proporcionarme un momentáneo vistazo al rostro de Dama de Picas. Intuyo, entre la tensión nerviosa que la enmascara, un relente de salvaje satisfacción iluminar sus rasgos a lo Julie Strain.

Bujías está mirando hacia atrás. Veo bien su cara. Trasunta las emociones que pueblan los sesos de Dama de Picas. Coinciden nuestros ojos. Ensaya débil sonrisa. Cuan premio. Reconocimiento estilo: Buen trabajo, campeón.

Esta novela gráfica acabó teniendo más
influencia en el conjunto de la obra de lo que
al principio quise admitirme
Pero este “éxito” pertenece a los tres. Trabajamos bajo el desert sun esparciendo minas, tendiendo cables finos como hilos de pesca por el secarral, amenazados por serpientes o escorpiones, agudas agujas de las aulagas rodadoras de los westerns. El gato: colaboró dándonos apoyo moral. Nadie más: intervino.

No queríamos que forasteros, por buenos amigos que los estimáramos, supiesen del mortífero tinglado que, ahora, operaba así. La pasma, el enemigo, podía pillarlos. Sacarles en un Cuarto 101 información. Y cortar, en una incursión como ésta que hemos frustrado, los hilos tendidos entre las minas por haberlos dibujado antes en un mapa.

Debíamos vivir así. Desconfiando. ¡De todos! Recelo en permanente Nivel MAX. Cada persona: ¡traidor potencial! Estábamos paranoicos el noventa y nueve por ciento del tiempo. Dormíamos con armas no sólo en la mesilla de noche: bajo la almohada. Atrancadas las puertas. Neuróticos con las sombras movedizas tras las ventanas. Las cortinas. Cuanto imagináramos hubiera en el fondo de cada armario, gay o no.

El cuerpo acababa pagándolo, claro. Estrés. Diarrea. Insomnio. Inapetencia. Nervios. Irritación. El deseo sexual: aplazado. Poco problema en mi caso: sufro anafrodisia. Sigo acariciando al gato. Es sedante el tacto.

Acelera Dama de Picas. El desierto: un borrón. Distantes: titilan acobardadas las luces del pueblo, Buen Rey. Ella: inmediatamente orienta el aerodinámico morro del buga al Norte. Buen Rey: fijo que copado por el Poder. Colaboración USA con el PragmaSoc.

Queda camino aún hasta Montreal y los graves sucesos que
allí acontecerán. De momento, este trío deberá cruzar
poblaciones tan fantasmales como ésta...
—Veinte. Treinta quizás —anuncia Bujías. Arrincona su miedo lo bastante: como para conectar la CB. Inmediatamente: voces alteradas. De mando. Poder. Pasmas. Mercs.
—¿Qué? —Dama de Picas: lo soslaya un instante. Casi se traga el poste de una valla.
—Los que pueden haber muerto en la explosión. Imagina otro montón de heridos de distinta consideración—aclara Bujías.
—Estarán tope cabreados, entiendo… —susurra Dama de Picas. Rebasa el cercado, madera quemada por el sol, sin pintura apenas ya. Augura Bujías:
—Nos despellejarán apenas nos pillen, sólo por esto —atento a las iracundas voces.

Los faros: muestran entonces el débil trazado de una de esas carreteras de arena que unen los ranchos esparcidos por la reseca llanura tejana, empobrecidos hasta parecer las miserables fincas del otro lado del Río Grande, haciendo difícil precisar dónde de Méjico, o Tejas, podías estar. Coyotes de ojos como LED espantados. Dama de Picas: maniobra centrándose en esta carretera. Parece triplicar nuestra velocidad entonces.