miércoles, 26 de julio de 2017

ROAD TO SOGUETTO — ENTREGA 7

Séptimo capítulo. Las complicaciones parecen dispuestas a
ir resolviéndose
—¡Para, Dama! ¡Frena, por Dios!
Dama de Picas: creo aplasta el pedal poniendo su peso entero en él. Dibuja larga estela de arena marcada por las ruedas que asustan a las cacatúas. Polvareda inmensa. El Relámpago Rojo: queda terciado en medio de la carretera de tierra apisonada.
—Retrocede. Fíjate.
Reversa, obedeciendo las ansiosas palabras de Bujías. También me ha contagiado de su estado de ánimo. Tal como el siamés: me pongo a mirar hacia donde creo que él ha visto algo
(Dios, que no sean pasmas, el enemigo, o los mercs de HomeCorp IG)
Los exteriores de este relato fueron
rodados donde esta película
procurando divisarlo. Por la paz de mi alma, especialmente. Soslayo a Bujías. Contempla algo que la noche hace una masa angulosa con una de esas linternas que matan insectos en la puerta, iluminando un poco el porche con su vaho luminoso.
Una Jonathan Kent. Forzando un poco mi memoria, reconozco la pickup. La vimos antes. Nos cruzamos con ella en la carretera el día que diagnosticaron el tumor al gato. Ese que le curé. Así que venía de aquí.
—Es la misma —exhalo.
—¿Qué? —Dama de Picas examina el vehículo junto a la casa de aspecto empobrecido. Como si fuese parte de la Historia que atrapó a John Dillinger por condados similares.
—Nos cruzamos esa Jonathan Kent el día que diagnosticaron el tumor al gato. La de color rojo desvaído —explico.
—Me acuerdo —Dama de Picas se pone, adivino, a carburar cómo esa máquina puede ayudarnos en lo que pretendemos—. Debe bastar hasta que cambiemos de vehículo. Sí. Ajá. ¡Buen trabajo, Bujías!
El elogio le mueve la cabeza un poco, aureolándole de leve vanagloria. Dama de Picas: maniobra hasta situar el Relámpago Rojo dentro del depauperado y polvoriento patio como si fuese un escualo precavido tratando de morder bien en el último momento. Un álamo muere según se contorsiona junto a un pequeño parque infantil que da grima.
—Es una casa tan abandonada que su dueño podría dedicarse a arrancarle la piel a los autoestopistas que recogiera por ahí —emito mirando las ventanas oscuras que distinguen la fachada de madera. Más pintura descamada. Abandono. Desidia. Pobreza.
Hice reciente reseña de este tonto filme
—Espera aquí —me instruye Dama de Picas—. Venga, Bujías. Haz magia.
Bujías: experto abriendo cerraduras. Poniendo motores a punto. Cruzando cables que nos permitan arrancarlo con mínimo-nimio esfuerzo. Se deslizan los adultos fuera del Relámpago Rojo: al ralentí. El gato: maúlla. Lo acaricio. Le susurro palabras dulces. Espío la casa. Ventanas que siguen a oscuras.
Tengo a mano mi calibre por si alguien pretendiera causar problemas. Somos un equipo. Más compacto de lo que la disidencia de antes pudiera permitir sospechar. Los unos dependemos de los otros. Simbiosis en Nivel MAX. Colaboración en ON. Sin espacio para los egos egoístas.
Dama de Picas: vigila también. Bujías, como ha pedido la dominatrix: hace magia.