jueves, 20 de noviembre de 2014

300 — POR FRANK MILLER

Cubierta de la novela gráfica, edición española, apaisada.
Numerosas veces reeditada. (Me honra confesar que fui de
los que lo compraron recién salida).
Peazo tebeo que los
mamarrachos envidiosos no saben disfrutar
Tomándose ‘licencias creativas’, Frank Miller recrea la intensa y dramática gesta histórica de las Termópilas. Recordemos: un puñado de valientes y decididos griegos, formando una alianza un tanto provisional y casual, contiene a la poderosa fuerza invasora persa. Oleada incesante de guerreros de todas las naciones vasallas persas que, en lo más angosto del camino, estrellaron sus legiones, hasta entonces invictas, contra un parapeto de lanzas y hombres obstinados.

La línea de Miller, poco… “académica”, sin embargo tiene capacidad para cautivar y embrujar. Sabe situar magistralmente el encuadre. Puede mover sus figuras, en persecución del impacto, de forma idéntica al mejor cine de acción. Logra remarcar qué evento narra mediante su dibujo.

Estimo 300 la obra cumbre de FRANK MILLER. Y  lección
de cómo construir una fantástica y perdurable historieta
Aquí, con sesgo de obra personal ampliamente acariciada, proyecto íntimo largo tiempo planificado, y por tanto, recipiente de numerosas querencias, Miller, a quien los tipos fascistoides se le dan de puta madre magistral, se empeña en retratar unos espartanos culturistas/nudistas que, a pecho descubierto, arriesgan la vida ante hordas blindadas que emplean flechas y metal cortante para abatirlos.

Muestra (casi) en cueros a los lacedemonios como sigul de pureza e inocencia, de fe a ideales prístinos muy alejados de la corrupción, moral o material, que adorna al persa, cubierto con ricos ropajes y oropel vario. Al espartano le basta su sencillo taparrabos y capa encarnada. Contiene en sí un temple y ética infatigables. Pequeños pero definidos y valiosos placeres lo colman.

LEÓNIDAS, el maduro rey de Esparta, centraliza la trama.
A modo, Miller logra caracterizar qué ambición dominaba
al monarca; su sed de inmortalidad absoluta
Dibuja a JERJES cuan punk sadomaso reventón en piercings cuya moral y decencia son puro derelicto. Corruptor, ladino, tirano caprichoso, domina a golpe de látigo innumerables naciones que se postran ante su sola sombra ‘divina’. El entorno persa, la corte del ostentoso rey, se presume vertedero de decadencia e impiedad donde todo lo sacro debe degenerarse, repudiando la recta resistencia, y fe, espartana en las leyes draconianas otrora proclamadas por LICURGO.

Lo siguiente es la dura contienda de pocos días, mas decisivos para la Historia. Al menos, la helena. Se ralentizó la riada conquistadora que suponía el avance de Jerjes en las Puertas Calientes lo suficiente como para inyectar en la Hélade un ardiente espíritu de combativa resistencia contra el apabullante agresor.

¡Batalla! La victoria sobre los aparentemente invencibles
persas eleva la moral de los espartanos, hechos para ésto
El holocausto de los espartanos, fuesen libres o esclavos, y sus aliados (también aquí difusamente tratados, cuando soportaron un notable peso del combate) desmoralizó al ejército persa (¡considerable baldón que un puñado de obreros y soldados profesionales contuviese, en precarias condiciones, tan gargantuesca fuerza guerrera!), que encontró una situación de ciudades-estado dispuestas a repetir la inmolación espartana en cada metro de Grecia. Era cosa de amor propio. Prestigio.

Concentra el protagonismo de la historieta LEÓNIDAS, el otro rey de Esparta, hombre ya maduro que contempló esta oportunidad como la trascendental para inmortalizarse. Había un “sentido de Estado” en su heroica decisión de sacrificarse, junto a su guardia de elite, en las Termópilas. Pero lo movía un egoísmo individualista que no repararía en gastos con tal de materializarse.

JERJES. El histórico, desde luego, no tendría, ni en sueños,
este aspecto. Y Leónidas sostendría esta entrevista con
armadura de bronce
Bien habría sacrificado Leónidas toda Lacedemonia con tal de incrustar su nombre, honda e indeleblemente, en la Piedra Roseta de la Historia. Emprendió el camino al balneario sito en tan angosto paso sólo cuando estuvo ampliamente convencido de que su acto kamikaze lo eternizaría. Leónidas tenía un enorme sentido de su importancia, tanto como hombre como monarca.

Y vio en Jerjes oportunidad única de trascender de carne mortal a mito. Seguro que dio efusivas gracias al panteón heleno por tener, en el contexto de su marco histórico, al ambicioso persa dispuesto a engullir Europa como designio personal que lo consagraría en los papiros históricos. Jerjes era su piedra de toque. La comparación.

La erizada defensa de lanzas sería pesadilla para los
interminables ejércitos persas
Mas pienso: la gloria que tanto codiciaba Leónidas, que ha eclipsado a CLEÓMENES, el segundo rey de Esparta, ¿tan importante es? Para un hombre cuya vida transcurría bajo los rigores dictados por Licurgo, el único consuelo a tantas penalidades. Empero, en lo práctico, ¿es útil la gloria?

¿No la supera el legado? ¿Dejar algo que perdure en la posteridad y motive o provoque emulación? ¿Quién es más importante: Leónidas, o SIR ALEXANDER FLEMING? La gloria ganada por los abnegados héroes griegos en esta batalla lo emplean las fuerzas fascistas para estimular a sus tropas a resistir y perecer. Stalingrado se convirtió, para la Propaganda nazi, en las Termópilas rusas.

Al sacrificar la vida, sin embargo ingresaron en el Parnaso
de la gloria inmortal y la leyenda
Esto de los TRESCIENTOS, ¿para qué más ha servido? Inspira a tener coraje para sacrificarnos por un Bien Colectivo que consideremos justo. Mas tu noble inmolación ¿no está también beneficiando a corruptos e inmorales que, astutamente, colocan en la elevada peana de la (improductiva) gloria a los abnegados, para así dejar de incordiar, mientras ellos amasan riquezas durante largas vidas lujosas, aunque anónimas?

Un rey vigila el perímetro
No sé. No sé. Entre morir asaeteado para ser recordado como una borrosa línea en una gastada lápida, y vivir a todo tren, sin preocupaciones, muchos años, prefiero lo segundo. Me inquieta más dejar legado que ganar gloria. ¿Y a vosotros?

Vuestro Scriptor.

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