Tomándose ‘licencias creativas’, Frank
Miller recrea la intensa y dramática gesta histórica de las Termópilas.
Recordemos: un puñado de valientes y decididos griegos, formando una alianza un
tanto provisional y casual, contiene a la poderosa fuerza invasora persa. Oleada
incesante de guerreros de todas las naciones vasallas persas que, en lo más
angosto del camino, estrellaron sus legiones, hasta entonces invictas, contra
un parapeto de lanzas y hombres obstinados.
La línea de Miller, poco… “académica”,
sin embargo tiene capacidad para cautivar y embrujar. Sabe situar
magistralmente el encuadre. Puede mover sus figuras, en persecución del
impacto, de forma idéntica al mejor cine de acción. Logra remarcar qué evento
narra mediante su dibujo.
Estimo 300 la obra cumbre de FRANK MILLER. Y lección de cómo construir una fantástica y perdurable historieta |
Aquí, con sesgo de obra personal
ampliamente acariciada, proyecto íntimo largo tiempo planificado, y por tanto,
recipiente de numerosas querencias, Miller, a quien los tipos fascistoides se
le dan de puta madre magistral, se empeña en retratar unos espartanos
culturistas/nudistas que, a pecho descubierto, arriesgan la vida ante hordas
blindadas que emplean flechas y metal cortante para abatirlos.
Muestra (casi) en cueros a los
lacedemonios como sigul de pureza e inocencia, de fe a ideales prístinos muy
alejados de la corrupción, moral o material, que adorna al persa, cubierto con
ricos ropajes y oropel vario. Al espartano le basta su sencillo taparrabos y
capa encarnada. Contiene en sí un temple y ética infatigables. Pequeños pero
definidos y valiosos placeres lo colman.
LEÓNIDAS, el maduro rey de Esparta, centraliza la trama. A modo, Miller logra caracterizar qué ambición dominaba al monarca; su sed de inmortalidad absoluta |
Dibuja a JERJES cuan punk sadomaso reventón en piercings
cuya moral y decencia son puro derelicto. Corruptor, ladino, tirano caprichoso,
domina a golpe de látigo innumerables naciones que se postran ante su sola
sombra ‘divina’. El entorno persa, la corte del ostentoso rey, se presume
vertedero de decadencia e impiedad donde todo lo sacro debe degenerarse, repudiando
la recta resistencia, y fe, espartana en las leyes draconianas otrora
proclamadas por LICURGO.
Lo siguiente es la dura contienda de
pocos días, mas decisivos para la Historia. Al menos, la helena. Se ralentizó
la riada conquistadora que suponía el avance de Jerjes en las Puertas Calientes
lo suficiente como para inyectar en la Hélade un ardiente espíritu de combativa
resistencia contra el apabullante agresor.
¡Batalla! La victoria sobre los aparentemente invencibles persas eleva la moral de los espartanos, hechos para ésto |
El holocausto de los espartanos, fuesen
libres o esclavos, y sus aliados (también aquí difusamente tratados, cuando
soportaron un notable peso del combate) desmoralizó al ejército persa (¡considerable
baldón que un puñado de obreros y soldados profesionales contuviese, en
precarias condiciones, tan gargantuesca fuerza guerrera!), que encontró una
situación de ciudades-estado dispuestas a repetir la inmolación espartana en
cada metro de Grecia. Era cosa de amor propio. Prestigio.
Concentra el protagonismo de la
historieta LEÓNIDAS, el otro rey de Esparta, hombre ya maduro que contempló
esta oportunidad como la trascendental para inmortalizarse. Había un “sentido
de Estado” en su heroica decisión de sacrificarse, junto a su guardia de elite,
en las Termópilas. Pero lo movía un egoísmo individualista que no repararía en
gastos con tal de materializarse.
JERJES. El histórico, desde luego, no tendría, ni en sueños, este aspecto. Y Leónidas sostendría esta entrevista con armadura de bronce |
Bien habría sacrificado Leónidas toda
Lacedemonia con tal de incrustar su nombre, honda e indeleblemente, en la
Piedra Roseta de la Historia. Emprendió el camino al balneario sito en tan
angosto paso sólo cuando estuvo ampliamente convencido de que su acto kamikaze lo eternizaría. Leónidas tenía
un enorme sentido de su importancia, tanto como hombre como monarca.
Y vio en Jerjes oportunidad única de
trascender de carne mortal a mito. Seguro que dio efusivas gracias al panteón
heleno por tener, en el contexto de su marco histórico, al ambicioso persa
dispuesto a engullir Europa como designio personal que lo consagraría en los
papiros históricos. Jerjes era su piedra de toque. La comparación.
La erizada defensa de lanzas sería pesadilla para los interminables ejércitos persas |
Mas pienso: la gloria que tanto codiciaba
Leónidas, que ha eclipsado a CLEÓMENES, el segundo rey de Esparta, ¿tan
importante es? Para un hombre cuya vida transcurría bajo los rigores dictados
por Licurgo, el único consuelo a tantas penalidades. Empero, en lo práctico,
¿es útil la gloria?
¿No la supera el legado? ¿Dejar algo que
perdure en la posteridad y motive o provoque emulación? ¿Quién es más
importante: Leónidas, o SIR ALEXANDER FLEMING? La gloria ganada por los
abnegados héroes griegos en esta batalla lo emplean las fuerzas fascistas para
estimular a sus tropas a resistir y perecer. Stalingrado se convirtió, para la
Propaganda nazi, en las Termópilas rusas.
Al sacrificar la vida, sin embargo ingresaron en el Parnaso de la gloria inmortal y la leyenda |
Esto de los TRESCIENTOS, ¿para qué más ha
servido? Inspira a tener coraje para sacrificarnos por un Bien Colectivo que
consideremos justo. Mas tu noble inmolación ¿no está también beneficiando a
corruptos e inmorales que, astutamente, colocan en la elevada peana de la (improductiva)
gloria a los abnegados, para así dejar de incordiar, mientras ellos amasan
riquezas durante largas vidas lujosas, aunque anónimas?
Un rey vigila el perímetro |
No sé. No sé. Entre morir asaeteado para ser recordado como una borrosa línea en una gastada lápida, y vivir a todo
tren, sin preocupaciones, muchos años, prefiero lo segundo. Me inquieta más
dejar legado que ganar gloria. ¿Y a vosotros?
Vuestro Scriptor.
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