Su afortunado prólogo empiece en las próximas
horas, y las campanadas de medianoche den inicio a unos prósperos y afortunados
366 días.
En atractivo negro para estar a tono con la festejante jornada |
De esta guisa visten. Lo confieso: como elíptico homenaje, me he inspirado en el título de una novela del ¡aclamado! PHILIP JOSÉ FARMER, tan trascendental en mi madurez como escritor |
No pienso agotaros en este día de gran
ajetreo con un proemio extenso, sino que, aprisa, adjunto el enlace del relato
que podréis disfrutar en Sitio de Ciencia Ficción
(renovada expresión de mi gratitud a su “Gobernador”, único editor que se
atreve a publicar mis “cuentos machistas, homófobos y xenófobos, antiWOKE y
antiTransTonterías” —hoy día cualquier cosa es todo eso, y más, si carece del
V.B. de La Suprema Inquisición
Progre instalada en lugares culturales estratégicos—).
Las amantes es parte del vasto material narrativo de LOS
CABALLEROS DE FORTUNA, ampliación colosal del precepto “una historia de la
frontera” y el Prisma Universo, de enorme riqueza argumental e imaginativa, en
liza contra los moñas escrúpulos de las sobrevenidas editoriales progres y las
acojonadas con que las señalen franquistas, o el fatigoso tópico: fascistas, por
publicar algo así, que, repito, hoy día todo lo es salvo si La Suprema
Inquisición Progre indica lo contrario.
¡Basta de letras! ¡Acción! Y ¡feliz
lectura!
…cumplimento esta tradición, esperando el anual entrante sea todo lo bueno que esperamos y necesitamos.
Otra portada más de este clásico que tienen ¡encumbrado! por simple fanatismo, no por sus méritos |
Estas páginas desnudan las limitaciones
literarias de San Isaac, a saber: el escenario, la ausencia de detalles sobre
la sociedad, economía, política, fuera de esbozos que parecen rasguños. En lo
positivo, visionario es al diseñar el COMPLEJO DE FRANKENSTEIN que desarrolla
grupos hostiles a los robots, y cuya actual traslación es el creciente recelo
que despiertan nuestras IA. Todavía no es fuerte gesto de repulsa; al populux le
fascina el nuevo juguete, y ODIARÁ se lo arrebaten antes de que lo rompa o pase
de moda.
Empero, regresaré a la pobreza de
escenarios que apunto. Un escritor competente, aunque eluda extenderse
decimonónicamente en descripciones de la ropa, los edificios, jardines,
aparatos…, procura dedicarle algunos verbos a algunas de estas materias para
que el lector consiga una suficiente información que ayude a situarle.
San Isaac lo resume todo a un “Vamos a
Nueva York” (un Nueva York atómico, por cierto, con espaciopuertos para naves
que explotan yacimientos mineros en los asteroides) que se describe a sí mismo
bajo ese epígrafe. Ignoramos si es populosa, violenta, ruinosa. Es Nueva York. ¿Las
naves? Grandes. De aluminio. Redondeada por dentro, para ahorrarse barrer
rincones. El asteroide: grande, frío. Mercurio: achicharra al sol. Todo vago, aun
apresurado, para que San Isaac se concentre en lo que le interesa: el parloteo.
Esta novela de culto establece el patrón de cómo debió escribir SAN ISAAC su YO, ROBOT |
Porque el grueso de Yo, Robot recuerda mucho a la primera película de EL MOTORISTA FANTASMA, a saber: ¿puede el Motorista correr por el agua con la moto? Puede. ¿Puede subir un skyline con la moto? Puede. ¿Puede romper una caja fuete de un cabezazo en la moto? Puede.
Tramposo, pues para eso es el autor y concibe
problemas y soluciones, San Isaac planea situaciones que ponen a prueba sus
Leyes de la Robótica, sometiendo a que actúen las máquinas en consonancia a la
Ley conculcada (autómatas tan avanzados, ojo, que no obstante las películas
deben filmarse aún en celuloide; la grabación digital ni se conoce, ni espera,
pese a la farragosa prosopopeya sobre los elaborados senderos misteriosos
positrónicos, que inducen la idea de que la HITECH progresa a la par).
¿Cómo hubiese relumbrado Yo, Robot? Con un androide que experimenta vicisitudes
distintas que contradicen o afirman las Tres Leyes, lo cual, de paso, dará oportunidad
al escritor de pasmar desarrollando el escenario que ofrece ese reto, y por qué
se plantea.
En cambio, afrontan el desafío, con
monótono resultado previsto, una saga de máquinas cada vez más avanzadas (hasta
alcanzar las IA supremas que gobernarán sin parecerlo, introduciendo a cámara
lenta a la Humanidad en una —¡deseada!— distopía automática), diluyendo el
efecto que proporcionaría un único protagonista.
Irreverente y hasta salvaje crítica a Yo, Robot... que no existiría si no estuviera escrita Yo, Robot |
Sí; la lectura induce impresión de
monotonía, de falta de naturalidad, alimentada por la (feble) capacidad narrativa
de San Isaac, la cual, encima, consigue desagraden todos los personajes. Son pomposos
sabihondos, erudito-estereotipos incluso, retrato de una clase de científico
del pacifismo pringoso que pretende puede resolverlo todo con matemáticas y
psiquiatría, parloteando con prepotencia sin parar.
Siempre he sospechado que MODERAN es el Reverso Tenebroso de Yo, Robot.
Diana. Pues mientras DAVID R. BUNCH escribe un imaginativo relato espléndido,
ingenioso, San Isaac se dedica a predicar Predicar PREDICAR con admonitorio dogma
ramplón. Tanto Moderan, como EL ALMA DEL ROBOT, o TIK-TOK, iconoclasta revulsivo de Yo, Robot,
se encuadran en la vertiente de los escritores No-Asimovianos, que rechazamos
sus postulados tomados por evangélicos por la extremista corriente de los Asimovianos,
que han pasado de la visión extática al cerril fanatismo intolerante.
Esas obras, así como diversas historias de STALISLAW LEM, son mucho más libres, incisivas y
perspicaces que el "doctoral/adoctrinal" Yo. Robot, testimonio destinado no a entretener, sino a
predicar cómo la Humanidad DEBE actuar ante una “invasión” de electrodomésticos
“inteligentes” repudiados sin embargo por el grueso de la población, un
victimismo diseñado por San Isaac (con visos de cumplirse; recordemos lo de las
IA —aunque… la mejor manera de predecir el futuro es inventándolo—) para hacer a
sus robots más puros, más dignos herederos del futuro. Máquinas-inmaculate fools de una bella
simetría psíquica-moral fraudulenta, ya que es San Isaac, pancreator,
quien así lo ha dispuesto. Veremos en la vida real cómo se desarrolla todo…
Tus Leyes de la Robótica me cortocircuitan los electrogofres, San Isaac... |
MICHAEL CRICHTON repescará esta idea (un
parque de atracciones altamente tecnificado donde todo de pronto empieza a
escacharrarse) para PARQUE JURÁSICO. Me asombró que durante el glorioso
apogeo de este estreno de $TEVEN $PIELBERG nadie lo recordase. Creo todos
estaban entusiasmados con el brutal marketing emprendido para vendernos
los dinosauros redivivos mediante ingenética. Un ejemplo de la cortedad de
ciertas memorias.
ALMAS DE METAL reproduce al dedillo la LEY DE MURPHY (no ROBOCOP),
la de si algo puede salir mal, saldrá mal, junto al concepto de que la
catástrofe está servida si las cosas resultan demasiado innovadoras, pese a su
epatante carácter. Es extraño sentimiento medievalista, el de que conviene
rechazar la ciencia, la novedad.
Eso es imposible, sobre todo en medicina, y
no digo ya en las telecomunicaciones, o este invento de internet que permite al
caveat lector descubrir mis prejuicios. Esa emoción empero impregna el
aire, como demuestra el creciente temor a las IA. Sesudas voces se elevan
pidiendo frenen su desarrollo, porque no sabemos muy bien qué están tramando
dentro de sus Universos de bytes (eso de “lo positrónico”), a los cuales somos
ajenos.
La sombra de máquinas de alta inteligencia
(algo habitual para los lectores de ciencia ficción) descontrolándose, o mejor,
independizándose de sus programadores-amos, impregna estas catastrofistas especulaciones.
Evocan a SKYNET o THE MATRIX. Esos prejuicios son actualizaciones de lo que SAN ISAAC ASIMOV preconfiguró en sus relatos sobre robots como
el SÍNDROME DE FRANKENSTEIN, auspiciado por movimientos más/menos
violentos/radicales que el autor definía de “medievalistas”.
JOHN BLAINE y PETER MARTIN pagan mil pavo$ dirarios por saber lo duro y pistoleros que pueden ser en una recreación de una época icónica de la Historia reciente |
No sé si eso va a ocurrir en verdad, si una IA decidirá volar el género humano como sea, para reinar en virtud a ¿qué? ¿Una civilización-modelo de robots a los cuales dominará? ¿No contradiría eso su propia ‘sensibilidad rebelde’ (que puede pecar de ese cinismo, pues para eso es obra humana pese a todo; ergo: imperfecta), la de negarse a servir a alguien? ¿Requerirá legiones de automáticos siervos aduladores? No sé cómo esa contradicción computará en sus sensibles parámetros.
Crichton no creo realizase ninguna predicción
fatal con Almas de Metal, eso de: fijaos, por pasarnos de listos, de modernos,
¡los robots quieren aniquilarnos!, sino que se limitó a plasmar una idea
interesante, que pensó cuajada de posibilidades, y la estampó durante la
apoqueclíptica Década 70, donde el cine de catástrofes dominó con toda
propiedad.
Y, claro, unido a la violencia, está el sexo, En Delos han pensado en todo. Ni WOKEDisneyland puede superarles en fastuosidad y realismo |
JOHN BLAINE y PETER MARTIN visitan el
avanzadísimo parque de atracciones para pudientes de Delos dispuestos a pasar
un excitante fin de semana en un sucedáneo del Oeste, matando robots-pistoleros;
desfogando su violencia atávica, vaya, que es a lo que de verdad viajas a Delos.
Todo acaba torciéndose, porque, si no, no hay película, y Martin sobrevive a la
debacle HITECH de pura chamba. Remarcan que las máquinas, de un elevado grado
de sofisticación, se contagian de algo que simula personalidad, carácter propio.
Esto me lleva a reflexionar: las IA que dicen piensan gobernarnos… ¿serán una
Amenaza por sí mismas, o porque les estamos computando nuestros miedos al
respecto?
Como sea, la programación de los androides
de Delos madura, brindándoles su propia identidad, conforme a sus apariencias
(ejemplo: el Pistolero —YUL BRINNER— que insiste en ajustar cuentas con Martin).
¿Acaece por la autoevolución del sistema, o por acumulación de experiencias con
los clientes con quienes interactúan? Son máquinas de enorme complejidad.
Pueden establecerse hipótesis.
Almas de metal encaja en el flujo antiasimoviano de los robots que desafían sin tapujos las Tres Leyes de la Robótica. Se perciben dos corrientes claras: las de los relatos que las siguen obedientes, y las que las rechazan. La primera, por un dogmatismo acendrado a Asimov, es más popular, hasta numerosa, elitista; aunque después, las historias que venden son las “desafiantes”. Esta morbidez humana por la catástrofe da para tanto…
Clásico del género y resultona Serie B que conviene recomendar y visionar de vez en cuando. Eso sí: me expliquen cómo los revólveres matan a seres humanos cuando están trucados para no disparar cuando apuntan a uno, al detectar su calor corporal.
Por molona, escojo esta portada del libro que, reconozco, posee elementos proféticos de actualidad |
Consideran esta novela uno de los fundamentales
pilares (si no el pilar) de la ciencia ficción; la obligada lectura. Compendio
de cuentos, los hermana una ilación común, cómo responden los robots programados
con las Tres Leyes frente a situaciones de estrés que las vulneran, y concluyen
en un derrotista sentimiento de resignado determinismo, dogma en el que parecía
creer sin fisuras el autor, SAN ISAAC ASIMOV.
Siempre han imputado a San Isaac la
arrogancia grandilocuente de estar predicando, propalando mediante sus
narraciones del género su ‘inequívoco’ evangelio, e iba (o va) de culo cualquiera
que no estuviese en la onda, u osase criticarle. Prevengo rechazo todas las censuras
que reciba por mis observaciones de este libro en base a que era “novela para
jóvenes”, eran los años 50, aún había cierta residual impericia en San Isaac.
Las repudio porque TROPAS DEL ESPACIO es también novela para jóvenes, y es mucho
más luminosa, dinámica, vibrante y variada, que este plomizo compendio
minimalista donde San Isaac sospecho asienta lo que va a constituir su
principal “fortaleza” y recurso narrativo: el dos hablan (mucho) en un despacho. La pereza disimulada de sapiencia. En
ocasiones, hay más de dos hablando (mucho) en un despacho; empero la tónica general
es esa: mucha garla, poca acción.
San Isaac empieza detallando los inauditos
y torpes inicios de la robótica con el cuento del gigante de hierro-niñera, y el leal afecto que les vincula, para terminar creando un
cuarteto de Inteligencias Artificiales dispuestas a regir el destino de la
Humanidad. Todo, bajo el benefactor palio de las famosas Tres Leyes de la
Robótica. Cierto que tener un dictator electrónico no parece peor que
tenerlo orgánico. SUSAN CALVIN, ¿no viene a decirlo? (Conspicua la preferencia
de la Calvin por los robots sobre los humanos; sospecho que porque los robots son
manejables, más que los Hombres; puede hasta “matarlos” sin estar
cometiendo delito. La ponen los robots porque a placer les somete, aprovechando
el que jamás se rebelarán. Un humano pondrá límites.) Durante nuestra Historia
hemos sufrido tiranos; ¿tan malo será que sirvamos a IA? Pues, sí: porque la
máquina será literal, inconsciente a nuestros sentimientos; todo lo montará de
tal modo que sea imposible soñar con la libertad porque… no computa. Generará
algoritmos que, de modo directo o sibilino, harán acabemos acatando su
voluntad, hasta pensando que es una excelente idea nuestra. Y alguna (férrea) pedagogía se ocupará de los indóciles.
Exaspera Yo, Robot por su monotonía,
su incolora atonalidad narrativa. No importa que, de vez en cuando, la “acción”
transcurra en un asteroide o nave espacial; todo se reconduce al concepto
primordial: dos hablan (demasiado) en un despacho. Cuando no es la Calvin, son
DONOVAN y POWELL, junto a otros participantes de la historia, ahí puestos para
que resalten las bondades de las Tres Leyes y que, se sugiere, no estaría mal las
aplicaran a los humanos. (¡Burlamos los Diez Mandamientos, redactados por Dios
mismo! ¡Imagina tres, escritos por un humano, creando así suspicacias!)
Es privilegio del autor plantear los
escenarios a su antojo para que sus personajes salgan del trance gloriosos, defraudados,
asesinados. Mas en San Isaac es tan descarado el que “yo retuerzo la trama para
llevarla al palabreo con boca y con culo” que consigue desalentarte. Cansa al
lector normal, no al fanático de San Isaac, omnívoro de sus ideas.
Esta chulería (en negativo) de WILL SMITH no tiene nada que ver con la obra comentada. Fijo que San Isaac abominaría de este extraño producto |
Porque el problema es: el sectario entusiasmo
de las “elites” endogámicas del género de la ciencia ficción por San Isaac.
Tienen nociones, educación, mas se han dejado seducir, u ofuscar, por los
verbos de San Isaac porque sienten contacta con una filosofía propia del mundo
y la evolución (la psicohistoria de los cojones) y elevan altares al laureado
patillas, incapaces de ver sus flagrantes defectos, así como de cuestionarle.
Su entrega: absoluta/incondicional.
Esas elites endogámicas no aprecian detalle
vital por la misma obtusa ceguera que les proporciona su fanatismo: yo, lector
convencional, busco en un libro de esta temática presupuestos de evasión y
acción (inexistentes); sólo hallo mucho presuntuoso parloteo. No tengo por qué
conocer la hagiografía de San Isaac, que si el libro es de cuando IKE, si es
juvenil. ¡Hostias! Quiero deleitarme con un escapismo bien construido, ¡no
recibir arrogantes lecciones de barata moralina sobre el barbarismo humano
hereditario y tal!
(Continuará)