jueves, 13 de noviembre de 2014

JOHN CARTER DE MARTE — NO ES ÉL

Afiche alegórico. El lastre que carga el
supuesto JOHN CARTER es el que se ha
cargado la franquicia
ANDREW STANTON dirige una amena película de aventuras ocurridas en otro planeta, sembrado de asombrosos y diferentes parroquianos sometidos a sus particulares reglas y leyes, con ciertos sesgos con las nuestras. Pero no una cinta que concuerde, al menos excesivamente, con los relatos de EDGAR RICE BURROUGHS.

Y esa sensación, de forma subconsciente, aun para los no ‘iniciados’ en las fantasías barrocas de Burroughs sobre el decadente Barsoom, al filo del fin que prolongan sin proponérselo, ha sido la que noqueó en taquilla una superinversión basada, esencialmente, en una fastuosa CGI.

Los “entendidos” en Barsoom encontramos, para empezar, deficiente a este John Carter (TAYLOR KITSCH). Stanton ha filmado la vida de un hombre quemado y sin ilusiones que padece un flagelo similar al del JOSIE WALES de EL FUERA DE LA LEY de CLINT EASTWOOD (¿una especie de desacertado guiño?), añagaza sentimentaloide que, en esta costosa producción, se ha mostrado del todo/completamente perniciosa.

John Carter descubre que en las graves planicies marcianas
también hay indios, como los que abatía en los páramos
americanos. Pero altos, verdes y con muy mala uva
John Carter, dixit Burroughs, era un activo aventurero de pasiones volcánicas siempre listo a quemarse la mano movido por un insensato “a ver qué se siente”. El de Stanton va a tumbos. Carece de la energía audaz, temeraria, del Carter/Burroughs. Es timorato.

¡Han adaptado LAS GRAVES PLANICIES pero sin su sentido paródico ni el generoso rol de poderosos héroes pulp (lo que llamo POSTÉPICOS) y el riesgo de innovar! ¡Mola!

Poderosa HI/TECH alienígena que no servía para curar la
galopante desertización de su planeta natal. Incongruente
Es ese dramón, y la falta de talla física notable, como retrata Burroughs a John Carter, lo que desaliña el resultado ofrecido por Stanton. Estoy convencido de que, de no tener un antecedente previo, John Carter de Marte habría sido una singular space-opera/western capaz de concitar interés. Pero tiene raíces, y a todas ha defraudado.

La película entrelaza, un tanto al descuido, las dos primeras narraciones habidas. Aquí, como si de por sí UNA PRINCESA DE MARTE no tuviese tralla bastante, buscan aumentarla con esa enigmática fuerza “regente” de Marte, en la sombra, que por un motivo no bien explicado está agostando Barsoom, para luego expoliar la Tierra.

"Oye", dice XENA, dijo DEJAH THORIS, "¿tú no salías en
HÉRCULES? Te pareces un huevo". Una especie de CONAN
raquítico, más bien, nos han servido en vez de John Carter 
No sé si es una ocurrencia para darle carácter de apoqueclipse al guión y volverlo más trepidante, pretexto para explicar por qué Barsoom muere (lo de una gigantesca ciudad ambulante me parece desatino; y más, en un planeta tan belicosamente habitado), o especie de analogía de la crisis ecológica que esboza nuestro mundo. Con la salvedad de que los magnates que derrochan nuestros recursos son títeres de entes alopécicos extraterrestres que persiguen la entropía cósmica total, no amasar riqueza. ¿Están exculpándolos, o qué?

La cinta está manifiestamente coja. El espectáculo está llevado con temple e instinto, pero sin energía ni emoción. Este John Carter tiene un bajísimo perfil épico. El heroísmo, inherente al icono literario, afán que lo espolea implacable, es una roña que este John Carter elude cuanto puede, víctima de esos miedos dramáticos que abruman su existencia.

Un forastero acabará siendo guía y líder. El rollo mesiánico
una vez más en acción
Tampoco el plantel marciano (exceptuando las criaturas generadas por computadora) motoriza la imaginación. La DEJAH THORIS (LYNN COLLINS) descrita en los textos como una resplandeciente e incomparable belleza por la cual los hombres (rojos) matan y mueren sin vacilar, no luce ese atractivo embrujador. Es suerte de XENA, PRINCESA GUERRERA, con algunos atributos costosos debido a la magnitud de la producción.

Toda ella encarrilada en rieles marca DISNEY que evitan el exceso (en todo sentido) para procurar agradar, sino a todos, sí a los señores de las etiquetas censoras que, adjudicándole una elevada calificación “por edades”, limitasen la audiencia. Mermasen, pues, la recaudación.

El diseño de producción, desde luego, es excelente; quizás
el principal atractivo de lo que prometía ser un electrizante
filme de aventuras interplanetarias
Este John Carter merecía un director más cafre y una productora con ánimo de riesgo. Disney ha laminado todos los elementos eróticos presentes en los libros y que les dan sal, especialmente notorios al pensar cuánto se escribieron y a qué presunto público, en principio, se destinaba.

Ha subvencionado un péplum marciano con trazas steampunk para gratificar la vista confiando así prender el deseo de secuela. El vestuario lo delata. Pero hasta el admirado BEN-HUR de WILLIAM WYLER tiene más energía y carácter que este relato, firmado por Stanton. De nuevo, lo planteo: un regidor distinto, más versado en relatos de “superación y supervivencia”, y una productora sin miedo a la polémica, formando alianza “desesperada” por hacer la película que les inmortalizara, creo que habría dado un resultado más apreciable que éste.

No sólo se adentran en lo más remoto de Barsoom; también
en la más intrincada conspiración para abatir mundos que
se pueda imaginar
Algunos filmes, sin llegar a “dar la talla”, son sin embargo agradable alternativa a una tediosa sobremesa. John Carter de Marte vale para un par de tales ocasiones. Desinteresa el drama de Carter. ¿Qué sucedió? ¿Per se un hombre no puede lanzarse a la Gran Aventura de las Tres Mil Millas (aun marcianas) para ganar un reino y su princesa?

¿Dónde quedó la audacia pionera norteamericana? ¿El héroe debe estar marcado por la desventura mayúscula para poder empezar de nuevo? Tan poco convincente es este John Carter que hasta su “pasión” por Xena, digo, Dejah Thoris, aparece hueca, falsa, insincera. Lástima. Tanto buen material, así derrochado.

Vuestro Scriptor.

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