viernes, 28 de agosto de 2020

LOS NUEVOS BÁRBAROS — LA JAULA DE LAS LOCAS POSTAPOQUECLÍPTICAS

Vale el afiche más que toda la película
junta. '
Nuff said

Esto va de unos maricones de diseño que se apiolan a unos campistas cutres por los secarrales lindantes a alguna ermita que podamos conocer. Una especie de “héroe”, con una pelliza de cabrero, farandulea por esas resecas sierras aniquilando a esos mendas de las hombreras estúpidas, al que luego sin embargo sodomizan como parte de un ejercicio de prepotente bujarronería, lo cual permite a un amigo negro suyo, que va por doquier de sobrado con su arco, lo rescate “reventaíto del tó”, pues quedó al cargo de tres bellos maromos durante toda una noche, atado a un cutre potro de tortura (empero ideal para lo que le hicieron), y después emprende una venganza, o similar, imitando a CLINT EASTWOOD en POR UN PUÑADO DE DÓLARES, mas en vez de usar un cacho chapa, lo protege una armadura de torso de HE-MAN de plástico transparente donde rebotaban las balas (o los rayos, o lenguas de fuego, o lo que dispararan).

Consigue joder al místico desequilibrado que le ha “honrado íntimamente” (pues notas que el malo se moría por los huesos del cabrero —cosas de un complicado idilio uranita estilo te amo-te ODIO—), taladrando su espalda (o sea: le devuelve “el favor”) con una gran broca y acaba chafándolo contra el paredón de una cantera abandonada. Chungo detalle pedófilo al final: teniendo a una jugosa moza receptiva a su lado… ¡el cabrero postnuclear trinca la mano de un ODIOSO niño-geniecillo-mecánico en plan: ¡pronto, te exploraré por donde amargan los pepinillos, compañero!

Menudo "rollito" se traen estos dos. En especial, el de los
coráceos complementos de negro y tachuelas. Loquito que
anda por el cabrero postnuclear del coche con techo de
pecera iluminada. Horteradas, mil. Talento: cero.
Esto, remato, sucede durante 2019, después de la guerra nuclear que, por fin, terminó.

ENZO G. CASTELLIARI, ¿el ED WOOD italiano?, filma esta inaudita porquería del… ¿spaguetti-nuclear?, so pretexto de MAD MAX 2, EL GUERRERO DE LA CARRETERA. El guión parece escrito a apresurados ratos en una tasca. Lo saturaron de ocurrencias, cutrerías, tonterías, derelicto y nefandas actuaciones que dañan la vista. 

No obstante, un detalle notable que tanta mierda puesta en primer plano casi oculta: es una ‘epopeya’ homoX de amores traicionados (porque, sí, ajá, lo que el menda mandamás de los cutres de las hombreras tiene por el cabrero del coche-con-ametralladoras es amor, puro, duro, defraudado por pelea previa, amor que confirma su negativa a que maten al cabrero, pese a ser insistente demanda de sus horteras lugartenientes, de flatosa ambición) en un escenario roñosorradiactivo donde supones todo anda escaso/racionado-tienes que matar o morir por un tanque de gasolina.

Este tío, yendo de sobrado prepotentes, te revienta los wevos
Lo que es superlativa gloria épica en la cinta de GEORGE MILLER, Castelliari lo reduce a basura motorizada llena de estrafalarios personajes, cámara lenta y situaciones que, en otro contexto, producirían interminables carcajadas. Pero lo filma todo con tal jactancia (o pura desidia; ¿quién verá esta mierda, tomándosela medio en serio?, debió preguntarse durante un momento de honradez) que acabas cabreado antes semejante pérdida de tiempo. 

La incompetencia, más que la falta de medios, nos deslumbra sin tegua. Los vehículos (chatarra toda) parecen troncomóviles tuneados para maricas estrambóticos; la violencia se traduce en explosiones que ponen extras a dar volteretas por los aires, varios tiros o las macarradas del prepotente arquero negro.

Nuestro "héroe" del culo mancillado. Y el tío, tan tranquilo
queda con la salvaje profanación. Le ponen esa coraza
de plexiglas, ¡y a matar bujarrones! De premio: un chaval
Falta el salvaje primitivismo de matadestruyerraja y viola a gusto porque no existe la ley común a sujetos obstinados en destruir toda vida humana del erial atómico, fanáticos de una absurda fe “templaria” misógina que obliga vistan de forma tan extravagante. Buscan una guayaba guapa al cabrero para… no sé. Porque la muchacha cuanto hace es quedarse al margen, a verlas venir. Ni la permiten ser novia trofeo. Por similitudes, más trascendencia tenía MILA KUNIS en EL LIBRO DE ELI. Y venga oír diatribas tontainas al líder maromo, chorradas dignas de un incompetente equipo de guionistas. Es auténtico desperdicio, esta “película”. Si, al menos, sus imbecilidades hicieran reír, podrías mostrarte más clemente al criticarla.

Ni eso consigue.

viernes, 21 de agosto de 2020

HERENCIA DE ESTRELLAS — ANALFABETOS CULTERANOS

 
Empero siendo positivo el balance general, la novela de CLIFFORD D. SIMAK posee desconcertantes detalles. Distopía setentera, se nota que, pese a antecedentes como NUEVA YORK, 2012 o LA CARRERA DE LA MUERTE DEL AÑO 2000, Simak procura no “hacer olas”; escribe “entre algodones”… ‘generacionales’. Pulcros. Dos años después de su publicación, estrenarán MAD MAX, revulsivo de los apoqueclipses. Hay un ANTES de Mad Max y un DESPUÉS de Mad Max. El AC-DC del género es Mad Max. Y cuanto venga después se estimará según Mad Max. Esta obra es AC, por tanto.

Simak no puede evitar ser "hijo de su tiempo”, amar más las especulaciones más/menos sesudas hard science fiction, que lo que GEORGE MILLER, queriéndolo, o de casualidad, improntó con Mad Max. Un sangriento futuro caótico, dinámico-visual, de salvajes personajes extremos entregados a sus pasiones primarias por completo; quemaron el lustre de la civilización para satisfacer, como sea, sus necesidades. Sobre nada de todo eso, habiendo paradigmas cinematográficos como los citados, repito, escribe Simak.

Herencia de estrellas es novela de aventuras, no de acción. Ésta es mínima-nimia. Plantea una interesante premisa: la tecnofobia global absoluta. Transgeneracional, Simak, además, arma la narración como una montaña rusa. Cuando la historia “desfallece”, inserta un elemento de suspense (esto, abunda) que remonta los párrafos; empuja a seguir leyendo. Sabe situar el ¡bang! que renueva el interés, aunque éste no esté donde suele instalarse: al fin del capítulo. Resumo este… anti-Mad Max:
CLIFFORD D. SIMAK, que
parece un asesor de JFK en esta
foto. Autor con premio importante
a su espalda

TOM CUSHING, protagonista, es una especie de HUCKLEBERRY FINCH de, si bien he contado, 4300DC. La Humanidad, tras el Colapso Tecnológico que ella misma provocara, vive en el Paleolítico, con segmentos heredados de nuestra tecnología acá/allá dispersos. Es tabú hablar de tecnología. Vagabundo de los bosques, se instala en la Universidad de Minnesota donde, un tipo que a priori no tiene por qué sentir estímulo cultural alguno, aprende a leer y escribir. Filosofar. Encuentra un manuscrito (un milagro, por cierto) redactado por un tal WILSON mil años antes que, grosso modo, refiere el apoqueclipse y deja una pista que acaba, por su misteriosa brevedad, obsesionando (estimo sin motivo) al recolector/sembrador de patatas Cushing: el Lugar de Ir a las Estrellas.

Semimítico, fantabuloso. Como Camelot. Cushing abandona su vida agrícola. Atraviesa parte de los Estados Unidos para buscar algo que podría ser insustancial leyenda urbana. Por el camino, suma compañeros (una bruja telépata, un robot —el último, cree—, dos extravagantes médiums, un caballo, una luz con vida propia, unos fantasmas morados) y juntos, a la Torre Oscura llegan. Mejor, al Otero del Trueno, hogar de una fortaleza en la alta sierra, defendida por un denso bosque de árboles semiintiligentes… alienígenas. Unas piedras vivientes (alienígenas —salen varios—) casi completan el pintoresco lienzo.
Portada foránea. Estaban bien
construidos estos robots. Pues
ROLLO, muy milenario, no se
había averiado; sólo oxidado...

Me ha desconcertado de la novela el culto garlar de todos. Consideremos: llevan más de mil años ignorantes perdidos (lo de la Universidad es total rara avis en este panorama tecnófobo agudo; tal es que ni, allí, sus “académicos” han redescubierto la pólvora). No ha degenerado la lengua, conversan como eruditos, sin coloquialismos o dialectos tribales. Nuestro hablar cotidiano es mutante. Cada día acuña o esparce un nuevo palabro. En esta futurista Norteamérica tecnófoba-tribalpunk (guerras y escaramuzas de ésas citan varias —ninguna batalla relatada—), casi pueden charlar con la Reina de Inglaterra cumpliendo la etiqueta más exigente.

Es el problema de Simak, o su generación: temían ir más allá de la Cúpula del Trueno. Construyeron visiones peligrosas para personajes cuyo máximo riesgo era cortarse con un papel, según declamaban en refinado culterano, creando este halo de incongruencia. Siendo entorno que acepta las licencias, las exageraciones, ¿por qué no aprovecharlo; osar ir más allá, a las estrellas, romper arcaísmos? El sesgo “educativo” que impregna estas páginas acaba siendo su principal defecto, pues limita disfrutar esta buena historia.

viernes, 14 de agosto de 2020

HELLBOY 2: EL EJÉRCITO DORADO — SUBLEVACIÓN SUBMUNDANA

Afiche. Desafiante prota con
audaz novia frente a una
pesadilla steampunk que la
más arcana brujería despierta

GUILLERMO DEL TORO firma/filma la segunda entrega de las aventuras del personaje icónico creado por MIKE MIGNOLA (quien tuvo presencia “presencial” en el rodaje, que aprovechó, confiesa, para llenar un cuaderno de bocetos de monstruos y diablos) confiando dar solidez suficiente a la licencia como para asegurar como otro episodio más.

Si bien la precuela sui generis adaptaba Semilla de Destrucción, este Ejército Dorado despliega escenarios quasipropios, creando un entorno fantabuloso de reinos perdidos que llegaron a acuerdos de convivencia con los humanos, en el Remoto Pasado, mas la pujante presión de la raza en auge obliga se retiren a recónditos pagos secretos a los que sólo unos pocos, con recursos específicos encima (acaso ciertas lentes), pueden acceder.

La albina/pálida Casa Real que del Toro pinta (sospecho que “a medias” con Mignola) recuerda a las estirpes sibaritas y como de porcelana andante-parlante de MICHAEL MOORCOCK. Poderosos brujos del ayer ven cómo la lenta empero inexorable decadencia los devora lento-despacio/sin remedio. Sus gloriosos baluartes y torreones caen. Quedan reducidos a escombreras, cubiles de indeseables-inmundos Terribles Trasgos.

Y el Hombre empujando Empujando EMPUJANDO sin cesar, cuan terrible analogía de cómo los colonos euro-norteamericanos se adueñaron de las graves planicies de Estados Unidos, arrebatándoselas a los nativos. Recluyéndolos en paupérrimos guettos donde, más que la decadencia, veían cómo la degradación y el exterminio silencioso avanzaban.

Un príncipe del Mal con aire
melniboneano. Como ocurre
con esa nobleza a lo 
MOORCOCK, no es un Mal
por gusto, sino provocado por
una fatalidad extranjera que
le justifica

El astado Rey (¿elegante inspiración del DIOS CORNUDO, el CARNÚM celta?) se opone al ofendido Príncipe (a modo, belicoso ELRIC más que CORUM) que planea devolver la grandeza de su antigua raza al ancho mundo, antaño su predio. Es la base de una película donde los habituales elementos nazis u ocultistas clásicos del personaje están más diluidos, saliendo un poco como por compromiso, por enlazar precuela con secuela, y confirmar que, sí, ajá, es nueva aventura de Hellboy.

Su plan requiere la fuerza que le proporcione un bizarro ejército de indestructibles robots auríferos steampunk. Golpe de estado, asesinato del vetusto monarca, carrera hacia el desastre de la joven sangre, injuriada por haberse visto relegada al olvido y los pasajes mugrientos de las “realidades paralelas”, cada día más angostos e insalubres.

El esfuerzo por extraer a Hellboy de su zona de confort (nazis, LOVECRAFT) tiene mérito relativo. Porque Hellboy es “famoso” por reinar en esa zona de confort. Ruinas. Runas. Espíritus. Telarañas. Malditos. “Dioses” del espacio. Un recargado barroco tenebrista, en conjunto. Sacarlo de ahí tiene el peligro de que no cuaje, sea chasco. Del Toro salva la situación decorosamente, sin embargo, admirándonos con el escenario del clímax, esa Forja de IVALDI donde reposan los invencibles androides dorados.

De nuevo Hellboy se hace así más visual (lo que es: en esencia viñetas) que literario. Salir a la luz del día cuanto le reporta es el agravioso desdén del populux. El Hombre es, en esencia, mezquino e ingrato (lo que el Príncipe más/menos predica). Desprecia los esfuerzos por salvarle de las atrocidades lovecraftianas o los megalómanos delirios de dominio de RASPUTÍN, que va/viene del más allá al más acá casi a voluntad.

Guerreros invencibles e indestructibles que
dormían en lo hondo de la Tierra serán sueltos
en la superficie para recuperar unos reinos que
la Humanidad ha arrebatado por ciega codicia

La escena en que Hellboy y ABE SAPIEN discuten sobre los gatitos parece de FRASIER. Un fallido “giro humorístico” mas prólogo de la gran tragedia wagneriana en ciernes: la extinción de una añeja, respetable y sabia raza no humana. Parientes lejanos de Hellboy.

Hellboy es material delicado de tratar. Un resbalón, y fracaso al canto. Del Toro insiste en darle esa pátina del respeto que le produce el personaje, consiguiéndolo a grandes rasgos. La versatilidad que demuestra al variar de los siniestros pagos de Lovecraft a los de Moorcock consigue, al menos, una cinta entretenida, unos días más que otros, sin reportar las grandes glorias o méritos que persiguieran obtener en postproducción.

viernes, 7 de agosto de 2020

HELLBOY – EL EJÉRCITO PERDIDO — DE ESCASO INTERÉS

Cubierta. Lo más atractivo de un libro
anodino: las ilustraciones de MIKE
MIGNOLA, padre del engendro rojo
(éste rojo, de nuestra parte)

Sobre los (obligados) ditirambos (comerciales) que MIKE MIGNOLA vierte tanto de la novela como del autor, está la verdad. Pesada, densa, insoportable como una losa. De cementerio, de hormigón, de uranio. Y la verdad es: esta obra es insufrible.

Pertenece a ese género que, conforme avanzas, te desespera. Deseas acabarla para recluirla donde no estorbe o jamás puedas verla. Una creciente sensación de irritación fue dominándome según los capítulos pasaban, incapaz INCAPAZ de ver el final… ¡hasta que llegó! Menos mal. Pues una vez empiezas, y decides dejarla por mor de su deleznable calidad, deja el prurito de terminarla, porque, si más adelante juzgas hubo circunstancias puntuales que impedían contactar con ella, decides retomarla, y esta vez, por cojones, tienes que finalizarla. Alguna vez debe ser. ‘Retomarla’ significa ‘empezar de nuevo’, tragarte la basura del comienzo, otra vez, para seguir deglutiendo mediocridades (o absurdos, como el del camello que espachurra Hellboy) hasta llegar, ¡por fin!, al fin.

Este ha sido el caso. Al quinto capítulo quise dejarla, mas me vi en la tesitura de que tal vez deseara releerla por Navidad por lo ya explicado. Armándome de valor (y paciencia), acabé el libro… esperando no tropezarme con él, al menos, durante una década.

CHRISTOPHER GOLDEN en pose
campechana, después de talar unos
cuantos árboles, al parecer

Mediocre es óptima definición para una novela que hace prosa al icónico personaje de Mignola. Y la defino mediocre por respeto al trabajo que tuviera redactarla. Nada más. Porque CHRISTOPHER GOLDEN regala “momentos” de suma incompetencia narrativa que perjudican (o desnudan) su (supuesta) habilidad como cuentista.

Por partes. He descubierto que hay personajes (gráficos) que no pueden salir de su cuna. ¿Paradigma? Hellboy. Creado para la vista, se mueve con ágil gracia por entre las viñetas, las cuales realzan, o deprimen, sus virtudes o defectos. Hellboy es, por entero, visual. Dinámico. Mignola intenta impregnar suerte de horror lovecraftiano al grueso de sus relatos que la palabra escrita no puede trasladar, por mucho empeño pongan (aunque, no sé, quizás STEPHEN KING…). Golden, desde luego, fracasa en el grave cometido.

Tal vez le escogieron por ser un tiradillo, cobrar poco, parecer aún bastante competente para finiquitar el proyecto. Dark Horse (¿o Mignola le eligió?) se ha estrellado con esta decisión. La prosa de Golden es del todo/completamente lineal. Sin inspiración. Ni giros interesantes. Ni metáforas afortunadas. Sin construcciones hábiles. Psicología plana, como lápida, la de los presentes a la historia. Todo estereotipos. Desdramatizado. Pueril.

Incombustible a la producción
literaria, que es extensa. Desde
luego, con este HELLBOY no
hace méritos, me parece

Hellboy, gracias a esta historia, deja claro es “de interiores”: catacumbas o similares ruinas. Y nazis. Tan de interior es que la novela coge algún pulso cuando están bajo tierra, en esa extraña ciudadela de “gusanos de la Tierra” de la cual dimana la amenaza. El resto del relato, el pasado sexual de Hellboy, es tal nimiedad, pese a que entusiasme a Mignola, que podían habérnosla ahorrado. Nada ayuda. *Además, Hellboy es un “solitario” tipo duro (o “machista misógino”, en el garlar actual impuesto por el nacionalfeminismo fecundado por peleles y eunucos); le diluye mezclarlo con mogollón de personajes. Roban su protagonismo. Así que, dentro de una tramoya con agentes del MI5 y tropas internacionales durante la crisis de Libia y REAGAN, y luego la doctora ANASTASIA BRANSFIELD, su “pasado sexual”, se pierde entero. Queda noqueado.

Golden no sabe resolver solvente situaciones insólitas. Un ejemplo, o dos. Un monstruo estilo CHTULHU sale a la luz, y no induce al grupo citado el más mínimo-nimio estrés o pánico. Zombies prehistóricos intentan apiolarse a Hellboy, y el personal queda tan campante. Todo muy normal. Ni diálogos exaltados, miedos exudados, medidas extras de seguridad, histéricos exacerbados exigiendo escapar. Total: eran engendros revividos por el endiosado hechicero megalómano de turno deseando conquistar la Tierra mediante brujería. ¡Más peligro tiene cortarse con un papel, oiga!*A tal nivel discurre el talento de Golden. El drama no lo conoce ni de oídas.