Nunca hubiera existido SIN PERDÓN si SERGIO LEONE no hubiera reescrito el western al modo spaguetti |
CLINT EASTWOOD ha recibido suficientes
encomios por este filme como para añadirle unos cuantos más que, en el fondo, no
van a mejorar la excelente calidad del relato, un potente, lúcido,
desmitificador/revisionista guión que llevaba años durmiendo en un cajón a la
espera de director. Resalta todo lo auténtico que tenía el Salvaje Oeste, algo
muy distinto de aquello que plasmaban diversas facetas de la ficción. BUFFALO
BILL popularizó un tanto la imagen falsa/fantabulosa del Oeste en su
espectáculo itinerante, donde WILD BILL HIKOCK precisamente no destacó por buen
hacer.
En el Este, el Oeste era mezcla de
ruindad, despiadados indios asesinos, riqueza y vastas graves planicies donde el
audaz podía hacer fortuna, aunque la muerte también rondara. A un tiempo era boca
al Huerco, y al otro, al paraíso material que todo emprendedor (con o sin
escrúpulos) andaba buscando. Una mezcla de ilusión, magia, glamour y miedo recorría las calles de las populosas urbes situadas
a levante.
Fue empero imponiéndose la irreal, la de cowboys
siniestros de sombrero negro y los del blanco Stetson que defendían la ley a
ultranza respetando suerte de Nuevo Manual de la Caballería Andante/Galante
versión norteamericana. Las dime
novels populares de la época ayudaban a incrementar esa sensación de aura
dorada lejana en la pradera.
WILLIAM MUNNY llevaba años rehabilitándose; pero la apremiante necesidad lo incitará a hacer un "ultimo trabajo" como el de los viejos tiempos |
Esto lo refleja BOB EL INGLÉS, tirador-sicario
seguido por un biógrafo, BEAUCHAMP, que reescribe sus hazañas procurando
ampliar su gloria, enmarcada en los pequeños libros que redacta sobre él. Beauchamp
dibuja inmensa semblanza quijotesca de Bob, hasta que la realidad aplasta a
ambos la cara, representada por la ruda simpleza del sólido sheriff LITTLE BILL,
gobernante férreo, menos veces amable, de Big Whiskey.
Little Bill encarna al Oeste, como
WILLIAM MUNNY al desperado más feroz
que circuló por aquellas desérticas tierras. Hubo hombres crueles, pero cuando
los comparamos con otros, hasta contemporáneos, su maldad no es tampoco suceso
de veras extraordinario. Otra vez la distancia amplia las leyendas urbanas,
según va borrando, o procesando, encumbrando, desvirtuando, a figuras como las dos
citadas.
Y, de golpe, la cruda realidad. El rostro de BOB EL INGLÉS lo refleja con toda intensidad |
Beauchamp, entusiasmado con las mentiras
heroicas y difícilmente contrastables que Bob el Inglés fue surtiéndole, en su
interés y para mayor aureola de su nombre, se topa con un Oeste no indómito,
pero sí superviviente, con fascinantes reglamentos propios, y descubre que su
biografiado ha estado adulterando muchas verdades. Little Bill sí es a quien
conviene retratar, con justeza, porque no alardea; trata a diario con
personajes peligrosos que primero disparan y luego preguntan, muestra una
versión del carácter humano que desdeña las patrañas, curtida en el día-a-día
con la dura violencia.
Poco épico/noble tenían renombres como
los EARP. WYATT fue encumbrado por un Beauchamp que le tocó vivir. Pero era un proxeneta
asesino a sangre fría que, junto a sus poco fiables hermanos, propiciaron los
acontecimientos del mitificado OK Corral.
No querían competencia en su “otra actividad”. Y se encargaron de no tenerla.
Little Bill es leal retrato de Wyatt
Earp. Pero honesto. Carece, perdido en Big Whiskey, del Beauchamp que ¡aclame! hasta
su más mínimo-nimio gesto al desenfundar. Hay que dudar, de llegar a tener su
escriba, de que sus andanzas conmovieran sin embargo a la masa del populux, a
quien habían cegado las candilejas del teatro donde Buffalo Bill recreaba al
Legendario Oeste. El populux sólo ansía le distraigan. Ama la mentira ilusionante
de la ficción sobre la prosaica relación de hechos, aunque sean sangrientos.
Eastwood no obstante filmó al Oeste en su
desamable esencia con excelencia. No había vertiginosos pistoleros infalibles,
sombreros blancos caballerescos. Sólo putas rajadas, asesinos avejentados de
trémulo pulso, rudos policías, farsantes e ingenuos del Este que ven la luz en
el Oeste.