viernes, 23 de febrero de 2024

REGRESO AL FUTURO II — SIN PARAR: PARADOJAS

 

Afiche. Otro impecable trabajo
de DREW STRUZAN (¡aclamad
al ilustrador!)

Evitarlas es la gran obsesión dominante en esta trilogía ingeniada por los protegidos de $TEVEN $PIELBERG, alias ROBERT ZEMECKIS y BOB GALE, aunque tanto MARTY MCFLY como DOC BROWN las ejecutan sin cesar. Accidentalmente, esto es.

En la primera, anticipan elementos que veremos en sus continuaciones; sucede en el centro comercial, cuando Doc cita los resultados deportivos “del futuro” y blande un Colt contra los terroristas. El principal motor de esta secuela es la recuperación del maldito calendario deportivo que enriquece a BIFF TANNEN, consiguiendo cree una distopía que asesina a GEORGE McFly y le permite desposarse con LORRAINE, madre de Marty. Como sigul básico de la saga, luego está intentar re-devolver a 1985 a Marty, culminando el filme con el traslado de Doc al Oeste, complot para concluir la serie.

Entre los tantos detalles chuscos del filme está que el DeLorean puede volar y alimenta el condensador de fluzo con basura… mas Doc no puede mejorar el salpicadero del coche. El cableado, a la vista, como si en ese “futuro” que fue nuestro 2015 (y todos sabemos cómo fue 2015; de autos voladores, nanay) no hubiese ya piezas más compactas capaces de hacer esa función mucho más potente, práctica y discreta.

¡Bienvenido al futuro, MARTY MCFLY! El 
aspecto de lo plateado como sigul de que el
mañana-mañana será reluciente y perfecto. Dada
la vis de comedia de la cinta, un cachondeo a costa
del concepto "sanasimoviano" y peña asociada

Tampoco hay móviles, internet, ni la acechanza de las malvadas IA que tienen ahora al planeta prisionero de un absurdo COMPLEJO DE SKYNET. En vez de protestar tanto TANTO por las IA y su capacidad, más mejor haría la Humanidad por arremangarse y optimizarse a sí misma, explorar qué campos puede seguir reteniendo, o perfeccionar, para destacarse de las IA. Es más fácil autocompadecerse, empero.

Entrar a examinar las complejidades quánticas de Regreso al Futuro en lo concerniente a las paradojas que procuran evitar, aunque cometen, es avanzar por una tupida jungla de contradicciones que desarticulan todo el tinglado. Regreso al Futuro no puede ser valorada en rigor “científico”, porque entonces afloran fallos que la reducen al desastre.

El puñetero macguffin del almanaque deportivo,
infausta publicación que, al caer en malas manos,
tuerce todo el futuro/presente de Marty

Doc previene en la primera a Marty sobre las paradojas. Aunque nada más ‘aterriza’ en 1985, se carga un pino (adiós, Twin Pines Mall) y le dice al camarero negro que llegará a ser alcalde. Le estimula a serlo, porque, hasta ese momento, su porvenir era una vaguedad, difusos proyectos. ¿Pudo ser alcalde sin la sugerencia de Marty? Quizás no. Hasta pudo atropellarle un autobús cualquier día. Centrado en esa meta, supongamos puso más cuidado por dónde iba. Esquivó la Cierta.

En la segunda, el fallo más clamoroso apreciable es cuando Biff aborda el DeLorean y, en ayunas total de su funcionamiento, retrocede a 1955 para darle a su matonesca versión juvenil el puñetero calendario. ¿Cómo es posible? Sabe por una indiscreción del poder de la máquina, aunque no cómo se opera. Y allá va el tío: por dos veces efectúa un viaje.

Es obvio que la intención real de los creadores de la saga era alimentar su continuidad creando una distopía que por su incoherencia no escandalizase al espectador. Esto de las paradojas tiene mucha miga, porque nos previenen sus teóricos que no dar un paso en cierto momento, puede tener, de haber quedado ya establecida la línea espaciotemporal, dramáticas consecuencias que, exagerando incluso, descabalarían el Cosmos.

El colosal defecto de una secuela que se avinagra
paso a paso, para fermentar en la conclusión de
una simpática saga también emblemática
de Década 80

Pues Regreso al Futuro II reparte un buen puñado de ellas, indisimuladas además, con el único y ya citado objeto de proporcionar uranio al condensador de fluzo de la historia y tener la última secuela. Percatarse de su grosera pertinencia deslustra la película; en la primera, lo encubren mejor. En esta, sólo procuran proporcionar las catástrofes justas y resolverlas de manera elegante para depositar a Doc al Oeste y cumplir el expediente.

Un poquito más, y truncan no obstante toda la trilogía, al deteriorar su simpática factura.

viernes, 16 de febrero de 2024

LA NUEVA ATLÁNTIDA (I) — LA NUEVA ATLÁNTIDA

 

Cubierta del recopilatorio. En el
prólogo, ROBERT SILVERBERG
destaca la madurez de los autores,
imputándole una garantía de estilo,
manejo del lenguaje y la trama. Se
agradece el reconocimiento a la
experiencia y su sabiduría

Este volumen contiene tres relatos, novelas cortas casi. Pensé originalmente dedicar una sola reseña al libro, acaso algo más extensa de lo habitual, empero conforme avanzo su lectura encuentro más idóneo dedicarle dos críticas diferenciadas.

URSULA K. LE GUIN inicia el compendio con una interesante distopía norteamericana que menoscaba su extraño y ambiguo final. Redactada con elegante estilo, lo perjudica sin embargo la presencia de párrafos “oníricos” que la reputada autora dimite de explicar su motivo, u origen. Sirven estas cursivas para diferenciar distintos/átonos pasajes de la vida de la narradora, BELLE, paisana de alguna parte vecina a Seattle. Esa atonía de la narradora también daña al relato, porque expone cosas que exigen emoción, y no obstante se escriben con total serenidad, una resignada serenidad que suena narcotizada.

Las distopías como La nueva Atlántida empiezan a ser más relevantes conforme nuestra Zoociedad progresa. Son registros de alarma que van materializándose; en principio (lo digo por experiencia —SOGUETTO—) se limitan a ser especulaciones fantasiosas destinadas a complementar un determinado relato que palpita en tu cacumen, pero sin pretensiones de ser nefastos augurios a pocos años vista de cumplirse.

Mas acaban convirtiéndose en alaridos de banshee suicida que previenen de lo que se avecina con aciago acierto. Ya no sé si es por un discurrir natural de la Zoociedad, declive inevitable hacia el caos, Segunda Ley de la Termodinámica manifiesta, o porque una fuerza sobrenatural contacta contigo mediante asombrosa telepatía y te entrega la previsión a cumplirse en un futuro próximo, y quiere como sea prevengas para evitar se produzca tan negro por-venir. Es esfuerzo inútil: inevitable se cumpla la profecía, y acaso en algún extremo, queda hasta corta. La transmisión era débil ese día; las manchas solares la boicoteaban. A saber. Lo cierto es que no dio diana.

URSULA K. LE GUIN. Por supuesto
que el género no es ajeno a las mujeres.
Por fortuna, la señora Le Guin no nos asa
los gofres con una tontá máxima femirula;
va a lo suyo, y con mérito

Belle vive en una Norteamérica acechada por un Cálido Cambio Cli (interesante, dado que por esos entonces aducían nos encaminábamos a una nueva glaciación) y el país es una menesterosa dictadura donde las Corporaciones presiden mano a mano con el Gobierno. No se compromete apenas la señora Le Guin sobre cómo es ese Gobierno Federal, que tiene tendidas sus zarpas a todos los sectores, menos el energético, dominio exclusivo de las Corporaciones. Prohíben, so pena de prisión, desarrollar dispositivos que produzca energía barata. Son frecuentes los cortes de luz.

Todo lo empantana un extenuante ritual de formularios federales (aquí ¿sale la fobia que el estadounidense individualista siente por el Gobierno Federal, más que ser un recurso más del relato?) que tiene al FBI como brazo ejecutor de diversas cuestiones. En este caso: perseguir a científicos y matemáticos, como SIMON, marido de Belle (ahora el matrimonio está prohibido), que regresa a casa tras encarcelamiento en un Centro de Reeducación, gulag para suprimir listos. La inteligencia penaliza. Ya no el comunismo. En este sentido, La nueva Atlántida parece remozar la Caza de Brujas mccarthiana.

La cultura siempre es una amenaza para los regímenes totalitarios; en España lo vemos. Aunque en vez de suprimirla, para asegurarse su extrema fidelidad, y distorsionen la realidad hasta lo macabro, la sobredopa con subvenciones a actores izquierdosos, indignos lameculos profesionales, que luego niegan empleo a quienes no sean “de ellos”.

Hubo un tiempo en que
esta editorial "capitalizaba"
el género, el cual tiene una
fea costumbre: el dejar finales
tan "abiertos a interpretación"
que sólo producen confusión

La calidad de vida general en esa Norteamérica es tercermundista. Malos vehículos. Servicios decadentes. Leer estos pasajes, de esta u otra novela, hace preguntar cómo será el resto del mundo. Se sugiere que mejor; hasta China es más libre que EE.UU. ¿Qué les ocurre a los norteamericanos? ¿Anhelan ser dictadura para descubrir su fortaleza anímica para luchar por su libertad? Tanto lo sugiere esta historia, contemporánea de obras como LA LARGA MARCHA o EL FUGITIVO.

Es una pena que la aparición de otra Atlántida en el Pacífico quede sin el adecuado relato. La censura estatal de la información no justifica que Le Guin acabe de manera tan insípida/abrupta su sugerente distopía, que anticipaba sucesos de nuestra actualidad.

viernes, 9 de febrero de 2024

EL JUSTICIERO DE LA NOCHE — CUTREIMPACTO SÚBITO DE ARRABAL

 

Afiche. Sin duda pésima cutrería
que, empero, ¡oye, se las apaña
para que la veas en la TV si la
pasan a hora conveniente!

Alguien con mando vio IMPACTO SÚBITO, el último DIRTY HARRY estrenado, y se puso de rictus erectus pensando que su concepto iba de puta madre magistral para la tercera entrega del vigilante “forzoso” PAUL KELSEY. Podía CHARLES BRONSON rivalizar con un justiciero CLINT EASTWOOD. Tal intención la delata el Wildey de .475, émulo del más elegante AutoMag .44 Magnum de Eastwood. El Wildey exteriormente se le parece, empero su robustez lo sugiere trasto aparatoso necesitado de algún rotundo soporte para ser disparado y acertar.

MICHAEL WINNER (financiado por la inefable Cannon) cuanto más rueda un episodio bestia de THE A-TEAM, sin sus televisivas limitaciones censoras; desaprovechando esa ventaja, Winner puebla el filme de insuficiencias e inexpresivos actores otoñales para crear un “balsámico” o “terapéutico” relato de catarsis ciudadana harta de criminales, a quienes aquí ve reventados a tiros, cosa imposible suceda en la vida real.

El cine de vigilantes conoció su auge durante Década Ochenta merced al rechazo del populux de las leyes izquierdosas que preferían exculpar a los criminales apelando a su procedencia marginal, antes que amparar a los asaltados trabajadores o esposas, o hijas, que podían ser violadas con impunidad y recibir el agresor sentencia leve. Eso duele. La gente se satura de injusticias. Ciertos temas sensibilizan a la población más allá de

El auténtico motivo que justifica este rodaje es,
imitación aparte de
IMPACTO SÚBITO, hacer
tronar ese calibre. De paso, imputarle a CHARLES
BRONSON la ausencia de emociones convincentes
en su papel de vengador venido a la ciudad a limpiar
las calles de ese barrio

(la Cúpula del Trueno)

lo que creen los mequetrefes progresistas, quienes se consideran más listos que el resto; se permiten menospreciarnos, infravalorar nuestra inteligencia. Nuestros sentimientos.

RONALD REAGAN encarnaba asimismo una idea de firme lucha contra al crimen; avalaba así el que cualquier menda (JOHN EASTLAND, Paul Kelsey…), ofendido por la máxima afrenta (y las de Kelsey son supremas), limpiase las calles de lumpen, aunque centrase su actividad en su pura venganza personal. No como THE PUNISHER (o su fuente, THE EXECUTIONER), cuya guerra-contra-el-crimen es más/menos global.

El ocio actual tiene estandarizado al vigilante. Pero en los tiempos a los que aludo, Harry EL SUCIO era un escarnio sangrante que merecía la más estricta inquina liberal. La Zoociedad de liberales de limousina siempre amparan más al verdugo que a su víctima, por postureo, dejar bien en el papel couché y ante los pares de tu entorno. Rarísimo será que uno de estos liberales sufra una tragedia criminal estilo Kelsey; mas, cuando les toca, rápido exigen sangre. ¿Dónde quedan tus escrupulosas sensibilidades socio-morales?

Bronson contagia la ausencia de emociones 
convincentes a todo el elenco, que, o se pasan de
histriónicos, o se quedan cortos, como este sujeto
con la caja de cartón; violan a su señora, que luego
muere por complicaciones médicas... y se queda
tan frío. Nada de pedir la venganza que Bronson
ejecuta sin tapujos, pues también le fastidian un
ligue que se hace casualmente

Destaco de El justiciero de la noche su nula calidad dramática, aunque excite primarios instintos (la defensa, la protección, la justicia). Los (económicos) actores eluden mostrar cualquier emoción real, despliegan habituales clichés “de conveniencia”; a Kelsey lo manipula/apalea/protege un arquetipo de policía de los años del Muro Azul. La actitud de Kelsey es la de a verlas venir cuando aparece en ese barrio neoyorkino como un cowboy vengador (el relato posee sutil reminiscencia de western). No refleja actitud fría, metódica, acechante, decidida, del justiciero que suponen/esperan es. Tiende groseras trampas predecibles que, sin duda, pueden parecer efectivas a un espectador poco exigente. A cualquiera con más verbos, ofende su tosquedad. Por su puerilidad incluso.

¿Entretiene? Sus taras la deslucen. Su previsibilidad es otro elemento negativo, sumado a la escasa calidad actoral/artística general, así como su factura de saldo. La historia carece de auténtica pasión; decide ser una distracción de desalmados violadores punkies cosidos a tiros, sin querer apelar a la habitual, aunque socorrida, inclusión de mafiosos especuladores inmobiliarios que quieren realizar violentos desalojos; eso donaría materia dramática. Sin embargo, su bajísima factura tiene la virtud de hacer que películas como EL EXTERMINADOR o LOS ELEGIDOS sean colosales, en contraste.

viernes, 2 de febrero de 2024

CAMISA NEGRA DEVUELVE EL GOLPE - (BLACKSHIRT Nº 3) — BRITHIS PULP

 

Cubierta patria. Desde el 
Franquismo nos llega este pulp
oriundo de la Gran Bretaña. Un
tesorito para quienes sabemos
apreciar estas cosas

La Guerra Fría produjo célebres iconos de la ficción de espías. KIM PHILBY parece carecía del atractivo de BOND, JAMES BOND, o MODESTY BLAISE, e incluso, este personaje creado por BRUCE GRAEME. Pueden reflejar, fantaseando de lo lindo, algo que tenía más de prosaico y carente de glamour (aunque de violencia muy superior, empero —EL AMERICANO IMPASIBLE algo de esto puede decir—) que de vertiginosa andanza bondiana, es decir: los cacharritos, los Ashton Martin, los cócteles o las beldades-amazonas que podían cuan mantis religiosa seducir y liquidarte tras copular.

Mundos entrelazados con los bajos fondos, donde una figura teatral sobresalía, la del villano que tiene más de figura de TBO que de siniestro cabecilla de una célula de espías rusos, o jefe hampón. El bajo fondo suministraba matones más/menos peligrosos (con cierta tendencia asimismo al histrionismo) y servían para que el héroe, o heroína, demostrasen habilidad dando palizas o sabiendo chuleárseles. Rellenaban además páginas, preparando al lector para el enfrentamiento final en la fortaleza donde se agazapaba el caricaturesco supervillano.

Graheme conjuga en esta elaborada narración a tres de estos iconos ficticios. RICHARD VERRELL, alias el aventurero Camisa Negra, es Bond, James Bond, Modesty Blaise y LA SOMBRA, aunque de este último sólo toma una vaga apariencia de nocturnidad. Tiene hasta algo de ARSÈNE LUPIN, porque se aparenta bon vivant. Hay incluso cierta pizca de FU MANCHÚ la historia, centrada en un Londres que, a ratos, parece contemporánea del siniestro chino.

Un joven BRUCE GRAEME
incorpora su CAMISA NEGRA
a la pléyade de personajes que
oscilan entre el delito y el
espionaje de la Guerra Fría

Esto va de que el escritor (encima, cachondeo) de novelas policíacas Verrell escucha, por accidente, una conferencia entre un extorsionador y una damisela que suplica piedad en vano. Esto suena a CHARLES AUGUSTUS MILVERTON. Sigamos la pista. Como hace Verrell, ya transformado en Camisa Negra, audaz metomentodo que se siente obligado a resolver entuertos en la mejor tradición quijotesca. La dama le ha conmovido, y ¡procede! Graheme va desvelando (¡bien!; esta es la tercera novela —de diez—) antecedentes del héroe, quien cabalga entre el lumpen londinense y la conspiración comunista por derrocar Occidente, estropeando cuanto proispuede los planes de unos y otros.

Camisa Negra (vaya apelativo; al momento piensas en los fascistas italianos) tiene una Némesis: VAN HOFFMAN, deformado tras un previo enfrentamiento que sostuvieron ambos. Bajo la supuesta identidad de “FERGUSON”, extorsiona a señoras situadas en puestos claves, ora el comercio, ora el Gobierno. Las compromete con fotos un gigoló pobretón que tiene a sueldo. Verrell quiere finalizar esta insidia. Obtiene más aventuras de las deseadas. Conocemos que, a veces, colabora con una sección francesa de contraespionaje, la cual le dona el auxilio de GUY ROBBINS… que consigue caerte mal.

Camisa Negra en un puñado de relatos;
hay golpes de infantilismo en este
ejemplar; por ejemplo: Camisa Negra
irrumpe en la "base del malo" y éste,
en vez de exigirle se quite la capucha
que le enmascara, para ver qué clase
de elemento le amenaza... ¡le permite
continuar encapuchado! La prosaica
vida real actúa de otro modo

Lo curioso de Verrell/Camisa Negra es que se mete motu proprio a vengador anónimo (perseguido por la policía). Por lo común, aun DOC SAVAGE decide resolver kanalladas porque mataron a su padre, más allá de su intrínseco amor por los jaleos peligrosos. Hace falta una catástrofe personal de esa índole para motivar al héroe. Es extraño ese amor por el riesgo por carácter, en la literatura. Lo norteamericano suele ser el drama=acción.

Otro detalle peculiar es la calidad literaria del pulp británico (Bond, Modesty, Camisa Negra) frente al estadounidense en cabecera: Doc Savage, La Sombra, BILL BARNES. Es su lenguaje más sintético, cinematográfico; persigue el dinamismo visual, la viñeta, más que un estilismo erudito que demuestre la capacidad del autor y sus conocimientos en gramática (ROBERT E. HOWARD entraría en esta categoría). Es como si el autor inglés entendiera que un personaje pulp no tiene por qué ser fast food en prosa. Merece el respeto de un prolijo lenguaje culto, porque de ese modo también reconoce al lector inherente inteligencia, o buen gusto. Quedando ampliamente satisfecho con esta lectura, espero abordar pronto las restantes. Os lo recomiendo.