viernes, 25 de noviembre de 2022

LOS JUGADORES DE NO-A — CANÒNICA CIENCIA FICCIÓN PARA FLOJOS

 

Portada de la edición comentada.
Algún día habrá que hablar de los
libros de Acervo. Vista esta imagen.
te pensabas abría matraca en plan
TROPAS DEL ESPACIO, empero...

Lamentaba STANISLAW LEM que la ciencia ficción se había tirado a la distopía, abandonando los cánones “habituales” de los viajes interestelares, las naves-pepino estilo FLASH GORDON y, en resumen, todo cuanto GEORGE LUCAS sacralizaría en LA GUERRA DE LAS GALAXIAS.

Tras leer esta presuntuosa novela de ALFRED E. VAN VOGT debo discrepar con Lem, el de que la buena ciencia ficción es la que te embarca en una nave-pepino para viajar hasta tres mil años luz del núcleo de la Vía Láctea. Porque…

…esta novela se soporta sobre esos presupuestos para provocar tedio e irritación. Más aún, esta es una novela calientapollas. Sabéis lo que es una calientapollas, ¿verdad? Vale: aplicádselo a esta secuela de EL MUNDO DE LOS NO-A, que admito no haber leído.

Es “calientapollas” porque Van Vogt se hincha a amontonar exóticos elementos que luego quedan en nada. GILBERT GOSSEYN, el puñetero mutado-clónico bicerebral (imaginad qué tamaño de tarro; Mr. Van Vogt: no hacía falta incrustarle otra sesera: ¡con que sólo desarrollara más su propio cerebro, esa gran cantidad de neuronas que dicen tenemos desperdiciadas en el cráneo, bastaba!), dotado de impresionantes facultades (de tal calibre que dejan a los CABALLEROS JEDI como bataneros) empero que arrastra un colosal lastre: está siempre dominado por la vacilación, la duda, el análisis de la situación/el sujeto, perdiendo tanto TANTO tiempo en evaluaciones que el mismo curso de la trama (que Van Vogt ralentiza para hacerle quedar héroe) amenaza con comérselo capítulo tras otro.

ALFRED E. VAN VOGT con aire de respetable
intelectual Década 50. Sí, estoy muy contento de
escribir parrafadas moñas para mis personajes
moñas, que, encima, son vanidosos que te cagas

Van Vogt, uno de esos ¡aclamados! autores pretéritos endogámicos, luego está obsesionado con los Grandes Números, al decir de ALAN MOORE. Por un lado, aceptas sus cifras pues, dada la enormidad del escenario de Los jugadores de No-A, nuestra Galaxia, ampliamente poblada por humanos (¿no había huequecito para los alienígenas, hostiles o no, entre tantas miríadas de estrellas?), es comprensible que hable de miles de millones (o más) de soldados o víctimas en planetas habitados al nivel de la Tierra (de esto ahora nos ocupamos). Asimismo, que el desplazamiento de las flotas, defensivas o agresoras, sea de muchos miles de naves, resulta consecuente. Es la gran era de los teletransportadores, por cierto, y de los Pronosticadores (augures).

Mas lo articula de tal manera (¡derribadas nueve mil naves! ¡Perecieron cien millones!) que, no sé por qué, causa hasta irrisión. Van Vogt desprende la idea de que debe apabullarte no con las secuelas de la tragedia, sino con el balance numérico de la guerra, desarrollada por la Liga con el Supremo Imperio del codicioso ENRO EL ROJO, quien termina descubriéndose pelele de EL DISCÍPULO, dos personajes coitus interruptus.

Portada de la precuela. Seguro
que es tan fatigosa como su
precuela. Otro
coitus interruptus
de la ciencia ficción clásica

Gosseyn irrita. Esas sobreprecauciones que siempre anda tomando en una novela “de capa y espada”, la cual termina reduciéndose a que una gresca que tengas en la cola del supermercado es más violenta, exasperan, ralentizan, hastían. Luego, está lo de que puede teletransportarse adonde quiera, porque es un No-A, y si no dividen el Mar Rojo, o resucitar LÁZAROS, es por modestia.

Van Vogt describe un furiosísimo enfrentamiento entre armadas; no dedica una página (que es obligado) a relatarlo. Lo resuelve todo con que entra un heraldo pregonando: ¡Las cosas se han torcido! ¡Hay tregua!, que deriva en el incongruente y estúpido final donde, de nuevo, la grandilocuencia devora los elementos esenciales del relato.

Sí positivo destaco que Los jugadores de No-A inspira a dos mejores novelas, al menos, que aprovechan mucho mejor sus exotismos: ¡TIGRE! ¡TIGRE! y DUNE. La misma estructura como se presentan los capítulos recuerda los de Dune: un breve prólogo que debe hacer alusión, si no a lo que contiene la sección, al entorno general que cuenta la historia. Los No-A son una escuela de pensamiento “superior” que procura rehuir de lo “animal” (lo aristotélico), algo BENE GESSERIT en cualquier sujeto al que apliquen su disciplina. Dune, sin embargo, es más incisiva, arriesgada, imaginativa y pulida que Los jugadores de No-A, donde pueden teletransportarte, quedándote tan pancho.

Imagina: sentado leyendo esto apaciblemente en tu casa, ¡y de pronto te materializas (o sea: te matan, porque te disgregan, para reintegrarte donde sea) en medio de la playa! El pasmo, cuando menos, es mayúsculo. Pues, no. Aquí Gosseyn traslada a la gente a capricho, quedando las víctimas tan campantes, como viendo llover.

Esta también es tremenda. Otro
montón de interesantes supuestos
que Van Vogt consigue marrar. Va
conviniendo dejar de adorar a estos
escritores, por muy primigenios
o pioneros que fuesen, ¿vale? Que
lo sufrimos ahora nosotros

La jactanciosa Los jugadores de No-A bordea la historia tipo “dos tipos hablan (mucho) en un despacho”, otra asentada calamidad de la ciencia ficción. Sin duda, sobre todo para los lectores de la ciencia ficción endogámica-para flojos, que esta lo rezuma por los cuatro costados, la ¡encomiarán! por ser uno de esos celebrados truños de la “Edad de Oro” que, valorada con justa objetividad, no era tan aurífera como quieren vendernos. Ni aliens, ni celulares, ni robots, ni inteligencias artificiales, pese a preconfigurarlas (no había valor para teorizar a fondo al respecto, ¿verdad, SAN ISAAC ASIMOV?), aplicándoles a todos los mundos citados los mismos valores de gravedad, o clima, que la terrana, porque no querían admitir, o especular, con condiciones distintas. Como esa perra de Venus terraformado. Menuda gesta, dado el desastre de planeta que es.

Me exaspera lancen encendidos elogios sobre estas novelas de la cuestionable “Edad de Oro”, escuetas de coherencia, torpemente dialogadas (indicio de que el autor no se maneja bien con el desarrollo de los personajes, sin discurso psicológico interno; son sólo marionetas, sin carisma, en plan gótico) y desprecien otras posteriores porque vulneraban la ciencia ficción para flojos. Imagino a Van Vogt leyendo TROPAS DEL ESPACIO… ¡llevándose las manos a la cabeza alarmado!

Ni me atrevo a especular sobre
esta, que seguro te estresa

¡Combates desde el primer capítulo! ¡Naves espaciales luchando! ¡Soldados vapuleando, o siendo breados, por alienígenas! ¡Señor-SEÑOR! ¿Adónde vamos a llegar? ¡Esto es intolerable! ¡Mira esos tíos, cómo corren durante la instrucción! ¡Tengo agujetas de sólo leerlo! ¡Y tiros! ¡Y explosiones! ¡Atómicas o no! ¡EXPLOSIONES! ¡Señor-SEÑOR! ¿Adónde vamos a llegar, con estos talámicos aristotélicos desbocados?

Esto Gosseyn lo resolvía moviendo el alambre con sus dos mentes, ¡quedando luego tan alelado como al final de mi portentosa novela!, incapaz de comprender que a un recalcitrante fanático religioso, que ha impuesto tal férrea disciplina a los acólitos, que cuando éste mata a su dios, por el cual él ha matado, ¡los fieles corren aullando hacia él ¡para descuartizarlo con las manos desnudas por supremo iconoclasta hereje!! Hasta esa lógica elemental defrauda Van Vogt, con su torpe sentido del pacifismo moñas.

viernes, 18 de noviembre de 2022

MCQ — EL DEL COCHE DE VIEJO VERDE

 

Afiche. DIRTY HARRY tenía
el .44 Magnum. MCQ un MAC
10. Pienso que los de INGRAM
pagaron la cinta para
publicitar el subfusil, fíjate

Con cierta edad, verte pilotar ese tipo de deportivo (creo que el de STEVE MCQUEEN en BULLIT) delata que no has superado la crisis de los cuarenta: ¡sino que la encadenas con la de los cincuenta, precisando DESEPERADAMENTE atraer veinteañera compañía femenina mediante ese coche para sentirte aún potente y sexual-funcional!

Comentan que JOHN WAYNE estaba pensado interpretara a HARRY EL SUCIO. No sé si llegaron o no a ofrecérselo; lo cierto es que McQ es un fondón calco del polémico policía de San Francisco, con matizaciones que quiero resaltar. Sospecho que a Wayne le sedujo la idea de encarnar a un policía expeditivo, fascista sin más, y se la traía floja qué mala prensa gabacha había tenido DIRTY Harry. Problema: a McQ no lo respalda el intelectual JOHN MILIUS para darle un fondo cultural/coherente a los disparates.

Mientras Harry el Sucio brea a un sospechoso in situ, McQ empitona al menda al que le tiene hambre dejándolo tundido en un water público porque es su política. Sin duda, McQ, estilo violento policía corrupto de novela de JAMES ELLROY, en los cincuenta y sesenta agarraba la primera guía telefónica que viera sacando confesiones a listinazos. Dagos, cholos, negratas, micks… arreaba lo que fuese. ¿Necesitamos un culpable? Lo fabrico a golpes. Ya se apañen luego con los maricones de los derechos civiles.

McQ mostrando a un sospechoso lo que piensa de
la
Ley Sí-Soltamos-Violadores-Sí femirula. No,
en serio ahora: estos son sus métodos policiales
de interrogatorio, Y tan pancho, oigan

Mientras Harry el Sucio procura a su manera no obstante seguir el código, McQ allana propiedades de sospechosos porque es su política, coño, no me discutas, y que luego la fiscalía apechugue con mis pruebas inadmisibles. ¿Que necesito unas pirulas, para pagar a un confidente, o entonarme? Zamarreo a un yonqui conocido y obtengo el material. Este es mi mundo, mis reglas, mi política, y jódase el que no quiera aceptarlas.

Este viene a ser, grosso modo, el tenor tanto del personaje como la cinta. Una que se esfuerza por ser copia de HARRY EL FUERTE, tanto TANTO que, en algún momento, alguien advirtió que el parecido era tal que podrían demandarles por plagio. Así que le dan un giro “de última hora” saliendo del atolladero con una trama de policías corruptos que cambiaban droga por azúcar en la brigada y hacen que AL LETTIERI fuese de veras el malo por el cual estaba cobrando. Mas hay un momento en que sí: esto parece un complot policial al estilo de “El Fuerte”.

McQ aún así tiene conocidos que le consideran
un tío civilizado. Cuidado, Mac: aquí hay tomate

La película parece beneficiarse de un cambio de opinión sobre el crimen, la policía y la violencia. Hasta entonces, luchar contra el delito, en plan LOS INTOCABLES, tenía algo de cruzada virginal. Mas una delincuencia rampante (más drogas, más violaciones, la metamorfosis mental que la sociedad norteamericana sufría al ver que su poderosa maquinaria militar no podía abatir a un puñado de pijamas negros vietcongs, ya anticipando una vergonzosa derrota, los derechos civiles, la divulgación sin complejos en medios de comunicación de hechos que preferían ocultar tras la panza de un racista sheriff pueblerino bendecido sin embargo con el beneplácito popular por representar cierto conservadurismo calvinista) hacían más tolerables las propuestas como McQ.

Las junglas ponían de rodillas a EE.UU. Así que considerarían: Vale, esa lucha está perdida, admitámoslo. Pero la de nuestras calles, con escolares drogatas y violadores, negros contestatarios y spaguettis que ceden a las Triadas terreno, jamás. No cejaremos. 

El COWBOY ETERNO se
pasa al siglo XX automático.
Y lo disfruta, oigan

El éxito de la imagen implacable de Harry el Sucio la acepta sin complejos John Wayne (que no le va) al asimilar, dentro de su cacumen, la comparación: Tíos, en el fondo, las calles de Seattle (o Frisco) no son distintas de las de Lincoln en 1880. Es un western, sólo que en vez de ir a caballo, viajo en deportivo de viejo verde. Y combato el imperio de la droga marsellesa que afecta a mi Departamento y a mi amigo, en vez de a cuatreros. Mas sale rana. Pues no, no convence el Cowboy Eterno como poli duro.

Ni en esta, ni en BRANNIGAN, donde repite los estándares de brutal intransigencia.

viernes, 11 de noviembre de 2022

CORRUPCIÓN EN LA POLICÍA — TRAS EL “MURO AZUL”

 

Portada. Prepárense para ver ese
lado de la policía, secreto y 
demasiado humano, que puede
explicar ciertas conductas que
frisan, o caen, en lo delictivo

El término “Muro Azul” define, creo aún, a la muralla corporativa tras la cual el NYPD se oculta. Cierto que bajo este adjetivo pueden asilarse otros colegios, como el médico o el de abogados. Una ley de omertá, de protección de los integrantes de esos gremios, frente a agresiones externas, aunque esas “agresiones” sean legítimas denuncias contra actuaciones dolosas de, por ejemplo, una práctica sanitaria negligente, o actitud policial (o política) incorrecta, directamente ilegal.

Quien quiera rompa este código de silencio, miembro de estas sociedades herméticas, es de plano considerado un JUDAS, una rata, traidor merecedor de todo desprecio y lo malo que le pase. En justicia, en todas las profesiones existe este corporativismo, aunque en unas es la represalia más fuerte que en otras.

Concretado este punto, ¿cómo debo describir la conducta del autor de la novela que nos ocupa, WILLIAM J. CAUNIZT, antiguo agente de policía metido a escritor? Porque lo que hace palpitante su narración es la descripción de conductas de los agentes que nos deben causar, cuando menos, inquietud. Estamos a comienzos de Década 80, inicios de verano, el teniente DANIEL MALONE protagoniza una historia propia de una JUNGLA DE CRISTAL, el principal demérito (traducción aparte) de la obra.

Mientras, Caunitz cuenta que los coches patrulla van atestados de basura y latas de cerveza. Los patrulleros encajan debajo del asiento del copiloto packs de seis latas. Van aquí/allá al desayuno, el almuerzo, la cena, un entremés… sin pagarlo. Mejor: lo fingen. El agente asignado entrega un billete de dólar y el propietario se lo devuelve en calderilla.

WILLIAM J. CAUNIZT, con esa gorra
de pescador, revelando asuntos íntimos
del NYPC que no sé cómo les sentaron
a sus compañeros...

Los tíos, siempre pensando en sus adulterios, parecen más interesados en cumplir su jornada laboral en lugares discretos donde jalan cerveza (no café, como suele verse en las películas) o haciéndose algo el loco cuando les reclaman para que atiendan una denuncia. Consideran natural aceptar sobornos o actuar de manera apática (siempre que no sea tan flagrante que cause escándalo público, que implique a la prensa) como compensación de una profesión esforzada, arriesgada e ingrata con excesiva frecuencia.

Haciendo este pormenor, ¿no es Caunitz una rata, no viola la omertá del Muro Azul? Tras leer su libro, basado sin duda en experiencias personales (detectas alguna que sí, la vivió in person, atragantándole de tal modo que la escupe en estas páginas para exorcizar qué asco sigue produciéndole recordar “la hazaña”), cuando miras un coche patrulla, y más neoyorkino, de inmediato revives esas imágenes de abandono, corrupción y adulterio, recelando de la diligencia del “caballero de azul” (título de una vieja serie de TV protagonizada por GEORGE KENNEDY). Cierto, remarco, que generalizar es peligroso, aun injusto. Habrá muchos agentes que actúen responsable, profesional y competentemente. Empero la sombra ya está echada sobre la total integridad del Cuerpo.

Otra de sus obras, donde se
despacha otro rato, como en
su momento reseñé

Veréis: no es una novela de JAMES ELLROY, ficción policial redactada por alguien de afuera del Cuerpo, aunque le “soplen” agentes amigos detalles o leyendas. Se trata de un mismo miembro del Cuerpo el que vacía el costal. De ahí que me pregunte, de nuevo: ¿incluyen los policías neoyorkinos a Caunitz entre las ratas del despreciado Departamento de Asuntos Internos, siempre tan mal retratado y ODIADO?

El pulso general de la novela, el compendio de valiosas informaciones sobre la policial metodología seguida en investigaciones, las mismas vivencias reflejadas sobre unos policías de conducta más que reprochable (por ejemplo el detective que transformaba en suicidios todos sus homicidios), es magnífico. Excelente. ¿Qué ocurre? Caunitz, que ya iba sobrado con la resolución del asesinato que involucra al aún idealista Malone, íntegro en gran medida, ¡lo complica sin necesidad con una trama político-megalómana-israelí digna tanto de JOHN MCCLEANE como de JAMES BOND!, lo cual descuadra, por entero, lo estupendo del libro. Prevenidos van, futuros interesados.

viernes, 4 de noviembre de 2022

EL GRAN LEBOWSKY — DE BOLERAS, PORNÓGRAFOS, FLOJOS Y PARÁSITOS

 

Afiche. Los antitéticos protagonistas
de esta comedia con tintes
noir. Uno,
todo pereza; el otro: acción sin
sentido. Y así componen esta cinta

Los HERMANOS COEN desarrollan otra faceta de su extravagante Universo repleto de singulares personajes incrustados en una cotidianeidad no menos esperpéntica, sujetos que han ido impostando sus torcidas idiosincrasias en la Sociedad hasta hacerlas correctas maneras de proceder. Lo empapan todo con su particular humor, elaborado, fino, irónico, que perfilan las actuaciones de los intérpretes de sus filmes.

Esta vez presentan a JEFFREY Lebowsky, un redomado vago que va a casi todas partes en playeras y albornoz, como sarcasmo hacia OBI WAN KENOBI. EL NOTA (como prefiere le conozcan) no da un palo al agua. Vive en un mundo de boleras, drogas y prolongados baños mientras va al super en playeras y albornoz. El Nota es parasitario absolutamente, empero es un inofensivo parásito simpático, cuyas fuentes de ingresos son ignotas. Es también antisistema, aunque al ser un flojo, pasa de peleas.

Toda su voluntariosa energía la consume en la bolera, donde comparte anécdotas con compañeros no menos extravagantes. La cinta es una cítrica épica basada en parte en esa pasión deportiva norteamericana, donde el rumor de las bolas, el estampido de los bolos derribados y el destello de las luces en las pulidas calles compone toda una cultura.

Un Maestro Jedi de las boleras; no
puedes evitar establecer la comparación
viendo este fotograma

La bolera asimismo atrae a elementos de igual extravagancia, creando una Liga de Freakies Extraordinarios comparable a los cosplay del TBO o el Manga. Es suficiente el análisis que los Coen hacen de este tipo de relaciones y pasiones, pues más profundizan en la odisea de El Nota, involucrado involuntariamente en un rapto, una confusión de identidades, unos estrafalarios filonazis, un magnate del porno y la alocada chica florero implicada en una competición familiar por saquear una fundación.

El otro Lebowsky de la historia, que lo tiene todo liado y obliga deterioren la alfombra de El Nota, es un vehemente paralítico que recuerda a ese supervillano de Marvel, MODOK. Va avasallando a todo Dios en su silla de ruedas motorizada, empitonando verbalmente a cualquiera que decida, o no, arrostrarle, envuelto en un aire de productiva respetabilidad calvinista (tan cara al estadounidense), aunque luego resulta ser otro vago redomado. Al menos, El Nota es sincero. Desparrama por donde sea que aterrice su falta de modales, de compromiso, de energía laboral.

Ahí los tienes otra vez, con ese STEVE BUSCEMI
que termina poniendo la nota trágica a la comedia


El Gran Lebowsky sobre ruedas disimula su pereza crónica con su aire de firme actividad (¡hagamos lo que sea, aunque sea inútil, pero que vean nos movemos!). ¿Resultado? La Sociedad acepta al Gran L porque viste de marca y su perentoria voz sugiere frutos. El Nota es una excrecencia en albornoz que vive para amar los bolos y, sin quererlo, verse implicado en un absurdo desfalco que termina matando a uno de sus compañeros (STEVE BUSCEMI).

Contrapartida igual de vehemente del Gran L es el personaje de JOHN GOODMAN, el neurótico vet de Vietnam que sin parar extrae de su distorsionada memoria batallas que arroja a la palestra para demostrar que, como sangrar y echar tripas, nadie como él. Embarulla todo aún más (el episodio del maletín en el puente; el del deportivo), mostrando la cara de la falta de prudencia o reflexión del que está poseído por emociones volcánicas que, ora estallan en sus vivencias bélicas, ora exponen compromiso con el judaísmo (aunque sea católico polaco), cosas que acaban irritando a El Nota. Sin tapujos se lo recrimina varias veces. Son sandeces. Vives de tonterías. Inventas paranoias. Tras la galerna, quedan tan amigos. Sí. Acabas congeniando con El Nota.

La inefable fauna de los freakies de las boleras.
Por doquier cuecen habas, es la conclusión lógica.
Al menos, éstos no van por ahí diciendo que 
desactivaban bombas en Afganistán, completa y
trágica mentira de algún GRAN FLOJOWSKY
vampiro anímico ansioso de atención ajena

No es como algún cornudo Gran Flojowsky poetastro, que inventa aberrantes historias de sus violaciones infantiles o disparates de madres que abandonaron al niño violadito para “victimizarse”, querer dar pena penita pena a bujarrones y putas. El Nota, apechuga. El Gran Flojowsky: lloriquea para magnificar su imagen de sensible ‘literato’ “acosado”. Estampa asquerosa de un repugnante y cobarde ejemplo de “ser humano”, en suma.