viernes, 23 de febrero de 2018

PUNISHER – EN EL PRINCIPIO — CONTADO CASI AL FINAL

Historia de un obseso con la disciplina y
las armas; la portada lo demuestra

GARTH ENNIS, hombre poco dado a decepcionar, no como BRIAN AZZARELLO, sui generis relata en tono crepuscular los comienzos de aquél vigilante emanado del pulp de DON PENDLETON titulado THE EXECUTIONER, y que GERRY CONWAY adaptara a las viñetas porque era uno de sus personajes favoritos. Por tanto, consideraba merecía hacerse un merecido lugar en la Historia de la Historieta.

Durante los años que median entre los desvelos de Conway y el momento en que Ennis toma las riendas suceden abundantes aventuras ilustradas por una plétora de autores acaso más extensa que de guionistas, quienes han procurado mantener al personaje tan fresco como fue posible… llevándolo no obstante al increíble absurdo de convertirlo, si bien recuerdo, en suerte de ángel sicario tras el suicidio de FRANK CASTLE. ¿Quién mejor para hacer su sancionadora tarea? (Cristo: ¿a quién se le ocurrió este disparate?)

Excluyendo mi consideración sobre que un personaje con una negatividad tan intensa como un vigilante pueda tener una continuidad de calidad en las estanterías de las tiendas de TBOs, porque la maldad será mucha, debido a que se repite sin cesar, y las soluciones no dejan de ser soga-cuchillo-revólver, siendo preferible por tanto tenerlo como en reserva, con pocos números al año, dos como mucho, empero la industria arroja con regularidad nuevas aventuras del sujeto, prendiendo nuestro interés con más/menos atino, y de ahí que se busquen ya salidas tan desesperadas como la citada poco antes.

Tarea pendiente. Herramientas listas
Sin embargo, a veces hay suerte. Y el guionista adecuado recibe la inspiración oportuna creando la mágica Era de Acuario que brinda historietas memorables como la que comento, volumen servido en plan novela gráfica. Ennis tiene, hay que admitirlo, tarea complicada. Punisher lleva mucho tiempo en la palestra; sus argumentos son bastante limitados. La cantidad de porquería sobre la cual el escritor debe trepar para darnos una sorpresa: enorme.

Pero lo logra; acaso esto sea lo más meritorio del ejemplar. Para conseguir estimularnos, Ennis rebusca en el interior de Punisher según el dibujante, LEWIS LAROSA, lo traza viejo; un vet del Nam sexagenario, harto de palos y con rodaje excesivo, que agotó todos los trucos para seguir tirando con su siniestra ocupación. Para ejecutarla, desarrolló una suerte de autismo en torno a un lema un tanto mesiánico: Soy el único capaz de devolver la cordura al mundo. Repítelo cien mil veces. Te convencerá.

En el principio bucea dentro del personaje. No es la habitual peripecia saltimbanqui que pudieras esperar. Sino una introspección de las motivaciones de Castle para continuar, tantos años, tantas palizas, tantas sucias experiencias sufridas, en la brecha. No es el único que pone sobre el tapete sus entretelas para ser examinadas. El conductor de esta tramoya es MICRO, el viejo colaborador de Castle, quien según disecciona a Punisher, empeñado en rescatarlo “para el Bien”, va descubriendo cosas decepcionantes sobre sí que sólo le infunden decepción. Vivió otro autoengaño.

ENNIS se toma una de sus licencias habituales: lleva la
violencia algo más allá de lo común. Pero se le perdona,
visto el excelente conjunto de la narración
Es asimismo, este volumen, descarnado retrato de los personajes más prohibidos del hampa, sujetos aterradores que la misma Mafia expulsó de sus círculos pues han llevado las cosas tan lejos que superan aun lo inhumano. Enfrente tienen a un operario de la CIA empeñado en salvar la civilización norteamericana reclutando para sus nefandas operaciones a Punisher. Y, en un momento dado, ambas fuerzas chocan. La conclusión que sacas, como lector, es que nada las diferencia. Acaso el cómo gestionan sus asuntos. Unos son criminales; los otros apelan al hipócrita pretexto “Seguridad Nacional” para justificar sus crímenes. Pero, en sustancia, su pelaje es igual de pardo.

Punisher sale libre (mas no indemne) para “equilibrar” las cosas. Seguir enquiciando el mundo, a su modo de entenderlo. En resumen: En el principio es un hard boiled noir inolvidable mucho más teñido de negro de lo habitual.

domingo, 18 de febrero de 2018

BRAVEHEART — WILD WILL WALLACE


Tan memorable por su violencia, lo es por
su dirección y, ¿por qué no?, los paisajes
(e interpretaciones)
Aun plagado de inexactitudes históricas, MEL GIBSON rueda un poderoso clásico que se beneficia tanto de los excelentes parajes como de logradas interpretaciones donde el impactante espectáculo de los salvajes combates redondean el resultado final, con largueza galardonado con los codiciados premios Oscar.

Esta cinta destila profesionalidad y buen hacer; Gibson, preparándose para los hitos más conspicuos y polémicos de su carrera como director, demuestra que ha tomado muy buena nota de las artimañas de los directores bajo los cuales ha trabajado, o son de su preferencia. Finaliza el adiestramiento descargando su propio sentido de la narración, caracterizado en este caso por un uso generoso de la cámara lenta.

La cámara lenta es un extraño/peligroso recurso; todos los torpes abusan de ella creyendo que su presunta suntuosidad de ritmo pausado tapará las deficiencias que pone en pantalla su mediocridad (en el mejor caso). Empero, Gibson la emplea como una herramienta estética. Eleva, hasta el grado de poesía visual, lo que los fotogramas registran. Una muestra está en la ejecución del bizarro WILLIAM WALLACE, hasta el final irreductible en sus aspiraciones de obtener la libertad para su amada Escocia, la del barquero del Lago Ness y sus leyendas urbanas sobre parajes góticos. Todo un personaje, digno de la desesperada imaginación de un embustero hambriento de atención ajena.

Hombre tocado en lo hondo por la violencia, la rehúye tanto
como puede. Pero este profundo amor frustrado generará
todo tipo de calamidades
La vibrante narración la complementa la elegante fotografía y la muy acertada partitura de JAMES HORNET, quien presta acordes prohibidos tocados con gaitas prohibidas a la enésima metáfora de la lucha por la identidad, la libertad y la dignidad de los individuos, cosa muy moderna para una Plena Edad Media donde eso ni se lo figuraban.

Pero sintoniza con el espectador actual, atraído además por la efusión de batallas y sus cruentas secuelas. Poco recato posee, el de las antípodas, al mostrar mutilaciones y sablazos que abren caras y cráneos. No llega curiosamente al regodeo, como sucede con los tiroteos desbocados de JOHN WOO, donde no bastan dos o tres proyectiles para matar a un hombre; descargan dos o tres cargadores, cayendo en el sadismo gratuito. Pareciera querer desmitificar la violencia, al emplearla tal como lo hace, al perfilar la crueldad del rudo esfuerzo necesario para matar a un hombre, así como qué daño las heridas infligidas causa. Duele todo eso, ¿verdad?

Un rey para la eternidad; PATRICK MCGOOHAN encarna
a la perfección el arquetipo del monarca medieval, con su
propia aportación dinástica
Gibson es consecuente con la furia desatada en luchas de esa naturaleza. Época violenta, donde el barbarismo era argumento común, manifiesta apropiada lógica; no hay una esgrima “de salón” que ‘eternice’ los enfrentamientos el cómodo tiempo que el espectáculo requiera, sino que se ven a estos tíos descargando hachas y espadas como si partieran leña, no troncos humanos.

Como villano alza al artero EDUARDO I, que ejecuta (espero no incurrir yo ahora en desajuste histórico) las retorcidas artes de su antepasado, JUAN SIN TIERRA. Evidencia un apetito por el poder que tiene su contrapartida en el ROBERT BRUCE carcomido por la lepra. Aunque… mientras Eduardo I se aferra a un bosquejo de imperio, sin detenerse en melindres, su réplica escocesa codicia el poder al creerlo la forma de dejar un legado duradero más allá de unos hijos que podrían dilapidar enseguida la fortuna así amasada.

Habrá sangre; a hectolitros; en todos los bandos
Y el romance como elemento último, el amor sin fin que perdura a través de los años y supera la misma muerte, edulcora la fuerza bruta plano tras plano rodada, consiguiendo así ganarse al público femenino del mismo modo que la tragedia de Wallace prende el corazón de la desolada princesa francesa interpretada por SOPHIE MARCEAU.

Un éxito total que pone los dientes largos; genera la eterna pregunta de: ¿por qué aquí no podemos hacer películas así? La idiosincrasia y el gusto por el riesgo, me temo.

domingo, 11 de febrero de 2018

MARSHAL LAW-LAW IN HELL — O LO RENTABLE DEL INFIERNO

Esta miniserie aparece en la época en
que había hasta hologramas en las
portadas. O eso decían

Como argumento, los inframundos siempre han tenido atractivo; empezando acaso por el rapto de PROSERPINA por HADES, siguiendo con ‘la hazaña’ de ORFEO por rescatar a EURÍDICE del Hades, la historia literaria serpea a través del tema con diversa fortuna.

Quizás el más conocido ejemplo de “simpatía” por el Infierno lo registró DANTE en LA DIVINA COMEDIA. Abundan las alusiones a los Círculos del Infierno y el detalle pormenorizado de las penalidades que allá se padecen. Aunque conviene teorizar esta relación como un esfuerzo salvador impuesto, directa o indirectamente, por la Iglesia.

Debemos ir rectos; no mentir, no pecar, no matar. Porque esta vida es efímera, pese a lo que pueda parecer en ocasiones, y luego, la Eternidad del Vasto Más Allá… Uf. Reino de un Dios que tiende tanto a la cólera destructiva como al perdón absoluto. Pero preferible resaltar más la primera faceta porque, señores, ¿qué detendrá a los impíos del todo/completamente si descubren que no hay Vasto Más Allá de azufre, fuego y tormentos sin fin-sin fin, sino… Nada? ¡La Humanidad se autodestruiría en una semana!

El Infierno, exista o no, se concibe como herramienta de control moral (en especial, por los cristianos; más elaborado, por los católicos) en épocas donde la bestialidad era más notoria que ahora. No obstante… cierto que no adornan las calles los ajusticiados, o sus pedazos… pero la maldad básica que sigue anidando en nuestro seno continúa pulsando vibrante en guerras, violaciones y atrocidades servidas con equívoco recato por la TV.

Lo monstruoso, audaz y provocador del
contenido en este
pinup de KEVIN
O´NEILL,
´nuff said
El esfuerzo de hacer rentable la Industria del TBO (junto a su subsistencia personal) lleva a PAT MILLS y KEVIN O´NEILL a añadir otra rosca al tema del Infierno, siguiendo pautas de CLIVE BARKER y sus CEOBITAS. Todo queda entre hijos de la Gran Bretaña, así que rula la leyenda urbana (por aquello de la disciplina inglesa) de que debe ser una tremebunda historieta (novela gráfica, según el patrón actual) llena de aberraciones fetichistas y salvajadas disparatadas para profundo deleite de los más perversos lectores.

Y ciertamente, aparecen; en los distintos páramos por los cuales pasa el bizarro Marshal Law, víctima de su persistente ODIO por los superhéroes (a los que considera embuste social masivo, pues él pertenece a esa elite y conoce a fondo el Reverso Tenebroso de los tipos con capa), constituyendo además tortuosa incursión a su pasado, que le atormenta sin tregua, más otro visaje lleno de dolorosa amargura a su personalidad.

Es constante este esfuerzo en Marshal Law. La interiorización, el descubrimiento, tipo distinto de Viaje del Héroe, hacia una madurez apenas luminosa, gratificante. Sigue así el patrón impuesto por la Casa de las Ideas, en contraste con los héroes de DC Comics (al menos, hasta que apareció ALAN MOORE), cuyos personajes procuraban mostrarse más humanos que los Supermanes invulnerables o los Batmanes enajenados que lo llevan empero tan bien que dificulta diagnosticarles alguna psicopatía.

Vigorosa leña suministrada con los más
dolorosos intrumentos
Marshal Law cuestiona el papel del Superhéroe. Su rutilante mensaje. El ejemplo moral que pretende transmitir. Y en este Infierno de PINHEAD, descubre que no hay salvación.  Para nadie. Todos los ofuscados por el mensaje de que podrán hacer lo increíble, reciben castigo proporcional al delito. Es amargo, oscuro, retorcido, el contenido total de la obra, metáfora avinagrada compuesta con habilidad, que reitera en que abandonemos toda esperanza de pisar el Paraíso por pías que sean nuestras acciones.

Pese al brutal combate, no hay victoria final, sólo un entendimiento entre entes siniestros que negocian un aplazamiento. Recuérdalo, Marshal: el Infierno te espera tras agotar tus días. ¿Igual que a todos? ¿Es la moraleja, o el incentivo para vendernos el cómic?

domingo, 4 de febrero de 2018

M*A*S*H (SERIE TV) — EL SUICIDIO ES INDOLORO

Basada en una película basada en una
novela, desplazaron la acción a Corea
para disimular que hablaban de la
guerra de Vietnam. Aunque, en
las guerras, pocas cosas cambian

El amplio abanico de producciones seriadas/en serie de la televisión suele arrojar a las costas de nuestro esparcimiento gran variedad de espacios. Oscilan, inevitablemente, entre lo repelente, aburrido, jactancioso, deleznable, a lo entretenido, llegando hasta la máxima expresión de la calidad e interés, logrando dejar honda huella en nosotros.

Pero M*A*S*H con todo honor puede ostentar el galardón a la hipocresía. Podemos tirotear a placer THE A-TEAM o similares, pero al menos eran/son honestas en su planteamiento y concepción. Esto es barato, es esparcimiento de sobremesa, las actuaciones son lamentables, los argumentos pillados por los pelos, los sets se reciclan una vez tras otra porque el presupuesto es bastante limitado, amén. Sin embargo…

M*A*S*H es una de esas series multipremiadas y ¡ensalzadas! por la Refinada Crítica que veía en sus mordacidades todo tipo de censuras a una Sociedad falocrática, belicista/atlantista conservadora aún más de Derechas que propugnaba la reacción y el retrogradismo racial/HomX. Su principal baza, empero, seguía siendo su mensaje antibélico, uno de esos documentos palpitantes contra la Guerra y su general desperdicio e inmoralidad.

Estos simpáticos alcohólicos llevan la trama hasta extremos
insospechados. Eso de médicos alcohólicos debería ya
preocuparnos. Sin embargo, la gente también lo toleraba
Surge durante la derrota de EE.UU. en Vietnam. Un puñado de campesinos asiáticos menudos mal armados había breado a Norteamérica. Imagino qué poderosa humillación debió constituir para esa potente maquinaria bélica cuyo colofón era/es la Bomba H. Con razón enajenó de tal manera a la nación más poderosa de la Tierra. Y olvido que RAMBO, expresión del guerrero sufrido aunque invencible, participó en la contienda…

No estaban los tiempos, hay que resaltar, para Hazañas Bélicas. El pensamiento general de la Sociedad era más crítico con las acciones marciales. Y más con las que los telediarios servían en horas sensibles de la programación. El mundo se cuestionaba más la utilidad de una guerra a mil millones de millas de casa, en un país donde ellos no pintaban nada.

Pero siempre resalta ese mensaje antibélico en el cual M*A*S*H fracasa sin piedad. Porque ¿ustedes pretendían convencer al ancho mundo y su parroquia local de lo espeluznante que es la Guerra? ¡Pues muestren las lesiones del combate en toda su cruda desnudez! Pues lo que enseñaban eran pecosos jovencitos (viejos como un nudo, por otra parte) muy bien aseados (hasta los que llegaban in extremis en ambulancia) que despedían salud y determinación de reanudar la juerga ¡otra vez!

Otra constante de la serie era criticar la incompetencia del
Alto Mando. Mira, en esto no andaban desacertados
De haber filmado las castraciones que los soldados pueden sufrir por impacto de metralla o balas perdidas, las terribles mutilaciones de las explosiones de las bombas, la piel abrasada de los heridos por Fuego Infernal en una serie tan popular, verías cómo la afiliación al Ejército iba a caer. En picado. Sólo contarles que su instrumento de orinar podía ser rebanado por un casco de metralla, convencería a muchos a quedarse en casa.

No. Todo limpio. Pulcro. Tanto por la época como por una TV ñoña donde prohibían la palabra “preservativo”. ¿No querías inculcar el error fatal que es la Guerra? Incide en sus desastres. Triunfarás. Sin embargo, constriñen su barbaridad a las aventuras amorosas que sostienen médicos casados y enfermeras. Los doctores humoristas protagonistas desuellan al beato belicista FRANK BURNS por su infidelidad con la jefe de enfermeras, pero ¿y ellos? Dos al menos estaban casados. ¡Y eran infieles!

El peor monstruo de la guerra de Corea: FRANK BURNS
Abstenerse de mostrar el brutal trauma de la Guerra, ensalzando la infidelidad marital, es la hipocresía que condena a M*A*S*H. Era tolerable, repito, poner cuernos a sus esposas, pero inadmisible si lo efectuaba Burns. Repugnante. Y lo veía bien su grey de telespectadores. Deja de ser divertida esta serie, cuando la contemplas así.