Entrada que anuncia que me tomo vacaciones. Regresaremos con nuevas y vibrantes aventuras. Prometido |
La dificultad que implica puentear el
encendido de la Jonathan Kent en la cual está Bujías trabajando será
mínima-nimia. Por este lado: confiamos ambos. Podemos mostrar una leve
partícula de tranquilidad. La suficiente como para advertir qué aterciopelado
aroma desprende esta madrugada que fenece poco a poco.
Las estrellas: titilan lejanas,
telegrafiándonos en Morse desconocido. Quizás sea cierta la astrología; de ese
modo: mandan los presagios que aturden, levantan, hunden nuestras vidas. Sólo me
limito a verlas. Tratando de identificar los zodíacos.
Portada de un pulp que nunca llegó a escribirse... me parece |
Un perfume especial, procedente de la
maleza agostada que nos rodea, o la vegetación que respira sus últimos alientos
de alivio antes de atormentador día de calor que se avecina: nos envuelve. Hace
CLIC en cierto lugar de mi cerebro. Levanta la tapa de algunos recuerdos.
Evoco otra madrugada. Remota ahora: en el
tiempo. Con olores distintos. De agresión contenida. Esa mañana por romper me
acompañaba Aouda Becker. Vigilaba no me pasara nada. Pocos días antes:
contemplé cómo la pasma, el enemigo, mataba a mis padres. La última visión que
tuve de ellos: yacían en un charco de sangre.
También a aquél gigantón, el compañero de
Aouda, Bob Bowen, eso es. Cuanto rememoraba de él era la larga charla que
sostuvo con mi padre. Intentando hacerle comprender: que si se oponía a que el
Estado, el PragmaSoc, me “custodiase”, las consecuencias podrían ser FATALES
para todos.
—¿Más? —espetó mi padre. Estaba
desencajado. Por la ira. La frustración. La impotencia. Mi madre: procuraba
calmarle. Intuía amabilidad leal en Bowen. Pese a ser de la pasma, el enemigo. Lo
veía persona que comprendería. Pero mi padre… lanzado. Era su obligación como
cabeza de familia—. Han enviado Invitaciones al Pabellón Once a media familia.
Están amenazando con el despido al resto. ¡O cosas peores! Vigilancia. Acoso
escolar, ¿entiende? ¿Qué más pueden hacernos?
—Siempre encontrarán algo —adujo al fin
Bowen. Nuestras miradas: se encontraron. Yo estaba demasiado asustado para leer
algo fiable en sus pupilas—. Son así. Lo sabe.
Lo siguiente que mi memoria proyecta de
Bowen fue los disparos que encajó. No me fijé si para evitar me acertaran a mí,
a Aouda, o sólo que eran crackeadoras lanzadas sin ton ni son por el apretado
espacio de hostilidad donde se produjo aquél tiroteo.
Impresionante distopía que contiene ciertos aspectos sociales que empiezan ahora a cumplirse... Terrorífico |
Aouda tiraba de mí. Al coche. Para sacarme
de allí. Introducirme en otro segmento del ancho mundo donde todo puede siempre
empeorar, porque somos esclavos de la Segunda Ley de la Termodinámica.
Un lejano resplandor creciente alerta
nuestros sentidos al unísono. Dama de Picas aun me lanza una mirada antes de
volver a concentrarse en lo que divisamos. El polvo que nimba ese resplandor:
parece amplificarlo. Dotarlo de aspecto fantabuloso. Ajá. Sí.
Algo pellizca mi vientre. Seca mi boca.
Oprimo la culata del Commander. Me desplazo hasta donde Dama de Picas me
indica. Setos paupérrimos del patio de la casa. Desde donde me agazapo, con el
gato: aprecio la silueta de unos descuidados juegos para niños. Una piscina de
plástico vacía.
—Tranquilo un momento, Bujías —sisea Dama
de Picas—. Viene alguien. Espera.
Bujías se queda petrificado, supongo que a
punto de cruzar esos cables que arranquen el motor de la furgoneta. Atento,
mirando. Junto a mí se agacha ahora Dama de Picas.