Afiche. La crisis de la madurez y todo eso durante la guerra de Vietnam contemplada desde la bianca perspectiva de unos cuarentones desorientados |
La película es verdadera ñoñería, inofensivo
producto cómico-estadounidense de Década 60, imagen de un país que se
tambaleaba, empero, en el mundo real entre las secuelas del magnicidio de JFK,
Vietnam y los disturbios raciales.
Presenta a WALTER MATHAU como arquetipo del
norteamericano de entonces: hombre residente de urbanización, en apañada casa
respetable con piscina, biancos
vecinos de estatus socio-económico medio-alto, ajenos a toda la turbulencia de
los disturbios, Vietnam y JFK. Votan a LYNDON JOHNSON. Les resbalan los líos,
porque son de teflón. Tienen tangencial trato con otras razas, contra las que, a priori, nada tienen… mientras vivan
bien lejos de su excluyente complejo. Un paraíso de industriosos calvinistas
que sin embargo anhelan disfrutar la infidelidad conyugal para sentirse vivos.
Por tanto, Mathau, asesor fiscal de media
edad con la oficina en algún importante edificio de Los Ángeles, un pequeño surtido
de secretarias de sujetadores como cabezas de misiles nucleares resaltados por
ajustados jerséis, y faldas cortas como las que encajan las cimbreantes caderas
de la atractiva mecanógrafa, se deja aconsejar por un espabilado amigo-y-vecino
experto en infidelidades matrimoniales. Abogado de atlético atrayente, la labia
ya le viene de fábrica.
Considerando que este matrimonio iba bien, no sé a qué WALTER MATHAU se busca una complicación extramarital que luego ni consuma ni le apetecía |
Desmenuza, mediante anécdotas que sufren
distintos maridos lanzados a las aventuras extramatrimoniales, qué
procedimientos el cauto adúltero debe seguir para evitar un costoso divorcio.
Que si alejados moteles, que si camisas de repuesto en el maletín (ese donde
TONY STARK guardaba su flexible armadura), locales oscuros donde reconocerle
sea del todo/completamente imposible… y, sobre todo, respetuoso tacto con la
prójima.
Porque el matrimonio de este asesor
contable no naufraga; ni atraviesa ninguna mala racha. Casado con una buenorra
MILF, ésta le proporciona todo cuanto la esposa (y más, de los sesenta) debe haber
dispuesto para cuando el agotado oficinista regrese: periódico, combinado,
sillón para caderas cómodas, TV, y prepararse para dormir, reponer fuerzas, y
así enfrentarse a otro bianco
mundo-decorado donde los negros venden flores o lustran botas. No ocupan el importante
despacho contiguo a nuestros protagonistas.
La dolce vita norteamericana, ajena a lo que pasaba chungo a tres calles de distancia |
Protagonizan los episodietes de cómo
librarse del marrón del divorcio distintos actores cómicos, que hoy día ni Wikipedia conoce. Intuyes su relevancia
por cuánta atención les presta la cámara. Y, valorando sus actuaciones, asusta
pensar en los chistes o sketchs de su
repertorio. Porque gracia, tienen la de las avispas: en el culo.
Y esa es la parte grotescamente boba de una
cinta que, si no la ves, nada pierdes, aunque destaque esa falsa realidad
publicitario-propagandística de que en USA se vivía de puta madre magistral mientras
respetasen una clasificación medieval de castas donde, aun biancos, judíos, irlandeses-católicos, o hispanoamericanos, podían
ser tan vapuleados como los afros. Sin duda, gran parte de Occidente picó el anzuelo;
se lo tragaría aún la URSS, esa tan ¡ensalzada!
por los ministros comunistas comejamón.
El otro gran GRAN detalle está en los
dormitorios: las parejas duermen en camas separadas. Sin embargo, cuando los
adúlteros “adulterean”, disfrutan en amplias camas de matrimonio (hay una
excepción, no obstante). Es sigul de la peculiar moral sexual de esa
Norteamérica de triunfadores biancos
protestantes. El sexo es cosa alienígena practicada por correo, estando mal
visto que un matrimonio con todas las de la ley yaciera en el mismo colchón. Hollywood
parece fiaba para la reproducción o mucho en la intervención del Espíritu Santo
o en la cigüeña. Trasladaba que los morales norteamericanos no necesitaban del
coito para multiplicarse. El FBI distribuiría niños...
Por supuesto, todo concluye en una moralizante moraleja que refuerza la fortaleza de la familia, institución muy complicada-vapuleada en los Estados Unidos de la Pornografía.