Afiche. Título auspicioso para su protagonista, que cimenta su carrera e inicia una leyenda del cine y la metodología de tratar ciertas delincuencias |
ANDY ROBINSON, el insidioso SCORPIO,
recibió amenazas por su actuación del psicópata sin entrañas que sabía aprovechar
los intersticios de la Ley para salir impune. Cierta suerte le acompañaba. Lo
importante está en ese “recibir amenazas”. ¿Tan jodido está el personal que es
incapaz de discernir entre lo que es una interpretación actoral, más/menos
conseguida, de la persona que la realiza?
Además, la crítica (francesa, comentan), se
puso exquisita bombardeando el aparente aparato fascista que desplegaba la
cinta. ¿Dónde se ha visto que un policía se erija juez y verdugo despachando a los criminales a su antojo? Todos los
comentarios sospecho irían por ese camino. Tenemos un elaborado sistema de
derechos y libertades concebidos para evitar excesos de las fuerzas del orden,
en efecto. Porque malnacidos hay por doquier y muchos llevan placa,
aprovechándose de ese estatus para hacer la gran puñeta. Los políticos son peores aún, no obstante. Empero, las voces airadas en su
contra son mínimas-nimias. (Dependiendo encima del color político del político,
lo cual al crimen añadimos el cinismo hipócrita.)
Sin embargo, esas normas establecidas para
nuestra defensa se revuelven de golpe en nuestra contra beneficiando a
sabandijas como Scorpio, que acaban libres para dar otro golpe espectacular,
marcado por una crueldad tal que sacie un hambre narcisista. Va a quedar
impune. Pues… ¡al ataque! El expeditivo inspector Harry CALLAHAM está hasta la
coronilla de ver cómo esos tiparracos culebrean por el Sistema. Sin duda, este Scorpio
es el peor. Se acabó tener contemplaciones. Al menos, con este tío.
Además, se pone de moda el revólver del .44 Magnum como icono del devastador poder de cualquier bala |
Porque tras atraparle en el estadio,
esperando rescatar a la chica que Scorpio ha raptado (matándola en algún
momento), lo sueltan para… secuestrar el autobús lleno de escolares y largarse
en un avión. Seguro que, a futuro, dejando un reguero de niños asesinados tras
de sí. Por cualquier pretexto. Acaso una mala mirada. Su violencia en el
autobús, golpeando a los aterrorizados niños para que canten, ya previene de
sus intenciones.
Mas la Sociedad lo acepta. Mil muertos
antes que vulnerar un elevado principio en propia defensa. Amén de consagrar a
CLINT EASTWOOD, llega Harry el Sucio
a nuestras mitologías en un momento de profundas transformaciones sociales que acabarán
acuñando lo que hoy definimos progresía.
Los progres, aparte sus intereses particulares, vigilan, por otro prurito
narcisista, que los desfavorecidos sean favorecidos, y la policía no se exceda
en su labor. Lo malo (para ellos) del “ejemplo Scorpio” es que no es un
vagabundo apaleado o algo así por capricho o brutalidad gratuita. Es un astuto
malvado que retuerce los sucesos para quedar como demente y eludir la sentencia.
Los progres no ven esa letal impostura, sino que Callahan ha emprendido una
solitaria cruzada vindicativa por salirle de los perendengues putear a este
sujeto concreto.
Sucede que a esa progresía nunca les pasa
las atrocidades que al resto de mortales. En esa categoría entra el fiscal que
abronca a Callahan por su actuación. Se pertrecha en que “lo quiere también
fuera de las calles” y que “nosotros nos ocuparemos”… pero no dice cómo, ni
cuándo. Todo queda en una cómoda nebulosa donde las responsabilidades no
afectan a nadie. Nadie debe tomar decisiones comprometidas. Es algo dejado al
azar.
Designar al villano como Scorpio se debe a la actividad del ASESINO DEL ZODÍACO, que perpetró asesinatos por entonces en San Francisco. Harry el Sucio se entiende así como un (necesario) esfuerzo catártico para una Sociedad atemorizada y que quería una respuesta al problema (cuanto más rápida, contundente/radical, MEJOR), que tanto trastornaba rituales y seguridad, colectiva e individual. Les mostraba débiles. Víctimas. Harry el Sucio también abre el debate de seguridad-libertades. ¿Cuántas sacrificaríamos para tener seguridad? Como siempre, el dilema se resuelve de este modo: el que encara la solución, como JUDGE DREDD, es un individuo responsable e íntegro que sabe cuándo advertir o cuánto ejecutar. Lo malo es que ese paradigma, no cunde…