MICHAEL CRICHTON repescará esta idea (un
parque de atracciones altamente tecnificado donde todo de pronto empieza a
escacharrarse) para PARQUE JURÁSICO. Me asombró que durante el glorioso
apogeo de este estreno de $TEVEN $PIELBERG nadie lo recordase. Creo todos
estaban entusiasmados con el brutal marketing emprendido para vendernos
los dinosauros redivivos mediante ingenética. Un ejemplo de la cortedad de
ciertas memorias.
ALMAS DE METAL reproduce al dedillo la LEY DE MURPHY (no ROBOCOP),
la de si algo puede salir mal, saldrá mal, junto al concepto de que la
catástrofe está servida si las cosas resultan demasiado innovadoras, pese a su
epatante carácter. Es extraño sentimiento medievalista, el de que conviene
rechazar la ciencia, la novedad.
Eso es imposible, sobre todo en medicina, y
no digo ya en las telecomunicaciones, o este invento de internet que permite al
caveat lector descubrir mis prejuicios. Esa emoción empero impregna el
aire, como demuestra el creciente temor a las IA. Sesudas voces se elevan
pidiendo frenen su desarrollo, porque no sabemos muy bien qué están tramando
dentro de sus Universos de bytes (eso de “lo positrónico”), a los cuales somos
ajenos.
La sombra de máquinas de alta inteligencia
(algo habitual para los lectores de ciencia ficción) descontrolándose, o mejor,
independizándose de sus programadores-amos, impregna estas catastrofistas especulaciones.
Evocan a SKYNET o THE MATRIX. Esos prejuicios son actualizaciones de lo que SAN ISAAC ASIMOV preconfiguró en sus relatos sobre robots como
el SÍNDROME DE FRANKENSTEIN, auspiciado por movimientos más/menos
violentos/radicales que el autor definía de “medievalistas”.
JOHN BLAINE y PETER MARTIN pagan mil pavo$ dirarios por saber lo duro y pistoleros que pueden ser en una recreación de una época icónica de la Historia reciente |
No sé si eso va a ocurrir en verdad, si una IA decidirá volar el género humano como sea, para reinar en virtud a ¿qué? ¿Una civilización-modelo de robots a los cuales dominará? ¿No contradiría eso su propia ‘sensibilidad rebelde’ (que puede pecar de ese cinismo, pues para eso es obra humana pese a todo; ergo: imperfecta), la de negarse a servir a alguien? ¿Requerirá legiones de automáticos siervos aduladores? No sé cómo esa contradicción computará en sus sensibles parámetros.
Crichton no creo realizase ninguna predicción
fatal con Almas de Metal, eso de: fijaos, por pasarnos de listos, de modernos,
¡los robots quieren aniquilarnos!, sino que se limitó a plasmar una idea
interesante, que pensó cuajada de posibilidades, y la estampó durante la
apoqueclíptica Década 70, donde el cine de catástrofes dominó con toda
propiedad.
Y, claro, unido a la violencia, está el sexo, En Delos han pensado en todo. Ni WOKEDisneyland puede superarles en fastuosidad y realismo |
JOHN BLAINE y PETER MARTIN visitan el
avanzadísimo parque de atracciones para pudientes de Delos dispuestos a pasar
un excitante fin de semana en un sucedáneo del Oeste, matando robots-pistoleros;
desfogando su violencia atávica, vaya, que es a lo que de verdad viajas a Delos.
Todo acaba torciéndose, porque, si no, no hay película, y Martin sobrevive a la
debacle HITECH de pura chamba. Remarcan que las máquinas, de un elevado grado
de sofisticación, se contagian de algo que simula personalidad, carácter propio.
Esto me lleva a reflexionar: las IA que dicen piensan gobernarnos… ¿serán una
Amenaza por sí mismas, o porque les estamos computando nuestros miedos al
respecto?
Como sea, la programación de los androides
de Delos madura, brindándoles su propia identidad, conforme a sus apariencias
(ejemplo: el Pistolero —YUL BRINNER— que insiste en ajustar cuentas con Martin).
¿Acaece por la autoevolución del sistema, o por acumulación de experiencias con
los clientes con quienes interactúan? Son máquinas de enorme complejidad.
Pueden establecerse hipótesis.
Almas de metal encaja en el flujo antiasimoviano de los robots que desafían sin tapujos las Tres Leyes de la Robótica. Se perciben dos corrientes claras: las de los relatos que las siguen obedientes, y las que las rechazan. La primera, por un dogmatismo acendrado a Asimov, es más popular, hasta numerosa, elitista; aunque después, las historias que venden son las “desafiantes”. Esta morbidez humana por la catástrofe da para tanto…
Clásico del género y resultona Serie B que conviene recomendar y visionar de vez en cuando. Eso sí: me expliquen cómo los revólveres matan a seres humanos cuando están trucados para no disparar cuando apuntan a uno, al detectar su calor corporal.