viernes, 15 de diciembre de 2023

YO, ROBOT (y II) — MACHINA EX DEUS

 

Otra portada más de este clásico que
tienen ¡encumbrado! por simple
fanatismo, no por sus méritos

Estas páginas desnudan las limitaciones literarias de San Isaac, a saber: el escenario, la ausencia de detalles sobre la sociedad, economía, política, fuera de esbozos que parecen rasguños. En lo positivo, visionario es al diseñar el COMPLEJO DE FRANKENSTEIN que desarrolla grupos hostiles a los robots, y cuya actual traslación es el creciente recelo que despiertan nuestras IA. Todavía no es fuerte gesto de repulsa; al populux le fascina el nuevo juguete, y ODIARÁ se lo arrebaten antes de que lo rompa o pase de moda.

Empero, regresaré a la pobreza de escenarios que apunto. Un escritor competente, aunque eluda extenderse decimonónicamente en descripciones de la ropa, los edificios, jardines, aparatos…, procura dedicarle algunos verbos a algunas de estas materias para que el lector consiga una suficiente información que ayude a situarle.

San Isaac lo resume todo a un “Vamos a Nueva York” (un Nueva York atómico, por cierto, con espaciopuertos para naves que explotan yacimientos mineros en los asteroides) que se describe a sí mismo bajo ese epígrafe. Ignoramos si es populosa, violenta, ruinosa. Es Nueva York. ¿Las naves? Grandes. De aluminio. Redondeada por dentro, para ahorrarse barrer rincones. El asteroide: grande, frío. Mercurio: achicharra al sol. Todo vago, aun apresurado, para que San Isaac se concentre en lo que le interesa: el parloteo.

Esta novela de culto establece
el patrón de cómo debió escribir
SAN ISAAC su
YO, ROBOT

Porque el grueso de Yo, Robot recuerda mucho a la primera película de EL MOTORISTA FANTASMA, a saber: ¿puede el Motorista correr por el agua con la moto? Puede. ¿Puede subir un skyline con la moto? Puede. ¿Puede romper una caja fuete de un cabezazo en la moto? Puede.

Tramposo, pues para eso es el autor y concibe problemas y soluciones, San Isaac planea situaciones que ponen a prueba sus Leyes de la Robótica, sometiendo a que actúen las máquinas en consonancia a la Ley conculcada (autómatas tan avanzados, ojo, que no obstante las películas deben filmarse aún en celuloide; la grabación digital ni se conoce, ni espera, pese a la farragosa prosopopeya sobre los elaborados senderos misteriosos positrónicos, que inducen la idea de que la HITECH progresa a la par).

¿Cómo hubiese relumbrado Yo, Robot? Con un androide que experimenta vicisitudes distintas que contradicen o afirman las Tres Leyes, lo cual, de paso, dará oportunidad al escritor de pasmar desarrollando el escenario que ofrece ese reto, y por qué se plantea.

En cambio, afrontan el desafío, con monótono resultado previsto, una saga de máquinas cada vez más avanzadas (hasta alcanzar las IA supremas que gobernarán sin parecerlo, introduciendo a cámara lenta a la Humanidad en una —¡deseada!— distopía automática), diluyendo el efecto que proporcionaría un único protagonista.

Irreverente y hasta salvaje crítica
a
Yo, Robot... que no existiría si
no estuviera escrita
Yo, Robot

Sí; la lectura induce impresión de monotonía, de falta de naturalidad, alimentada por la (feble) capacidad narrativa de San Isaac, la cual, encima, consigue desagraden todos los personajes. Son pomposos sabihondos, erudito-estereotipos incluso, retrato de una clase de científico del pacifismo pringoso que pretende puede resolverlo todo con matemáticas y psiquiatría, parloteando con prepotencia sin parar.

Siempre he sospechado que MODERAN es el Reverso Tenebroso de Yo, Robot. Diana. Pues mientras DAVID R. BUNCH escribe un imaginativo relato espléndido, ingenioso, San Isaac se dedica a predicar Predicar PREDICAR con admonitorio dogma ramplón. Tanto Moderan, como EL ALMA DEL ROBOT, o TIK-TOK, iconoclasta revulsivo de Yo, Robot, se encuadran en la vertiente de los escritores No-Asimovianos, que rechazamos sus postulados tomados por evangélicos por la extremista corriente de los Asimovianos, que han pasado de la visión extática al cerril fanatismo intolerante.

Esas obras, así como diversas historias de STALISLAW LEM, son mucho más libres, incisivas y perspicaces que el "doctoral/adoctrinal" Yo. Robot, testimonio destinado no a entretener, sino a predicar cómo la Humanidad DEBE actuar ante una “invasión” de electrodomésticos “inteligentes” repudiados sin embargo por el grueso de la población, un victimismo diseñado por San Isaac (con visos de cumplirse; recordemos lo de las IA —aunque… la mejor manera de predecir el futuro es inventándolo—) para hacer a sus robots más puros, más dignos herederos del futuro. Máquinas-inmaculate fools de una bella simetría psíquica-moral fraudulenta, ya que es San Isaac, pancreator, quien así lo ha dispuesto. Veremos en la vida real cómo se desarrolla todo…

Tus Leyes de la Robótica me
cortocircuitan los electrogofres,
San Isaac...