Portada del cuarto número. La publicación es trimestral |
…porque sabrían cómo comerse nuestros sesos y otras partes jugosas/sanguinolentas y a mayor velocidad de cómo lo hacen en las películas. Últimamente (en verdad, siempre han estado ahí. Pero ahora parece que más todavía) hasta en las librerías su descosido olor a podrido está haciéndose un huequecito en la atención de los lectores.
Los zombis no saben leer es el nombre bajo el cual un colectivo ha aferrado con energía la sartén de un desprestigiado género (por todos esos que sorben el té con el meñique levantado) como es el pulp, que tantas y entrañables lecturas y personajes nos ha dado, para darle dignidad y demostrar que no es esa cosilla barata a juego con su coste y que en un puñado de páginas llenas de rápidos diálogos y meteórica acción deja bien claro quién es el bueno, que triunfa siempre y sin equívocos de ninguna clase, quién es el malo (peor que una caída de espaldas, cobarde y mezquino y traicionero) y de quién es la bella cintura de la fémina en peligro que estrecha el fuerte brazo del héroe con castas intenciones, que vienen los de los rombos y censuran los párrafos tórridos.
Portada de un número anterior |
Mi querencia por el pulp es esa por una causa perdida a la que todos nos entregamos alguna vez por un prurito romántico. Es un género casi prefabricado, con pocas complicaciones y que permite trajinar en amplios escenarios alucinantes y con personajes arquetípicos y sin tacha. Algunas de sus estreñidas señorías literarias podrían probar a condescender y escribirse un pulp, más que todo, para airear sus laureles. (En realidad, el pulp que escriben las Grandes Firmas es algo de ciencia ficción o fantasía. En su altanería, confunden sin problemas estos dos géneros –aunque es impropio decir lo de “géneros”; todo es fantasía- con el pulp porque, en conjunto, los consideran primos hermanos inferiores.) Van a ver lo ligeritos que luego van a por el próximo best-seller que tanto codician. De paso, aprenderían una lección y obtendrían cierta humildad.
Portada del primer número. Algo ha roto el papel, fugándose |
Las Grandes Firmas suelen mirar a los escritores de pulp como una inmundicia que empuerca LA literatura. Aceptaré que algunos de esos autores no daban para más, pero sólo el volumen de trabajo y las condiciones como solían trabajar (ROBERT E. HOWARD cobraba medio centavo por cada dos palabras) merecen respeto. Y mientras las Grandes Firmas estaban estragadas con sus impresionantes clásicos, los escritores “baratos” llenaron su ausencia con un trepidante ramillete de aventuras que luego trascenderían a iconos de la CultuPop (FLASH GORDON – STAR WARS).
Hasta aquí, mi digresión. En su escueta NOTA DE PRENSA, el colectivo Los zombis no saben leer se han olvidado de mencionar cuándo, dónde y por qué de su idea, impulso y objetivos que persiguen. Ellos se definen:
LESTER DENT, titán del pulp y padre del coloso por excelencia del género: DOC SAVAGE |
Aunque pueda parecer por el nombre, los zombis sólo son uno más de los viejos conocidos de la cultura popular que puede encontrar en sus relatos, mezclándose con personajes novedosos que parece que beban de las novelitas de bolsillo, de la ciencia ficción clásica o de los cómics de la Gran Depresión. Lo hacen reinventándose de la mano de jóvenes autores que a menudo se codean con otros más conocidos, que no dudan en aprovechar la oportunidad de visitar un espacio que lo es cercano al público, guiñarle con complicidad al lector, invitarle a que se implique, a que se divierta, a compartir lo que ha surgido directamente de dentro.
Si a todo esto, que no es sino la tarjeta de visita del pulp, se le suman esos bolsilibros que llenaron las librerías de varias generaciones, aquellas películas de clase B que tanto suelen jugar con lo bizarro, los cómics que nacieron y crecieron con el siglo XX, a menudo inspirados en relatos de revistas populares, creando tantos iconos de nuestra cultura contemporánea, qué más se le puede pedir a una revista pulp, además de ser gratuita y en lengua patria. La respuesta la encontrará el lector entre sus páginas, que además en el último número reproducen el diseño de Weird Tales: la revista pulp americana de culto en la que crecieron como autores H.P. Lovecraft, Robert E. Howard y Ray Bradbury y en la que colaboraron a menudo otros como Robert Bloch.
Vuestro Scriptor.
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