miércoles, 27 de abril de 2011

¿HACEMOS UNA PORNO? – YA VAN DOS, KEVIN

Afiche foráneo de la cinta; gente
corriente con problemas supremos
Como muchos otros, me sentí cautivado por el desparpajo freakie y la bien construida verborrea plagada de datos y críticas observaciones nada desdeñables con las que KEVIN SMITH plagaba sus películas. Durante casi un lustro constituyó un referente, un faro de iluminación que, más que copiar, alumbrase aspectos de la producción. Era, como SAM RAIMI o ROBERT RODRÍGUEZ, un luchador que, con los ahorros de la hucha/cerdito y la paga de la Comunión, alquiló una cámara y rodó su ASKEWVERSO donde reinaban JAY y BOB EL SILENCIOSO junto a una plétora de sujetos y féminas que compartían una irrealidad de tebeos, películas y hockey con los cansinos y constantes parámetros de nuestra rancia existencia cotidiana.
El mundo de Smith compartía bastantes costas con el que uno, en virtud de su afición a la historieta y los titilantes fotogramas épicos, poseía. Y le veía como a un camarada con el que echar unas risas y compartir birras en días señalados. Nada de golfear y romper cristales o cosas así, sino remansarse en un lugar tranquilo y especular sobre la influencia real de GALACTUS en el UNIVERSO MARVEL, o en el de DC COMICS, o establecer quién era más sexy: si la PRINCESA LEIA cautiva en la barcaza de obscenos placeres de JABBA EL HUTT o la TENIENTE UHURA de STAR TREK. (O sea, exponerse al escarnio de los más trillados coetáneos, enfebrecidos con el fútbol y sus atletas en paños menores, cosa que no ven como un fetichismo de raíces homosexuales, pero que compensan rebuznando cuando ven una tía buena pasar por la calle.)
KEVIN SMITH de buen año.
Debería fusilar a quien le viste
Tras Jay y Bob el Silencioso Contraatacan, su estela, su fulgurante universo, sus proyectos de cómic, dirigir su tienda de tebeos, dar su experta opinión sobre cómo debía ser el próximo SUPERMAN, implicarle en todo tipo de proyectos de esta índole, empezó a difuminarse y quedó un poco como un fabuloso insecto prehistórico embutido en ámbar jurásico, que admirábamos expuesto en la vitrina y recordando con afecto los ratos de esparcimiento que nos había dado.
Seguramente soy el único en todo el ancho mundo al que CLERKS II le parece mala. Lo que me permitió reconocer que Kevin Smith alive! fue el comentario sobre EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (“todos andan, ¡hasta los árboles!”) y el que “sólo conozco un retorno, el del JEDI”. Luego, el metraje se trocaba en una maraña de disparates pueriles que remató con una repugnante parafilia animal y que me pareció más un alarido de desesperación, un “no sé cómo acabar esto; no sé cómo darle interés a la película” que algo dimanado por el mismo relato. Decepcionante.
¿Hacemos una porno? constituyó ‘otro regreso’ de Smith; me sorprendió incluso que él empuñase los conmugatillos de la dirección, apuntando sus filares automáticas hacia la pantalla de plata una vez más. Parecía cosa de esas tontadas de AMERICAN PIE, o los imitadores desafortunados de los ZAZ y sus ATERRIZA COMO PUEDAS o ATRÁPALO COMO PUEDAS. Su filme, además, venía abalado y alabado por una prensa cómplice con sus desafueros. ¿Hacemos una porno? es otra decepción que ha cuarteado mi fe en el desenfadado vecino de Nueva Jersey, ya tocada, para la crítica, por JERSEY GIRL.
Fotograma de una irreverencia; tras esto, ya
puedes irte a casa porque todo está servido

Smith ha puesto su ingente talento para urdir floridos comentarios y observaciones agudas al servicio de una trama que, por otra parte, es absolutamente costumbrista. Dos mileuristas (especie cultivada con tal salubridad por estos pagos), ZACH (SETH ROGEN) y MIRI (ELIZABETH BANKS, que creo es la esposa de Kevin), ante el agobio económico, la certeza de verse en la calle durmiendo bajo cartones, atrapados en vidas monótonas y trabajos sin perspectivas, procuran vencer sus penurias saltando al cine. ¿Cómo? Raimi, ROBERT TAPERT y BRUCE CAMPBELL (¡aclamad al actor!) lo hicieron con una cinta de terror. Éstos, con una porno casera, totalmente indie, (como un tributo de Smith a sus propios orígenes), que esperan difundir por DVD porque abarata los costes.
TRACY LORDS (es, ¿no?) haciendo
gala de su singular "superpoder". Les
salva el día, ahí donde la ves
Lo que antaño eran observaciones incisivas sobre la vida privada o pública de los superhéroes, la influencia de la CultuPop en la sociedad, que resume situaciones refiriéndose a escenas de ciertas películas, Smith lo transforma en una verborrea casi histérica plagada de palabras soeces (nada nuevo bajo el sol) y términos cuarteleros que vuelven a reflejar esa desesperación por no ofrecer un producto tan acabado, por no decir refinado, como pudieran ser sus cinco filmes “de Nueva Jersey”. Me esperaba un MALLRATS “porno” (sicalipsis, no sexo explícito), un festín de peripecias absurdas y una brillante exhibición de diálogos reflexionando sobre la vida. Decepción.
Hay algo, es verdad, de esto último, y que casi salva la cinta, pero no lo suficiente para decir: La agrego a la colección. ¿Hacemos una porno? es de esas películas que, si la ves, bien, si no la ves, bien, y una vez visionada, no repites. No obstante, Smith casi se redime descargando su sabiduría en mostrar el cine porno como algo reptiliano, sucio, destinado a satisfacer obsesiones íntimas a través de irreales exhibiciones priápicas. Filma a JASON MEWES (que parece uno de esos sicarios que mejor no te encuentras en un callejón oscuro) dándole caña a TRACI LORDS o KATIE MORGAN con el ímpetu de una taladradora barrenando el asfalto. Bajo pantallas de exhibicionismos, epatantes curvas, posturas de Manual, y venga trajín, ¡MÁS CAÑA, es la guerra!, Smith refleja que, en el fondo, esas relaciones no son humanas, no aportan nada, ni lo contienen, salvo el jadeo agónico del orgasmo final.
ZACH y MIRI durante el
problemático casting de su película
Zach y Miri lo evidencian cuando su muy subterráneo amor aflora en la escena en que copulan. Smith ahí está hablando del amor en una expresión casi de balada, convierte su historia en un intimista relato del enamoramiento, las cuitas y desencuentros, los anhelos y pasiones, pero dada su naturaleza, no podía hacerlo “con sutileza”. En la escena que a Zach le muestran el montaje de la porno, contrasta a Mewes ‘operando’ maquinalmente trabado en un compulsivo ritual que no tiene nada que ver con el amor, al contrario que sí hacen Zach y Miri. Liberan ternura, deseo, percepción mutua, el ser conscientes de que “algo maravilloso” está pasando. Smith predica: Tíos, somos lo que somos y no podemos sustraernos a nuestras bajezas, pero el porno es una porquería enfermiza y fíjate porque aquí está la prueba.
El popular elenco de THE BIG BANG THEORY: es cuanto
queda de la "Ola Kevin Smith" de años pasados
Ahí subyace la riqueza de una película corta de octanaje, de comienzo prometedor (eternamente anclado al QUICK STOP de Clerks) pero que empieza su declive cuando deciden “parafrasear” STAR WARS en clave porno. Ahí aprecié que la cosa iba cortita. No pensaba darme sorpresas. Ni debía esperarlas. El talento de Smith está casi agotado, es un relente fantasmal del de DOGMA, por ejemplo, y precisa echar mano a escabrosos recursos para sostenerse. Es cierto que no podía estar in saecula saeculorum con Jay y Bob el Silencioso apoyados en la pared del Quick Stop, pero alguien con su experiencia y valía debería haber empezado a crecer hacia proyectos más complejos, de más envergadura (aspirando hacia lo épico), pero se ha quedado estancado, manoteando en torno del pozo de arenas movedizas buscando lo que sea para salir de él. Ya van dos, Kevin; a la tercera, te borro de la CultuPop.
Vuestro Scriptor.


¿HACEMOS UNA PORNO? está a años
luz de CLERKS; no parece parte de una
familia, sino trasunto de toda la saga