martes, 13 de diciembre de 2011

STAR-LORD – FAETÓN ‘DESENCADENADO’

Colorista portada que, desde luego,
permite confirmar que STAR-LORD es
un héroe solar
Star-Lord es un personaje prometedor que aspiraba a mucho más de lo que, finalmente, una confusa hueste de escritores (y lo que les soplaran los dibujantes) legó a la posteridad, obra un tanto disparatada sin clara función, ni en su Universo teórico ni en el nuestro práctico. Star-Lord ‘sale’ de esa “renovación de plantilla” que los teóricos sitúan encabezada por ROY THOMAS, que “tiró” de fans y fanzineros para escribir las colecciones potentes, una vez que STAN EL HOMBRE LEE adquirió otra dimensión editorial, y de resultado tan irregular, pues algunas de estas nuevas concepciones sólo pretendían halagarse a sí mismas, despreciando todo método, objetivo o aun instinto de conservación (ventas).
Star-Lord es otra “marvelización” (el punto fuerte de Thomas, que jamás creó nada que no sacara previamente de una novela, teleserie o filme) del mito de FAETÓN y HELIOS, sin el trágico desenlace del primero. O quizás sí: también Star-Lord se despeñó desde lo alto, pero en vez del alto cielo oreado por todos los vientos, lo hizo de los pobres resultados editoriales que le han impedido renacer, acaso, en alguna “novela gráfica”. RAFAEL MARÍN y CARLOS PACHECO hicieron un guiño al personaje en la miniserie de LOS INHUMANOS, tirito del .22 que los de LA CASA DE LAS IDEAS ni siquiera notaron… que sepamos.
El suceso que marcará de por vida
a PETER JASON QUILL arde en
la primera viñeta
Star-Lord va de que PETER JASON QUILL (nombre repetido por los autores hasta el hartazgo), un chavalín huraño trágicamente marcado por el asesinato de su madre a manos de unos escamosos del espacio (así, ¿quién no?), se convierte en un feroz astronauta que trasciende “la carne” (y sus tentaciones) para, escogido por el SEÑOR DEL SOL (¡nada menos!), convertirse en un arquetipo: Star-Lord, aparente paladín de la justicia universal y que dedica todo su tiempo, energía, talento y recursos en ser un azotacalles cósmico, emporcándose en algunas aventurillas ocasionales, para justificar su status de héroe, pero con calma, que podría sudar y manchar el uniforme.
STEVE ENGLEHART, pancreator, impregnó de misticismo y astrología la biografía de Quill/Star-Lord, personaje que CHRIS CLAREMONT convierte en un wandering star enharinado en los flujos conspiratorios de un imperio galáctico que hizo cuanto pudo por ignorar la existencia de la Tierra, no conquistarla, que van de eso, y pese a que su emperador conoce nuestro paradero. Claremont redecora todo el pasado de Peter Quill (el niño con manoseado ascendente mesiánico, BUDA estelar en ciernes, el ESTELA PLATEADA de los 70, como NOVA) y lo encumbra a heredero de un trono galáctico que desdeña, porque, entiende este guionista, los héroes auténticos son republicanos. Para colmo, los esperpentos de su huera prosa pirotécnica inundan las páginas.
Peter, ya mayorcito, descubre el
objetivo de su existencia, merced al
SEÑOR DEL SOL, ese vejete
Luego, el solvente DOUG MOENCH hereda el desfigurado invento, pero prosiguiendo la estela, errática y confusa, de Claremont, para hallar, en la historia final de este tomo, la buena senda, pero ya es tarde para poder reflotar Star-Lord (que debía estar en ventas malherido). Lo pretende ‘rediseñando’ la biografía de Quill, despojando del halo sobrenatural/bondadoso al Señor del Sol, mostrándolo de la raza que asesinó a la madre del futuro Star-Lord, una “ironía” destinada a dar un giro inesperado, de folletín, que lanzase la saga a las alturas, pero fracasó.
Tantos y profundos removimientos obviamente minaron la serie, más que su espaciada aparición, capaz de “enfriar” el entusiasmo por el personaje. Los autores, sin intención de mercantil continuidad, experimentaron, se desahogaron con Star-Lord. Léase: las transiciones ideológicas de la década afectaban a MARVEL y sus personajes: los patriotas que armaban al ejército USA en Vietnam se transforman en pacifistas-ecologistas (IRON MAN) y los héroes ya no estaban tanto por la Amenaza Roja como por los KREE o los SKRULLS (que podrían, no obstante, ser trasuntos del comunismo).  Star-Lord aparece como un santurrón estelar, un lama ligado a la metafibra de una Consciencia Cósmica, o algo así, que le daba presunta superioridad moral, diferenciándose de los primeros superhéroes Marvel, defensores de la bandera, la patria, Dios y las pinturas de NORMAN ROCKWELL.
Como Star-Lord, no permitirá que
ningún escamoso cósmico escape
a su justicia
Star-Lord es sad copy de FLASH GORDON y JOHN CARTER. Elementos de ambos salpican sus viñetas. El diseño de su uniforme delata el del deportista ario que, con denuedo, se enfrentaba al tirano de Mongo. Pero, al contrario del novio eterno de DALE ARDEN, que jamás temió ajustarle las cuentas al villano de turno, Quill/Star-Lord duda, tiembla, teme. Proclama: NO MATARÉ (a veces, expresado sin más, siendo todo su parlamento), pero más que como una firme declaración moral de intenciones, por ende editorialmente impuesta, lo hace como una plasmación de incapacidad para asumir graves responsabilidades. Su carácter, salvaje y despótico al principio, se va edulcorando, anulándole para las grandes gestas que se esperan de él, trocándose un paladín del talante y el diálogo.
¿Qué es un Star-Lord? Por los dones que esgrime a punta de pistola, parece una entidad justiciera marcada, caso de Quill, por un singular y trágico sino. Y combatirá el Mal doquiera éste aparezca, actuando expeditivamente según lo manden las circunstancias. Pero no es así. A este Star-Lord, y al contrario de lo usual en estos personajes, actuar asistido por la razón de que “soy el bueno y poseo criterio infalible”, le asusta; duda al emplear la fuerza y la violencia.
Otro estelar momento de arrebato
vindicativo
Otro índice de sus nulas aspiraciones está en el pobre-retro/tópico aparato de ciencia ficción que le adorna. Nunca hubo intención de imaginar algo fuera de órbita, sino que ciñeron cánones desgastados por el uso pero que, quizás esperaban, fueran ‘familiares’ a lectores que crecieron con las aparatosas máquinas extraterrestres de PLANETA PROHIBIDO y decidieran comprar por eso la saga. Si tocaba innovar (para eso se suponía cobraban), pasaron.
Su relación con una nave que es la consciencia de una estrella (!) posee algo de incestuoso, porque NAVE, la leal compañera y paño de lágrimas de Star-Lord, profesa anómalas conductas maternales. Parlotea incansable y huecamente, incluso cuando la acosan fieros cazas armados con núcleos, haciendo absurdas e irreales tales peligrosas situaciones.
Grandes ejércitos y poderosas naves,
un eterno clásico que STAR WARS
regeneraría en esta época
Marín, en los textos que contienen el recopilatorio, alude a JUDGE DREDD: este Star-Lord ‘recuerda’ LA BÚSQUEDA DEL JUEZ NIÑO, donde sus autores parecen guiñar irónicamente y a propósito de Star-Lord al lector. Sin embargo, la comparación balda a Star-Lord: Dredd es íntegro, sólido; sabe adónde va, de dónde viene, no como Quill/Star-Lord, que perdió aun sus raíces por mor del ‘experimentar’ de los guionistas, aturdido híbrido que incluso trató de beneficiarse de STAR WARS confiando seguir así alive and kicking cuando el infértil recurso de nacer de una manera y otras de otro, se demostró inútil.
Vuestro Scriptor.