Una de las tantas portadas del libro. Y fotograma de la película de GEORGE PAL |
Incluso en época tan temprana, H.G. WELLS intuía truco en la ‘utopía socialista’. Años después (es mi impresión personal), esta desconfianza cristalizaría en obras como ANNA VERÓNICA o EL NUEVO MAQUIAVELO, donde criticaba el “arribismo” de G.B. SHAW, por ejemplo, al movimiento fabianista, del que Wells formaba parte, y por razones justificadas. Creció rodeado de desigualdad, miseria e injusticia, social y legal, y comprendía que el mundo necesitaba cambiar.
El ‘progreso’ no podía seguir usando a los pobres como mortero sin escrúpulo mínimo-nimio. El Pueblo merecía mejoras que le dignificasen. Él mismo había sufrido por esa situación, que minó peligrosamente su salud. Pero veía en la de Shaw una adhesión estética. Un “Estoy con el Pueblo sufriente, pero ¡guay de tocar mis privilegios!”. En 2011 vimos a puñados de tales “camaradas” agregarse al becerro de oro del 15M, o como quiera llamarse, por idéntica causa.
Un maduro H.G. WELLS (¡aclamad al autor!) que veía poco esperanzador el siglo XX |
Y, como una intuición primordial, advertía Wells que el progreso comunista tampoco suponía la panacea para la colectividad. No sabía bien cómo desmadraría el asunto. En su tiempo, parecía una alternativa razonable que defendiese contra ese capitalismo desalmado que tenía explotando en telares, minas y fundiciones a los niños de diez años mientras los señorones de los sombreros de copa dilapidaban el dinero obtenido así en el bacarrá de Montecarlo o en eventos similares. (Por cierto, me han comentado que la aclamada “educación para la ciudadanía” —el supremo becerro de oro progre— presenta así a los capitalistas.) En el comunismo, Wells no veía tanto (opino) un poder dominante como una fuerza moderadora frente a los desmanes del Dinero.
En principio, sería la Iglesia (católica o no) la que debería actuar de ese modo. Pero Wells tenía comprobado que no era así, que la Iglesia era otro mecanismo lento-lento que giraba en engranajes de piedra y a favor casi siempre del Capital. Apenas le preocupaba el Pueblo que decía amar. (Por otra parte, conviene apreciar que la ética religiosa protestante confirma la predilección de Dios por una persona concediéndole éxito y prosperidad. Quien no lo tenga, sugiere que no es del aprecio del Altísimo. —Los católicos vamos, empero, del palo masoca de que el sufrimiento purifica y en el Más Allá tendremos nuestra recompensa.—)
Y, rizando el rizo de las posibilidades espaciotemporales, FRIZT LEIBER puso su granito |
Ante esta situación, Wells prefirió confiar, pues, en que la Educación y el humanismo despertarían a la gente y ésta por sí aceptaría emprender las reformas sabiamente.
La Máquina del Tiempo, la primera distopía, o de las más primeras, describe esta fe mas tratada con una elegante capa de anestésico para no ahuyentar a los lectores de clase alta. (Tenía un Mensaje Importante que transmitir.) El relato posee sólido fundamento británico, por otra parte, y aun puede entenderse de un colonialismo moderado, persuasivo, diferente al preconizado por RUDYAR KIPLING.
Comienza en una velada donde satisfechos burgueses teorizan sobre distintas materias ante el hogar del VIAJERO A TRAVÉS DEL TIEMPO, hombre reposado que puede hacer lo imposible: atravesar las eras a voluntad. (El poder como arma de una máquina del Tiempo no se aprecia en estas líneas.)
La extensa 'secuela' de la obra de Wells, de STEPHEN BAXTER. Ingeniosa, es, esta LAS NAVES DEL TIEMPO |
Y ya aquí Wells perfila, con sutileza, tanto su credo político como un bosquejo del futuro, en que el comunismo ha triunfado, convirtiendo el hollín del caos capitalista decimonónico en un espléndido mañana poblado por seres equilibrados y pacíficos, el fruto, ¡por fin, ajá, SÍ!, de la educación. Esto descubrirá el Viajero a través del Tiempo después, en 802.701, y, deleitado con el lozano paisaje de suaves colinas, así razonará. En aquellas cenas, el triunfo comunista era una teoría que movía a chanza, aunque vista con grave recelo.
En el Remoto Futuro (pensemos cuán distante emplaza Wells la acción, qué escasa fe tenía en que sólo dos o tres siglos pudieran hacer las reformas que comprendía el mundo precisaba para prosperar, y, asimismo, cómo sitúa esta moderna “Edad de Oro” casi al filo de la extinción del Sistema Solar, según lo tendrían calculado entonces), el Viajero a través del Tiempo se felicita al apreciar la belleza de bibelot de los improductivos ELOI, un refinamiento genético que, para él, tosco hombre del XIX, acostumbrado a bregar y enfermar, se le antoja mórbida y, luego, conforme frecuenta su compañía, desalentadora, al borde del desprecio.
Uno de mis héroes favoritos, el intrépido RESTIN DANE, TORRE, a punto de vérselas con los MORLOCKS |
Las grandes conquistas sociales, tras destruir miseria y necesidad, crearon gentecilla sin afán ni interés, y merodeaban las fastuosas ruinas que disparaban la imaginación del Viajero a través del Tiempo (durante su edificación debió apearse), aunque luego lo sumían en melancolía al comprobar que los herederos de esa gloria, los mansos y vegetarianos Eloi (cosa que nos advierte de que son ganado para los MORLOCKS), derrochaban siendo incapaces de conservar tal legado, igual que si fuesen los hijos de un plutócrata que, durante su vida, amasara una fortuna con grandes trabajos y sacrificios, consciente de cuánto le costó reunirla, y sus vástagos ahora la malgastaban en coristas y ruletas.
Su trato con la Eloi WEENA debe verse como la del Hombre Blanco Europeo, Civilizador, cuando arriba a costas “paganas”. Pertrechado con fe, corazón y acero, el Viajero a través del Tiempo aporta cultura (su cultura) a aquellas suertes de hadas de 802.701 con inquietudes insignificantes. Wells podría ser muy humanista y fabianista, pero toda vez que le tocaba hablar de los africanos, no vacilaba en tildarlos de salvajes, el colmo del oscurantismo y la incultura. Y con ellos compara a los refinados Eloi cuando les embromaba usando algún ‘truco’ de colonialista.
Afiche de la adaptación que hiciera Pal de la novela, protagonizada por ROD TAYLOR |
Y, como tal, extiende su manto protector sobre Weena, a la que intenta convertir a sus sanas creencias. Su triste fin (que certifica lo poco que los Eloi le importaban al Viajero a través del Tiempo) aborta el experimento.
Wells corona la trama con los Morlocks. Según teoriza el Viajero a través del Tiempo, es la desgraciada estirpe heredera del trabajo extenuante y el feudalismo llevado al extremo de recluir al Trabajador en subterráneos. Aunque su intención moralizante fuese denunciar qué poco corazón tendría el Hombre para con sus semejantes, que llega a transformarlos en criaturas deformes y privadas del beso del Sol, empero no duda en dotarlos de “facultades” todo desagradables: subterráneos, hijos de HÉCATE, caníbales…, están presos de la terrible taba de mantener a la raza privilegiada (que no dominante), los Eloi, para siempre.
Fotograma de dicho filme, aunque parece más bien de EL PLANETA DE LOS SIMIOS, ¿eh? ¡Qué hercúleos Morlocks, cuando Wells les describe hasta esmirriados! |
Pese a su terrible sino, cuesta solidarizarse con ellos (el Viajero a través del Tiempo, alter ego de Wells, no puede). Mas ¿acaso son los Morlocks otra analogía que Wells establecía; veía, finalmente, en el triunfo del sindicalismo, una amenaza no menos grave que la del capitalismo rampante? Hum…
Vuestro Scriptor.
Documentación adjunta: