domingo, 27 de julio de 2014

TAN MUERTOS COMO YO — DULCIFICÁNDOLO

Afiche promocional. La tenebrosa muerte
tomada, si no a broma, con estilo y humor,
empezando por desmitificar su imagen
Originalidad (televisiva) consumada con éxito. De nuevo, la muerte como trama. Mas desde el ángulo que, opino, PIERS ANTHONY debió manuscribir SOBRE UN PÁLIDO CABALLO. Pero, por mor de su arcaico estilo narrativo, erigió una catedral que, sin llegar a ser tediosa, perdió todo encanto. Es: una ampulosa decepción pedante.

BRYAN FULLER supo orientar su nave por los meridianos adecuados y, aparte de la sutil socarronería que la adolescente protagonista, GEORGIA LASS (ELLEN MUTH), encarnaba, llenó las dos temporadas de la serie de una cuidada reflexión de la vida, la muerte, la pérdida, el amor, el tránsito que las ánimas experimentan, golpeadas por los distintos avatares, y el crecimiento, o depresión, de las personas en su viaje existencial.

Sobre todo, descuellan el fino humor satírico y los cuidados y brillantes diálogos. Transforman Tan muertos como yo en una pequeña y deliciosa gema, auténtica rara avis televisiva que, por su misma exquisita naturaleza, no logró la continuidad y resonancia que, sin duda, merecía, quedándose en “serie de culto”.

Nuestra prota, GEORGIA LASS (ELLEN MUTH) a punto de
cascarla. El primer día de curro, la hora del bocata, y...
Quizás esto fuese, en el fondo, buena cosa. Pues prolongarla igual hacía que esa encomiada, y elogiada, calidad que exhibió en su corta andadura, se adulterase y diluyese, cayendo en un abismo de manidos tópicos, lo zafio, atentando sus magníficos y deslumbrantes orígenes.

Bueno, de lo borde debe existir, desgraciadamente; pero hacen teleseries como Tan muertos como yo hitos dignos de sana envidia, estudio y, a modo, emulación. Provocan desear hacer algo con tal talento. Demuestran: posible realizarlo.

Se insiste en el planteamiento de la serie de planos como
este, situando a los protagonistas sobre el común mortal, a
modo de observantes ángeles, pero sin alas
Tan muertos como yo relata las vivencias postmortem de Georgia, víctima de un accidente de carácter cósmico. Imagino que hubo doble intención en matarla así, aparte de la macabra broma pesada que constituía su deceso.

Georgia queda integrada en un grupo de “aparecidos”, gente que, por inexplicados motivos, aún no ha tenido su tránsito al misterioso y lejano Más Allá. Son fantasmas tangibles, con rostro distinto al suyo.

Esta brigada arrebata el alma de los que van a morir de forma espectacular (aplastados por un piano, ataque de oso, cosas parecidas), esperando ahorrarle el trauma al espíritu, sacándolo del cuerpo antes del suceso.

El jefe, RUBE (MANDI PATINKYN), tratando de aleccionar
a Georgia sobre su nueva condición y empleo. La irritada
frustración de la chica llega a cabrearlo con frecuencia
El así “rescatado” permanece unos momentos observando cómo falleció, y reflexiona sobre el hecho. Sus amargas ironías. Lo que pudo ser y no fue. Sólo queda el lamento y la resignación.

Georgia, o cualquiera del grupo (RUBE —MANDY PATINKIN—, MASON —CALLUM BLUE—, ROXY —JASMINE GUY—, BETTY —REBECCA GAYHERAT—, DAISY —LAURA HARRIS—) guía ahora al difunto a tener sus “luces”, una recreación de lo que el muerto estima es el Cielo. Un Paraíso customizado. Edén a la carta. Al parecer, es un Prisma Universo compuesto por infinidad de Facetas, no un enorme y único parque apacible como lo describen muchas mitologías y religiones.

Mediante el dibujo de los concurrentes de la serie, los autores de los libretos examinan nuestra Sociedad agudamente y los valores que crea, qué estructuras filosóficas y morales nos sometes o moldean, evitando liberarnos, pese a prometer hacerlo.

ROXY (JASMINE GUY), otra muy enojada,
pero por causas diferentes. Todo un carácter,
mejor no le tocas la fibra
Georgia reniega de su condición de aparecida con empleo en una agencia de trabajo temporal (más tralla para construir el análisis de nuestro entorno), a la espera de sus luces. Considera enormemente injusta su muerte, tan joven. No entiende el mecanismo de la Vida, ni aún menos, el de la Muerte, pero decide oponer cuanta resistencia pueda.

Fuller, merced a Georgia, describe la Creación como una enorme administración con detallados departamentos que se ocupan, rigurosamente, de nosotros. Su funcionamiento se nos escapa, pero no sucede a la inversa. Georgia, Rube, Mason, Roxy, Daisy, incluso los inefables GRAVELLINS que originan los aparatosos accidentes mortales, son funcionarios que, pese a su especial ubicación en el gigantesco esquema de las cosas, no atisban más allá de éste que cualquiera de nosotros.

La Muerte es tema controvertido. La tememos (pienso que, en realidad, nos aterra ignorar qué espera luego) y odiamos. Pero es inevitable estación, y alivio inexpresable para quienes sufren horriblemente. Supongo que eso compensa las cosas.

Pero MASON (CALLUM BLUE) y DAISY (LAURA
HARRIS) toman este
ictus en sus existencias con una actitud
entre pasota y condescendiente; de aprovecharse incluso
Y Fuller y Cía. esperan mostrarnos a la Parca como un ente amable víctima también de una ruina laboral inflexible. No tiene favoritos y a nadie condona un segundo extra de vida. Sólo parece tener cierta tolerancia con estos agentes suyos que facilitan el paso de la existencia a la muerte con suave gesto.

Así lo entiende Rube, el más veterano, que parece condenado a un proceso mayor de espera por actos que cometió en vida. Asume su singular condición como una pausa indefinible que le permite gozar indefinidamente de pequeños placeres (la Vida se resume a eso: pequeños placeres que emocionan, o conmueven; los grandes hitos, las fortunas masivas, por envidiables que sean, en el fondo reportan muy poco). Y planea paladearlos mientras pueda.

Los extraños GRAVELLINS provocan los desastres y las
muertes accidentales más aparatosas
Georgia termina aceptándolo, a modo, aunque su frustración y enojo por su muerte “prematura” espolean su rebeldía. Empero descubre algo que pocos tienen la suerte de vislumbrar en vida: la malgastó, se trabó en peleas y discusiones familiares estériles. Ahora que los ha perdido, los ama como nunca. A su alcance, pero intocables.

Es la moraleja de Tan muertos como yo: ámalos. Inesperadamente puedes perderlos. Y no regresan. La vida no es antibalas, aunque lo parezca. Caduca de golpe.

Vuestro Scriptor.

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