Portada coloreada del texto citado |
Reseña, o comentario, o digresión,
motivada por el libro de G.H. BÜRGER que relata las ingeniosas aventuras
fantásticas que KARL FRIEDRICH HIERONYMUS VON Münchhausen relataba a sus
huéspedes, invitados a su propiedad de la Baja Sajonia. Según MIGUEL SÁENZ, es
la mejor versión que podemos adquirir.
El autor original de la compilación de
historietas es RUDOLPH RASPE, cierto, pero Bürger fue quien lo popularizó,
proporcionándole algunas de las más conocidas y pintorescas hazañas del Barón. Su
texto es un decantado final, por tanto. Sobre un interesante esqueleto, Bürger fue
agregándole carne singular que es la que degustamos ahora, remarcada por las
ilustraciones de GUSTAVE DORÉ.
El relato no excluye ciertos comentarios
antisemitas ni hispanófobos, reflejos tanto de una época (que aún perdura
—concerniente al antisemitismo—), como de un alarde de Propaganda probritánica
que los hijos de las tormentosas islas saben explotar y articular
magníficamente, transformando clamorosas derrotas en gloriosas cargas de
caballería, u ocultando qué daño otras potencias lograron hacerles a sus
condecorados ejércitos, hasta hallándose en táctica mayoría.
El autor, GOTTFRIED AUGUST BÜRGER |
[Reconozco
que deberíamos aprender esto de ellos. Pero resulta que el primer enemigo de España
es el español, sus individuos ruines, acomplejados, mezquinos y envidiosos, que
intentan hurtar lo glorioso de nuestra Historia en acatamiento a ideologías
perniciosas, o preceptos “morales” de dudosa decencia.]
Von Münchhausen abandonó una activa vida
militar en Rusia para hacer de VIRGILIO del fantabuloso
mundo ‘paralelo’ donde transcurrían sus ‘hazañas’. No creo que, contando estas
lúdicas patrañas, von M pretendiera alguna promoción excepcional, persiguiera un
agasajo social exorbitado.
Von M, como nadie, sabía que no era el
gran guerrero que alguna vez se pintó. Ni cabalgaba sobre balas de cañón. La
simple exigencia de que repitiese tal proeza ante testigos lo desacreditaría
miserablemente. La secuela sería total, devastadora. Así que se ciñó al
discreto plano del ocio, muy lejos de creerse el SUPERMAN que contaba ser. Su carácter no necesitaba ganarse mimitos
con estas trolas para funcionar en la vida.
Lienzo del auténtico inventor de toda esta tramoya, VON MÜNCHHAUSEN |
Pienso mejor que así daba salida a su
imaginación, con tintes de desbordante. Sometido a una suerte de excentricidad,
consideraba parte de sus deberes como anfitrión deleitar a sus visitas quizás
con exóticas aventuras selenitas, ¡cuan anticipo de JOHN CARTER!
Empleaba la mentira como recurso de
esparcimiento. Todo narrador decente la usa de modo similar. Ornamenta una idea,
añadiéndole ocurrentes embustes hasta cobrar cuerpo de cuento, novela, cómic,
película... Sabemos que estamos mintiendo. Y el público también. Este embuste
persigue un objetivo crematístico. Es inocente.
Pero si hasta ahora hemos tratado la
mentira por su carácter fabuloso para embellecer una narración, verbal o
escrita, y circunscrita a ese ámbito, ahora toca señalar la falsedad como
combustible para elevar una miserable condición personal, un recurso
indispensable como el oxígeno para vivir y tener una referencia pantagruélica
de sí mismo merced a comentarios de terceros.
Que, GUSTAVE DORÉ, de esta manera caracterizó para la posteridad |
[Entre
medio, están los políticos, emperadores de la mentira. Tan asumido lo tenemos
que ni prestamos atención a su programa gubernamental; sabemos que jamás lo
aplicarán. Van al saqueo y al coche oficial. Les votamos bien por inercia o
fanatismo clientelar. En el extremo más deplorable: en atención a su atractivo.]
Es más interesante tratar esta mentira,
la narcisista. Es forma de repugnante patología que indica qué insignificante
persona oculta. Von M está excluido de esta malformación del alma; ha quedado
patente con la argumentación de que someterlo a cualquiera de sus exageradas
experiencias lo desmontaría, mostrándolo como un impostor. No se arriesgaría a
tal deshonor.
¡Ajá, sí! ¡Impostor! La palabra indefectiblemente
apropiada para definir al embustero narcisista que va contando porquerías sobre
sí mismo en el anhelante afán sin fin-sin fin del favor y atención del prójimo,
con cuya bondad y solidaridad, aun amistad, el impostor embustero narcisista
juega despiadadamente. Se percata, perverso, de que efectúa, actuando así, una
suerte de chantaje emocional que sacia su desmesurado apetito de inmensa e
inmerecida notoriedad. Cuando menos vale, más orgulloso es. Su grado de
engreimiento es colosal.
Anécdota, archiconocida del BARÓN, ilustrada por Doré |
El impostor embustero narcisista se ve
obligado, empero, a aumentar la brutalidad de sus miserias, pues su desbocado apetito
de atención ajena va a más (le ha salido bien la primera vez; ¿por qué parar
ahí?), y siempre está insatisfecho. Los pequeños embustes picarescos se transforman
tamañas trolas que lindan lo aberrante. Y siguen creciendo, haciéndose insostenibles.
Llegan, pues, las contradicciones. Se descubren las imposturas. La víctima de tales
engaños experimenta furia justificada. Corresponde vengarse del impostor
embustero narcisista. Por la confianza burlada, sobre todo, pisoteada vilmente.
Son desvelos vilipendiados.
La galantería no era ajena al Barón |
Von M no pertenecía a esta calaña de
inútiles parásitos, incapaces de legar nada a la posteridad, salvo su sucia e
indecente dependencia de cariñitos, o su fatua arrogancia. Pretendía confortar,
alegrar. El otro miserable sólo quiere aprovecharse, herir debido a su
retorcida, baja y cruel naturaleza improductiva.
Pocos son los palos que alguien así
merece.
Vuestro Scriptor.
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