jueves, 4 de diciembre de 2014

MÜNCHHAUSEN — Y EL USO DE LA MENTIRA

Portada coloreada del texto citado
Reseña, o comentario, o digresión, motivada por el libro de G.H. BÜRGER que relata las ingeniosas aventuras fantásticas que KARL FRIEDRICH HIERONYMUS VON Münchhausen relataba a sus huéspedes, invitados a su propiedad de la Baja Sajonia. Según MIGUEL SÁENZ, es la mejor versión que podemos adquirir.

El autor original de la compilación de historietas es RUDOLPH RASPE, cierto, pero Bürger fue quien lo popularizó, proporcionándole algunas de las más conocidas y pintorescas hazañas del Barón. Su texto es un decantado final, por tanto. Sobre un interesante esqueleto, Bürger fue agregándole carne singular que es la que degustamos ahora, remarcada por las ilustraciones de GUSTAVE DORÉ.

El relato no excluye ciertos comentarios antisemitas ni hispanófobos, reflejos tanto de una época (que aún perdura —concerniente al antisemitismo—), como de un alarde de Propaganda probritánica que los hijos de las tormentosas islas saben explotar y articular magníficamente, transformando clamorosas derrotas en gloriosas cargas de caballería, u ocultando qué daño otras potencias lograron hacerles a sus condecorados ejércitos, hasta hallándose en táctica mayoría.

El autor, GOTTFRIED AUGUST BÜRGER
[Reconozco que deberíamos aprender esto de ellos. Pero resulta que el primer enemigo de España es el español, sus individuos ruines, acomplejados, mezquinos y envidiosos, que intentan hurtar lo glorioso de nuestra Historia en acatamiento a ideologías perniciosas, o preceptos “morales” de dudosa decencia.]

Von Münchhausen abandonó una activa vida militar en Rusia para hacer de VIRGILIO del fantabuloso mundo ‘paralelo’ donde transcurrían sus ‘hazañas’. No creo que, contando estas lúdicas patrañas, von M pretendiera alguna promoción excepcional, persiguiera un agasajo social exorbitado.

Von M, como nadie, sabía que no era el gran guerrero que alguna vez se pintó. Ni cabalgaba sobre balas de cañón. La simple exigencia de que repitiese tal proeza ante testigos lo desacreditaría miserablemente. La secuela sería total, devastadora. Así que se ciñó al discreto plano del ocio, muy lejos de creerse el SUPERMAN que contaba ser. Su carácter no necesitaba ganarse mimitos con estas trolas para funcionar en la vida.

Lienzo del auténtico inventor de toda esta
tramoya, VON MÜNCHHAUSEN
Pienso mejor que así daba salida a su imaginación, con tintes de desbordante. Sometido a una suerte de excentricidad, consideraba parte de sus deberes como anfitrión deleitar a sus visitas quizás con exóticas aventuras selenitas, ¡cuan anticipo de JOHN CARTER!

Empleaba la mentira como recurso de esparcimiento. Todo narrador decente la usa de modo similar. Ornamenta una idea, añadiéndole ocurrentes embustes hasta cobrar cuerpo de cuento, novela, cómic, película... Sabemos que estamos mintiendo. Y el público también. Este embuste persigue un objetivo crematístico. Es inocente.

Pero si hasta ahora hemos tratado la mentira por su carácter fabuloso para embellecer una narración, verbal o escrita, y circunscrita a ese ámbito, ahora toca señalar la falsedad como combustible para elevar una miserable condición personal, un recurso indispensable como el oxígeno para vivir y tener una referencia pantagruélica de sí mismo merced a comentarios de terceros.

Que, GUSTAVE DORÉ, de esta manera
caracterizó para la posteridad
[Entre medio, están los políticos, emperadores de la mentira. Tan asumido lo tenemos que ni prestamos atención a su programa gubernamental; sabemos que jamás lo aplicarán. Van al saqueo y al coche oficial. Les votamos bien por inercia o fanatismo clientelar. En el extremo más deplorable: en atención a su atractivo.]

Es más interesante tratar esta mentira, la narcisista. Es forma de repugnante patología que indica qué insignificante persona oculta. Von M está excluido de esta malformación del alma; ha quedado patente con la argumentación de que someterlo a cualquiera de sus exageradas experiencias lo desmontaría, mostrándolo como un impostor. No se arriesgaría a tal deshonor.

¡Ajá, sí! ¡Impostor! La palabra indefectiblemente apropiada para definir al embustero narcisista que va contando porquerías sobre sí mismo en el anhelante afán sin fin-sin fin del favor y atención del prójimo, con cuya bondad y solidaridad, aun amistad, el impostor embustero narcisista juega despiadadamente. Se percata, perverso, de que efectúa, actuando así, una suerte de chantaje emocional que sacia su desmesurado apetito de inmensa e inmerecida notoriedad. Cuando menos vale, más orgulloso es. Su grado de engreimiento es colosal.

Anécdota, archiconocida del BARÓN, ilustrada por Doré
El impostor embustero narcisista se ve obligado, empero, a aumentar la brutalidad de sus miserias, pues su desbocado apetito de atención ajena va a más (le ha salido bien la primera vez; ¿por qué parar ahí?), y siempre está insatisfecho. Los pequeños embustes picarescos se transforman tamañas trolas que lindan lo aberrante. Y siguen creciendo, haciéndose insostenibles. Llegan, pues, las contradicciones. Se descubren las imposturas. La víctima de tales engaños experimenta furia justificada. Corresponde vengarse del impostor embustero narcisista. Por la confianza burlada, sobre todo, pisoteada vilmente. Son desvelos vilipendiados.

La galantería no era ajena al Barón
Von M no pertenecía a esta calaña de inútiles parásitos, incapaces de legar nada a la posteridad, salvo su sucia e indecente dependencia de cariñitos, o su fatua arrogancia. Pretendía confortar, alegrar. El otro miserable sólo quiere aprovecharse, herir debido a su retorcida, baja y cruel naturaleza improductiva.

Pocos son los palos que alguien así merece.

Vuestro Scriptor.