En este caso, podría ser un "comportamiento antiliterario", ante a un inmovilismo académico que está petrificando una de las siete artes |
Me he esforzado en tener un estilo
literario particular para que no pudiesen copiarlo ineptos desalmados. Ese
blasón especial que me diferenciara del resto. De paso, hacerlo lo
suficientemente intrigante, ameno e interesante para ser seguido por numerosos
lectores.
He recibido elogios al respecto de la genuinidad de mi
prosa. Procedentes de gente “de fuera” de lo que suele ser el Lector habitual,
un señor muy bien pertrechado en conocimientos profundos de gramática y la
ortografía y un vasto compendio de relatos valorados que, a fuerza de ser
estricto, se ha quedado del todo/completamente anquilosado y no puede reaccionar
ya ante las (imaginativas, gratas) novedades, siéndole imposible paladearlas.
Los parabienes proceden de quienes
disfrutan una narración bien construida donde cuenta más lo que se cuenta que cómo se cuenta. Desdeñan una estructura gramático-ortográfica
calcificada que no proporciona solaz ni interés. Pues es estéril. Está muerta.
Quieren les cuenten cosas (con coherencia),
no leer lo bonitamente escrito que está algo que, empero, no comunica lo más
mínimo-nimio.
Esto de tener unas letras definidas
procede de una recomendación que RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA escribió:
Karl
Vossler [no sé quién es,
o fue] entiende que el lenguaje es
creación, espíritu, poesía, fantasía, intuición, estilo, individuo.
Por
eso los escritores tienen derecho al desvío verbal y, sobre todo, en una época
en que se han vulgarizado tanto los temas y anda el alma perdida.
Hay
que reaccionar contra las palabras inertes que se quedaron inertes, y preferir
lo incompleto a lo perfecto.
Por supuesto, hay detractores de mi prosa. (Ellos se lo pierden.) Es el ancho
mundo. No llueve a gusto de todos. Lo que pido es tolerancia, no una adhesión
incondicional a mi estilo. También la literatura debe evolucionar. O eso
pienso.