sábado, 5 de septiembre de 2015

IDENTIDAD LITERARIA — PROPIA

En este caso, podría ser un "comportamiento
antiliterario", ante a un inmovilismo académico
que está petrificando una de las siete artes
Me he esforzado en tener un estilo literario particular para que no pudiesen copiarlo ineptos desalmados. Ese blasón especial que me diferenciara del resto. De paso, hacerlo lo suficientemente intrigante, ameno e interesante para ser seguido por numerosos lectores.

He recibido elogios al respecto de la genuinidad de mi prosa. Procedentes de gente “de fuera” de lo que suele ser el Lector habitual, un señor muy bien pertrechado en conocimientos profundos de gramática y la ortografía y un vasto compendio de relatos valorados que, a fuerza de ser estricto, se ha quedado del todo/completamente anquilosado y no puede reaccionar ya ante las (imaginativas, gratas) novedades, siéndole imposible paladearlas.

Los parabienes proceden de quienes disfrutan una narración bien construida donde cuenta más lo que se cuenta que cómo se cuenta. Desdeñan una estructura gramático-ortográfica calcificada que no proporciona solaz ni interés. Pues es estéril. Está muerta.

Quieren les cuenten cosas (con coherencia), no leer lo bonitamente escrito que está algo que, empero, no comunica lo más mínimo-nimio.

Esto de tener unas letras definidas procede de una recomendación que RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA escribió:

Karl Vossler [no sé quién es, o fue] entiende que el lenguaje es creación, espíritu, poesía, fantasía, intuición, estilo, individuo.
Por eso los escritores tienen derecho al desvío verbal y, sobre todo, en una época en que se han vulgarizado tanto los temas y anda el alma perdida.
Hay que reaccionar contra las palabras inertes que se quedaron inertes, y preferir lo incompleto a lo perfecto.

Por supuesto, hay detractores de mi prosa. (Ellos se lo pierden.) Es el ancho mundo. No llueve a gusto de todos. Lo que pido es tolerancia, no una adhesión incondicional a mi estilo. También la literatura debe evolucionar. O eso pienso.