miércoles, 6 de diciembre de 2017

ROAD TO SOGUETTO — ENTREGA 19

Vamos conociendo intimidades de nuestros protagonistas
en esta entrega
Convulsiones de músculos abdominales que prometen: desagradables calambres de estómago después. Lo que más ODIO de vomitar: la sensación de expansión de las sienes. Que: tu cerebro saldrá a presión por ojos y orejas, estallado el cráneo. Y qué decir: del asqueroso sabor como a trementina que la bilis impregna en el paladar.

Si pudiera someterlo. Según elimino líquido de mi vientre: los adultos aceptan su paliza por los actos cometidos con semblante rígido, exangüe. Expresan: deseo de estar en otro lugar. Las graves planicies de Marsoon. O una galaxia muy, muy lejana.

Otra arcada. Me avergüenza: me vean así. Débil. Inseguro. No el macho alfa que todos nos estimamos en nuestra imaginación. Un infalible Héroe Solar. De pronto, ahí está. Cálida. Compañera. Donando firmeza allá donde la he perdido. La mano de Dama de Picas intenta confortarme según acaricia mi espalda.

—Bien hecho. Lo has hecho MUY BIEN —premia junto a los reconstituyentes gestos—. Has protegido a los camaradas. Bien hecho. —Dedico: una débil sonrisa agotada a Dama de Picas. Cruzamos la mirada. Sé entonces: que todo estará bien. Irá de puta madre magistral—. ¿Mejor?
—Restablecido, sí, ajá. —Limpio mi barbilla húmeda con el dorso de la mano… que todavía empuña el Commander. Pensaba haberlo soltado apenas lo descargué. Pero: no. Hábitos inculcados por esta estricta

Por la alusión contenida en el texto,
me animo a recomendarosla de nuevo
(dominatrix)

maestra han calado de tal modo en mis reflejos que no puedo dejar el hierro tibio. Lo contemplo. Como a un extraño reptil decapitado. Tirarlo: es mi primera intención. Un acto claro de aborrecimiento por su funesto empleo. Bajo la mirada de acero, ¡MÁS ACERO! de Dama de Picas: lo dejo sobre la caja del aterrado gato—. ¿Muertos? —miro a los cuerpos tendidos sobre reseco follaje crepitante. Un escalofrío: me galvaniza.
—Como Julio César. Especialmente el barbudo. Reventaste su cráneo —indefinible estimo: el tono que emplea Dama de Picas. Exultación. Mera exposición de un hecho. Casual evaluación. Creo es: lo primero. Mi padawan aprovechó bien sus lecciones—. Has sabido protegernos. Eso es todo cuanto cuenta. Buenas noches y duerme bien.

Con gestos ligeramente mecánicos: Bujías enfunda su Eagle de reglamento. Primero, empero: lo ha recargado. Dama de Picas también efectúa esa tarea, que debo imitar. Sin embargo: ¡cópiate cómo tiemblan mis manos! Expongo con desnuda lucidez:

—Quiero orinar. O me lo haré encima. —Justo: otra secuela. Un intenso/imperioso deseo de mear que no supe iba acumulándose en mi vejiga.
—Adelante.

Elogios difícilmente superables que espero empero os
animen a seguir el resto de mi obra con igual entusiasmo
Dama de Picas se une al macilento Bujías. Quien sabe: controlarse mejor que yo. Tiene experiencia, claro. Estuvo en las Dunas. Aunque no combatió en sitios como Satanligrado o algo así, bregó con trajines marciales que marcaban. De por vida. O quizás contemplo: una secuela del Síndrome de Stern-Rush que padece, como todo vet que luchó allí. En unos se manifiesta con mayor virulencia que en otros.

Según descargo lluvia dorada: los adultos veo empiezan a saquear a los muertos. Revisan el contenido de sus bolsillos según intercambian quedas palabras, valorando la distinta mercancía que obtienen de este modo.

Continuará