Abigarrada portada de una miniserie de bajos fondos que acaba produciendo indiferencia (o hastío) |
Este parecer lo leí en otro blog. De
entrada, parece un fuerte adjetivo insultante lanzado al desprecio del colectivo
por una eminencia de la opinión y el tebeo que considera muy inferiores a la
mayoría de quienes comparten su filia por las viñetas. Conviene resaltar que seres
así existen, cuyo severo juicio implacable semeja al de un juez del Radamanto, sujeto
al que imagino sobre un estrado administrando admoniciones sin compasión. Un freakie, en el fondo, con el suficiente
refinamiento empero como para poder disimular tal condición.
También hay sosegados opinadores que emiten veredictos similares pero desde un ángulo ponderado,
razonado, son atinados. Por alguna razón, esta segunda categoría (la buena) es
la que menos seguidores cosecha. Quizás porque su mordiente no es tan ácido
como el del primer grupo, que posee la habilidad, encima, de acaparar fans. El
problema subyace en que la inteligencia media no es tan alta o de tal calidad
como esperamos. Hay más afán de bronca que de reflexión.
De ahí el permanente estado de ánimo incendiario
de las redes sociales, que lejos de apreciar qué democratización supone
internet les sirve sólo para lapidar a quien opine distinto. Es una brutal
herramienta del más extremo populismo, no el vehículo de promoción/comunicación
al que parece destinaron estas redes sociales.
Va de tiros Tiros TIROS sin parar y poca trama que masticar. BISLEY intenta hacérnoslo más digerible |
[Por
suerte, descubrí que el número de tales peligrosos agitadores es pequeño,
aunque sí contumaz. Logra hacer mucha espuma debido a su muy resonante actividad
constante. Cuando decides ignorarles, ves cómo su virulento ODIO les consume y
destruye, reduciéndolos a un esperpéntico esqueleto tricolor.]
Pero al tema: en efecto, pese a la dureza
del término, Bodycount, otra ‘gracieta’
del tándem KEVIN EASTMAN/SIMON BISLEY, es para descerebrados... o lectores
muuuuy indulgentes. Confieso que me enganchó el que fuese Bisley el autor de
las viñetas, porque estaba fresco ese SLÁYNE
fantásticamente pintado, junto al gamberrismo iconoclasta de LOBO (que fue decayendo tras la primera
miniserie).
Bodycount podía haberse ideado como hábil sátira (lo
intenta, pienso concedérselo) de los exagerados tiroteos de las películas de
Hong-Kong que, por entonces (Década 90), desembarcaban en los videoclubs, establecimientos
en vías de extinción hoy. CHOW YUN FAT ni paraba para recargar sus calibres
hirvientes y la megamatanza nos dejaba zombies
un rato. La moda nos pudo; pero siendo eso, moda, también declinó. Ha dejado
una desagradable secuela en el cine de acción en general, no obstante: la de re-matar
a un tío con veinticinco balas o más. No lo he estimado, ni entonces preso del
auge de la moda, un recurso espectacular, sino puro sadismo. Proclives a él, ¡ha
sabido perpetuarse!
Fatal enfrentamiento fratricida final. Y te quedas preguntando ¿qué, ahora? |
Bodycount desaprovecha no obstante la oportunidad de
la elaborada ironía (limitaciones de Eastman) para relatar un feroz enconamiento
entre hermanos mafiosos causado por un malentendido. Aaparecen, para darle a esto
pálida enjundia, una de las inefables TORTUGAS NINJA, junto al tal CASEY JONES,
que Bisley boceta como Sláyne/Lobo. Bisley sí intenta darle, a su línea, trazo
paródico. Estira/distorsiona las figuras, sin conseguir llegar al entrañable
humor gráfico tipo TEX AVERY o CHUCK JONES que parece pedían estas páginas.
Son figuras exageradas, contrahechas, que esperan
lanzarnos una humorada, pese a que nuestros ojos siempre acaben reposando en la
neumática versión de JULIE STRAIN (esposa de Eastman, creo) según iba
preparándose para posar en F.A.K.K. 2.
Y ya está. Sanseacabó. Apenas más puede contarse de una alocada miniserie que
tiene tiros para reventar y sólo la querencia por el salvaje trazo de Bisley
prende (dudo que lo haga ya tanto) lo suficiente para adquirirla… y luego
lamentarlo.
[Pensaba escribir sobre que Bodycount era ejemplo del declive narrativo del tebeo de acción que sufrió Década 90, con la hiperviolencia y el erotismo fetichista y tal en ON que hoy condena las publicaciones. Pero, en justicia: también antes hubo pésimo cómic y cargar las tintas contra Bodycount no hubiera sido honesto.]