Afiche. Los protagonistas, a la vista. Una crítica, en momentos feroz, contra el artisteo progre capaz de convertirse en aquello que dice combatir sin problema alguno |
Un puñado de marionetas bordes critica en
esta alocada comedia de sal gruesa cuestiones sobre la Sociedad Occidental actual
o cómo ciertos sectores del mundillo artístico pueden convertirse en lo que
dicen combatir. Occidente, desde que los Bloques se esfumaron, es un fangal de
contradicciones, inconsistencias y naderías que le hacen fácil presa de los
antiguos enemigos, los Soviéticos, reconvertidos en perjudiciales populismos o
mafias que argumentan las películas norteamericanas (como JOHN WICK).
Team
America cuenta, grosso modo, cómo un destructivo comando
estadounidense de elite (los anti G.I.
JOE, S.H.I.E.L.D o THE A-TEAM) viaja por todo el ancho
mundo aniquilando terroristas islámicos, surtidos de maletines llenos de bombas
para hacer la gran puñeta. El T.A. empero causa más daño (como casi asolar
París) que el que pudieran originar los terros. Eso sí: tanta hecatombe inmola
a los malos. Algo salimos ganando.
Enrolan a un actor con montones de dudas
sobre sí mismo y la misión que le encargan. El comando lo compone la mezcla
habitual de sujetos con moral que lamentan tener que hacer tanto tiroteo, dos
tías buenas, el duro e irascible con una historia chunga en su pasado y el
líder, máquina de disparar consignas y patrioteradas así como frases estilo
CHARLTON HESTON de: O lo haces, o todos nos vamos al carajo.
Todo esto permite (junto a los chistes
groseros) contar que los “capullos”, como los del T.A., es gente más legal de
lo que a priori parezca. La descreída
confusión de Occidente, viejo motor civilizador (no siempre con las mejores
intenciones, o resultados), abona el que el primer ‘pacificador’ buenista de
Ixquierdas mequetrefe con cierta notoriedad pueda, desde el púlpito televisivo
o las redes sociales, arengar contra los estamentos “arcaicos”… aunque estabilizadores.
Su pretexto: son tiempos nuevos, nuevas formas de pensar y entender la
Humanidad. A esos, les definen “zorras”, (y en nuestro aparato actoral,
político y cultural nacional abundan).
Finalmente están las “mariconas”.
Los malos absolutos. Mas saben camelarse a las zorras (halagando su vanidad) diciéndolas
que esto tiene arreglo, soy víctima del prejuicio de los capullos, los curas y los reyes, ay fíjate mira cómo me tienen… y
las zorras, ahítas de una progresista
culpabilidad tontaina, engullen el marrón hasta la última cucharada. Son incapaces
de ver la supina maldad, velada con astucia, de las mariconas.
Claro, que sujetos de este tipo, acaso un poco estereotipados, no dejan más opción que proceder expeditivamente a veces |
Resaltan la estentórea pasión destructiva
de los capullos, los tíos con ideales
y firmes convicciones sustentadas en defender la patria y su bandera, cosas que
las zorras estiman insidiosas, decadentes,
anquilosadas. Empero: son el esqueleto, la musculatura incluso, que permite a las
zorras decir sus tonterías, porque las
zorras, de por sí, no tienen más valor
que el vapor caliente de sus aberrantes consignas, vistosas y atractivas para
un populux que ha dimitido de su deber de juzgar qué mierda están vendiéndole,
tanto unos como otros, para abrazar un muelle conformismo cortoplacista.
El plan de la maricona, o sea, el tirano de Corea del Norte, es liarla parda so
pretexto de una falsa conferencia de pax. El tiroteo mundial nuclear posterior le
permitirá gobernar el planeta después. Vaya plan. Da igual: es el Mal. Actúa
así. Como cuando arroja al estanque de los tiburones al embajador de la ONU,
institución zorruna dibujada tal cual: ornamental, torpe, inútil. Cuanta condena
pretende hacer de las violaciones de los derechos humanos en Corea del Norte es
remitirles una carta de protesta.
Irreverente y bastante profunda, Team America sorprende porque, en una
época de cuestionar (las cuestionables) políticas norteamericanas en Oriente
Medio, de BUSH, JR., los siniestros lobbys
y personajes anejos que le sustentaban, la cinta posee el valor de denunciar lo
indenunciable por hipócritas y
aberrantes simpatías; léase: que el bando progre
tiene tanto o más peligro fascista
que el conservador. Pero ODIAN admitirlo.