Cubierta. Un delicioso conjunto de anécdotas de un tiempo con un lenguaje que, felizmente, pensaba se había superado. Qué va |
El libro (¿obra del sutil fantástico?) contiene veinte cuentos que, infiero, fueron
escritos entre 1948 y 1953. Todavía fresca la postguerra, en toda su dramática
extensión. Relata la lucha eterna del párroco Don Camilo, firmemente fiel en su
fe en JESÚS y en su conciencia, y el alcalde comunista PEPPONE, hombrón que
evidencia dificultades a veces entre obedecer a su conciencia (que perenne
apunta en la dirección de hacer lo correcto) o guardar disciplina al Partido.
Siempre en tono humorístico, ameno, amable, que no ignora el alcance de la
maldad humana.
GIOVANNI GUARESCHI halló un excelente estilo
narrativo que le ha popularizado (aunque sospecho que, hoy día, es autor bastante
olvidado) y le permitía contar unas monstruosidades ideológicas de su época
que, fíjense ustedes, ¡son las de la mía! Sus personajes, mediante su prosa,
tanto le consentían decir lo que precisaba como daban voz a muchos otros (u
otras) contemporáneos de Guareschi.
Guareschi, acérrimo enemigo del comunismo,
trata empero con respeto a Peppone y sus camaradas: EL FLACO, EL LARGO, EL BRUSCO, etc., encontrándoles que su
humanidad también chocaba contra el elemento implacable del intolerante
Partido. Más de una vez, frente a una estupidez (porque la Ixquierda las comete
tan mayúsculas, o más, que la Derecha) que ordena el Partido, Peppone confiesa
a Don Camilo, que le reprocha cuán aberrante es la situación, que “es el
Partido; cuando habla, se obedece”.
GIOVANNI GUARESCHI joven; tal vez en la época que concibió a su grueso párroco y a su grueso alcalde de La Baja |
Don Camilo también tiene un partido que le
impone disciplina. Mas, ante todo, obedece al Crucificado y a la nítida voz de
su conciencia. También Peppone hace eso: imponer su criterio de lo correcto a
la monserga política. Para él, ser honrado, estar en paz con su conciencia, es prioritario.
Más que todo lo demás. Arrostra por tanto valeroso a los intransigentes sectarios
de su banda, sabiéndose consecuente, blindar la verdad.
Y el primer cuento tiene un lúcido diálogo
entre él y uno de sus camaradas donde éste le expone que abandona el Partido
alegado que luchó contra el fascismo italiano por la libertad, y no mancillará
ese sacrificio para someterse a un Partido que exige obediencia absoluta a la
causa, ordenándole perder su libertad individual. No luchó tanto para eso.
La España actual está inmersa en esa turbia
situación. Muchos de la Ixquierda (léase: ese aborto populista similar a un pútrido
tumor) hablan de libertad y tolerancia, mas desde postulados intolerantes,
negando expresarse a quien opina distinto. Persiguen la crítica o la
disidencia. Poseen dos poderosos aliados: viejos con la mente podrida por el ODIO
y sus mentiras amontonadas sobre una utópica II República que, ni de lejos, fue
el embuste que cuentan a los jóvenes, y jóvenes incapaces de usar el celular
con conexión a internet para INDAGAR si cuanto están contándoles es trola o verdad.
Lo tragan todo.
Presumen de anarcos libertadores; aun así,
obedecen fieles como perros amaestrados a sus guías, sin cuestionar por absurdas,
antidemocráticas o inmorales que sean, sus órdenes. Es nuestro drama: la “progresista”
juventud ignorante, incapaz de respetar a su conciencia, y menos ser
consecuente con su decencia. Lo
suplen formando remolinos de coercitivos “antifascistas”, cuando ellos actúan
exactamente así: como FASCISTAS.
Lo sucedido
en las aún recientes elecciones es por su culpa. De su sectarismo. Sus
injusticias. Sus insultos e implacable ODIO han cabreado a gente ya muy
hastiada de la falta de soluciones a sus problemas cotidianos, aquéllos que el
15M iba a arreglar ¡ya!
Pero no han resuelto nada. Salvo generar
ODIO. Por todo esto, sé del entrañable Peppone lo bastante como para afirmar que:
asqueado de la vil hipocresía cínica del individuo, daría por miserable farsante
dos buenas hostias (muy merecidas, además) a cierto líder
populista mediático y lo volvería un hombre de provecho, cosa que no es ahora,
y nunca será. Peppone, hombre ante todo íntegro, no comunista
de salón, eso haría. En efecto.