Portada de lo que empieza a ser la mítica colección de Martínez Roca. De entrada parece cosa de dragones y mazmorras... |
Inofensiva novela juvenil de ROBERT A.
HEINLEIN que, no obstante, aborda la xenofobia, en este caso, interestelar. No dramatiza
demasiado en la cuestión, pero queda patente para los lectores avispados. No
estamos en “cuando” los movimientos sociales raciales de Norteamérica (creo
faltaba una década para lo de ROSA PARKS y MARTIN LUTHER KING), mas Heinlein desarrolla
una traslación de estas inquietudes a cómo la Humanidad podría comportarse ante
el fenómeno de las relaciones extraterrestres.
Tanto al nivel diplomático como de trato
pedestre. El relato empieza contando qué problemas da una peculiar mascota
extraterrestre, LUMMOX, a la familia que, desde dos o tres generaciones antes,
la cuida, y al entorno donde habita la criatura, de infantil y bien
intencionada inteligencia, aunque no por eso menos proclive a causar “accidentes”.
Así que las fuerzas “reaccionarias” locales deciden liquidarla. Como sea. Dificultad:
es invulnerable Lummox. Empero eso no desalienta a unas autoridades empeñadas,
menos con un núcleo táctico, en desembarazarse de la problemática mascota
alienígena.
Comienza un exhaustivo trabajo diplomático
que es donde Heinlein, bosquejando la trekkie
Federación de Planetas, plantea los problemas que podemos tener frente a entes,
sin duda inteligentes, aunque de repugnante forma. ¿De veras, tanto que
hablamos del Primer Contacto, estamos
preparados para él? La fantasía casi siempre presenta a los extraterrestres
más/menos antropomorfos porque no encajamos que una manzana de tres metros
violácea pueda ser más letal que veinte PREDATORS, o vaya a desvelarnos los
enigmas de la Creación empleando algún método maravilloso de comunicación.
El galardonado ROBERT A. HEINLEIN, autor del texto, hombre cuya imagen se revaloriza y limpia del baldón que algún enterado envidioso le lanzó de "facha" |
Sin embargo, he ahí la cuestión: los aliens
no pueden tener aspecto antropomórfico (la ciencia se empeña en afirmarlo).
Obedecerán leyes de la gravedad y la evolución distintas y respirarán gases
letales para nosotros, como nuestra atmósfera pueda serlo para ellos. Heinlein
está siendo de nuevo visionario, y aunque los aliens que pueblan su fábula
(salvo Lummox) son humanides associés,
lo que destaca es que, si estos sujetos de otras estrellas se parecen a no sé
qué, ¿les trataremos con respetuosa cordialidad?
¿Una visceral repelencia arterial, pese a
esfuerzos intelectuales y diplomáticos por tolerarlos, se impondrá y
emprenderemos una cruzada
suicida, o de veras un poderoso manto de tolerancia suavizará las cosas? Debido
a nuestra proclive tendencia a destruir cuanto no se nos parezca, perseguir religiones
o ideas políticas (ejemplos dan nazis o comunistas), u otras opiniones de los
temas más variados, o baladíes, seguro que entablaremos combate por causas
xenófobas envueltas en justificaciones religiosas, éticas, morales, económicas.
Los pueblos se ofuscan apenas una de esas razones se esgrimen y vocean (¡Son
diferentes! ¡Matadlos!) y es muy tarde para cuando enquiciamos los motivos que
forzaron a actuar así: errado, mal. Más ahora, con la desgracia de las redes
sociales, donde ninguna fuente se cuestiona, y un pernicioso bulo cobra carta
de ¡apabullante verdad!, procediéndose en violenta consecuencia incluso.
Portada foránea. Como sucede en la más célebre TROPAS DEL ESPACIO, es un elemento femenino el que parte el bacalao intelectual |
Imaginémoslo: atacar a una raza de líquenes
pensantes sólo porque los vemos inadecuados para Masters del Universo, como siempre nos hemos considerado. Va la
xenofobia en nuestra sangre; desde lo cavernario-tribal. El Pleistoceno, si me
apuran. Embridarla resulta casi imposible. Un atavismo difícil de depurar. Salta
al instante.
A buen puerto sin embargo todo se lleva y
la Tierra lanza un suspiro de alivio al no tener que movilizar
sus Tropas
del Espacio, pues la reflexiva diplomacia logra imponerse. Aun así, desde
las páginas de este libro ligero de pequeñas aventuras domésticas el mensaje llega
alto-y-claro: vamos a tenerlo difícil con los eventuales vecinos del Cosmos.
Quizás lo mejor, digan lo que digan las bobadas
de cooperación interestelar trekkies,
es que sigamos como estamos: solos. Bastante daño podemos hacernos unos a otros.
¿Qué no les haríamos a los que, ni por apuesta, se nos parecen…?