viernes, 8 de febrero de 2019

NEXUS (TOMO 1) — ME ABURROO

Puede que en el siguiente recopilatorio
la cosa alcance el grado de esplendor
que dicen tiene la colección. Aquí cuesta
vérsela

Tal vez sea un tanto exagerado lo de “me aburro”, empero lo sugiere para el lector, tanto el avisado como el que llega “neófito” a estas páginas sobre un “verdugo” espacial con una maldición que abruma sus días. De hecho, Nexus empieza prometedor/bien. Nace a comienzos de Década 80; la debacle que MARVEL va a sufrir todavía está lejos, aunque ciertos indicios ya se atisban en el horizonte, y modestas editoriales indie prueban con material capaz de rivalizar con los iconos de las Majors que todos conocemos hoy gracias a la potencia visual que el parásito real, el cine, ha inyectado a las viñetas antaño (¿seguro; el prejuicio al fin desapareció?) desprestigiadas.

Nexus está en la pionera posición de salida; el que, a modo, anticipará a LAS TORTUGAS NINJA o HELLBOY, o la patulea (seamos honestos, lo es) de personajes supercopiones que autores ofendidos como TODD MCFARLANE o ERIK LARSEN plasmaron bajo el sello IMAGE.

Nexus reside en una remota luna, santuario de una multitud de víctimas de los déspotas que asolan nuestra Galaxia (en el futuro tendremos nuestra cuota de tiranos aplastando el rostro de los aliens nativos en el fango… por encargo o propia iniciativa). De pronto, Nexus tiene un sueño. Visiones pavorosas. Aterradoras series de genocidios y genocidas. Las voces de los muertos reclaman justicia.

Así se ve todo muy brioso y tal; luego,
las acrobacias van justitas de
presupuesto
Entonces Nexus ¡actúa! Y lo hace de manera más ‘cerebral’, más ALAN MOORE, que los habituales iconos Marvel o DC, con sus bizarros disfraces y poderes que dinamizan un colorido espectáculo circense. La acción/violencia en Nexus está muy contenida (algo de lo que te avisan si indagas sobre el premiado personaje) y, conforme las planchas, más que andanzas, del justiciero estelar se amontonan, más se diluye, menos vemos a Nexus ejecutar a quien tan merecido lo tiene, o dar bronca.

Adviertes pues que continúas leyendo por la creciente calidad que el dibujo de STEVE RUDE va alcanzando, línea límpida, clara, a lo BRIAN BOLLAND, modelando lo que MIKE BARON va considerando es la vida, obra, milagros, sombras, de Nexus.

Un ejemplo de cómo discurre todo: al principio, Nexus se dispone a ajustar cuentas a un verdadero terror del Cosmos, un tipo muy miserable/malvado que te recuerda, no sé por qué, al GRAN MOFF TARKIN. El pánico por la leyenda urbana de inexorable vengador que envuelve a Nexus domina la sede de gobierno de ese sujeto, y antes de ser muerta por él, la esposa de este perverso dictator se suicida.

Nexus, ante esta calamidad, se repliega; se arrepiente. Ve “algo” y le da cosa ejecutar la condena que tantas almas martirizadas le exigen. Y sospechas: ¡Ya está! El dictador ahora montará en cólera al ver que el ser más amado de su vida sucumbe por culpa de Nexus y le perseguirá con su terrible flota estelar hasta el infinito y más allá. ¡Venganza! Enfrentamiento, batalla, carnicería. Elementos de análisis psicológicos, de por qué Nexus es así, cómo el otro descubre que sus actos han conducido a la tragedia personal, etc., etc., etc., que es de lo que va Baron. Pues ¡no! Nanay. De eso: olvídate.

El menda ese de la cresta mohawk viene
a ser el anti-NEXUS (quien aparece de
civil en las primeras viñetas)
Baron desaprovecha esa jugosa trama para emporcar a Nexus en otra con un esclavista, luego con su propia ascendencia, después con la novia que se ha echado, con un viaje a la Tierra estilo Mega City One…, todo cada vez más diluido, disperso, falto del brío que se supone tiene el personaje. Eso que Baron afirma en el prólogo de este tomo sobre el comunismo y PHILIP JOSÉ FARMER u otras inquietudes de nuestra Historia cara al futuro, queda en nada, apuntes como mucho que parecen perecer ahí.

Arte aparte de Rude, no sé de dónde obtiene Nexus su reputación. “Decepcionado” puede ser duro adjetivo que endosarle. Sin embargo, no cumple las expectativas alentadas por su notoriedad. (Al menos, en mi humilde parecer.)