viernes, 22 de febrero de 2019

LOS SEÑORES DEL CIELO — PRIMERA CRÓNICA DE JAN DORVIN

Portada. Novela que critica, además de
los excesos del femirulismo, la ruptura
de las naciones y la manipulación de la
Historia al antojo de los mandamases

Desde las antípodas JOHN BROSNAN escribe/desarrolla la primera entrega (de tres) de una fantasía postapoqueclíptica del siglo XXVI, puede que incluso el XXVIII. Hay un momento en que las fechas se confunden, debido a una acumulación de acontecimientos ‘históricos’, sembrándote la duda. La Tierra sufre un avanzado Cambio Cli que merma los recursos agrícolas. Obliga a los granjeros a replegarse a ciudades precarias que tienen sesgo medievalista. Minerva, la urbe natal de nuestra protagonista, una amazona que aún arrastra flecos de la adolescencia, incapaz de destacar en algo encima, es un feudo feminista donde los hombres son del prototipo exigido por Gillete y viven contentos, como dopados, siendo poco más que objetos de relativa utilidad (sexual), ajenos a los crecientes peligros que van alineándose ante los muros de Minerva.

Donde aún padecen/recuerdan qué efectos tuvieron las fatídicas Guerras Genéticas, sucedidas siglos atrás. Sus secuelas pueblan los páramos de esta Tierra en desertificación progresiva. Plagas micóticas, animales andante-parlantes, reptiles y plantas mutadas, brindan notables dosis de colorida violencia a este, en principio, monocromo panorama.

JOHN BROSNAN, finado en 2005. Parece
contento de, al menos, dejarnos este simpático
legado literario
Para más inri, las minervanas (que llevan centurias alimentando una religión retrógrada donde la primacía femenina es innegable; siempre lo fue, como ordenó DIOS MADRE) están obligadas a tributar a uno de los Señores del Cielo, la inmensa nave del misterioso LORD PANGLOTH, señor feudal que, para magnificar su poder, consigue explotar los ‘misticismos’ supersticiosos de sus siervos en tierra (a quienes desprecia sobre todo).

Este proemio concluye abruptamente cuando las minervanas, acosadas por el hambre (la fértil tierra se agosta), deciden derribar la gigantesca nave y concluir su servidumbre, a cada estación más onerosa. Mas el fracaso pone a prueba a Jan, sin particulares talentos, bélicos, de ingenio, de carácter. Un puñado de espinosas aventuras y trato con singulares sujetos (como el inefable MILO HAZE) la sitúan en una posición que jamás soñó podría alcanzar, temiendo las sombras de aguzado perfil que punzan sus esperanzas.

La aventurera novela adolece de dos defectos; uno es inevitable. Afecta a toda la literatura pre-celulares, la “universalización” de las computadoras personales e internet. Pese a su inventiva, todo el tinglado de las Guerras Genéticas, las biomodificaciones de los sujetos pudientes, el aparato… hum… cyberpunk de los Señores del Cielo (hay varios; se repartieron el planeta, aprovechando su agresiva imponencia HITECH), lo que relata Brosnan suena anticuado. Las ciencias avanzan que es una barbaridad, y algún día aun WILLIAM GIBSON parecerá EDGAR RICE BORROUGHS. La ciencia ficción no puede competir con la HITECH actual, por muy inspiradora que de ésta sea.

Luego viene ésta. Los elementos están
ya situados; lo que queda es tralla ya,
y algún pasaje que otro romántico o
dedicado al suspense
La segunda es que el correcto estilo literario del australiano le impide ser brillante. Bien maneja el vocabulario (reconforta volver a leer palabras otrora acentuadas, como “rió”, “guión”, “frió”) y urde sugerentes párrafos. De hecho, es hábil creando en algunos episodios buenas dosis de suspense (del de “sigamos leyendo, ¡está interesante!”). Es muy del “continuará”. Empero… está esa… monotonía en su redacción, que… Es lo que tiene el academicismo: supura impersonalidad. Esterilidad. No es DAVID MORREL en PRIMERA SANGRE, o JACK HIGGINS. (No digo ya LESTER DENT, de quien “toma”, me arriesgo, el decisivo párrafo corto, o JAMES ELLROY —¡aclamad al escritor!—.)

Y este detalle: pese al claro aire femirulista de la obra, creo que Brosnan ridiculiza a las feministas. Termina pintándolas como avinagradas tecnófobas ignaras que, ante la disyuntiva de aceptar que los machos creamos algo espectacular en el Remoto Pasado, o negarlo, aceptan lo último. Por embriaguez de arrogancia que perjudica, y mucho, a la joven/pequeña Jan, antaño modificada genéticamente, como sus compatriotas, para disfrutar ciertas ‘superioridades’ físicas (como la ausencia de vejez o supersanación).

Veremos cómo concluye esta trilogía. Promete, por lo leído hasta ahora. Sí. Ajá.