No es material tan “descerebrado” como a priori pudiera pensarse. Siendo pulp (“novela popular”, en España), se
le asigna cuantos males literarios puedan reunirse al momento. Baja calidad,
argumentos manidos/baratos, los típicos de la lucha del Bien-contra-el-Mal,
personajes planos que van/vienen según convenga a una trama donde imperan los
tiroteos. El bueno se lleva a la chica, se lamenta el feo y el malo muere. Cabalgamos,
siendo el personaje del que se trata, rumbo al ocaso, que más allá de la
(Cúpula del Trueno)
línea del horizonte se emboscan nuevos
problemas, acaso residuales de los entuertos ahora resueltos. Admito que, más/menos,
esperaba algo así. Eso no significa pensara iba a defraudarme. Disfruto estas
composiciones porque tienen alma. No son mierda gótica. Se destinaban a un
público, en principio poco exigente, aunque fiel y, lo mejor, gustoso del leer.
Cosas sencillas, amenas, bien articuladas, empero querían leer. Importante.
La Alta Literatura es más tóxica que estos
“libritos”, pues suele atraer el capricho esnob de un aburrido o sabihondo pretencioso,
que con tal de destacar recomienda cualquier cosa encuadernada con opulencia pese
a que contenga basura. Quienes le rodean, gente superficial, veleta de las
modas, tampoco pueden presumir de luces y, por tanto: destaca.
Dos temas tocan estos relatos de El Coyote (o DON CÉSAR DE ECHAGÜE), que,
sí, vale, es versión de EL ZORRO. Mas,
por motivo del antifaz, comparo a este personaje con THE PHANTOM (EL HOMBRE
ENMASCARADO). Ambos se dedican a lo mismo: abatir malos a tiros; tienen ayudantes
leales por doquier, y manifiestan habilidades “mágicas”.
Los temas, en una historia que versa sobre confusión de identidades como "subtrama", son la hispanofobia y el racismo.
Hay un par de llamativos párrafos al respecto. El prolífico autor (sello
clásico del escritor pulp), JOSÉ
MALLORQUÍ, hace una incisión suficiente y profunda en estas cuestiones al declarar
el desventurado coprotagonista de los relatos (son consecutivos) que los
mejicanos ODIAN a los españoles por la Conquista, cuando en realidad los
españoles llevamos más cultura y adelanto a una región con un carácter
autóctono y cultural, conforme, pero amiga de los sacrificios humanos rituales
y presa de la decadencia supersticiosa de su propia civilización.
Que les veo similitudes; por el anfifaz y el color del uniforme de combate... |
La Conquista de Méjico también debe
contemplarse desde el que no sólo los extremeños llegaron allá espada en mano para
sisar cuanto vieron; entre la misma población había aires de revolución, y
aprovecharon la coyuntura para practicarla. Hay, cuando menos, culpa
compartida.
Sin embargo, entre la Izquierda y sus “altos
escrúpulos” antiConquista, y los atontados de la Derechita Cobarde (ésta lo es)
dispuestos a seguir a los primeros en la diabolización
de la Conquista, esa emoción de hispanofobia arraiga y el hito que supuso se
reduce a pillaje y abusos, cuando no fue tanto, aunque se exageran por espurias
pretensiones.
El racismo aparece en los desprecios que
los anglos de California (casi principal escenario de los relatos) dedican a
los mejicanos. Los ven grasienta hez de la Tierra a quienes explotar y disparar
sin escrúpulos. Bullendo aun así ruido de sables en Méjico, hervidero de
corrupción casi absoluta, la opinión norteamericana pudiera ser tendenciosa,
aunque con vago fundamento. En todo caso: despreciar a los hispanohablantes es
un natural tic anglosajón-británico. Ven en la Conquista un salvaje atropello, alimento
“moral” de los hispánicos hispanófobos, aunque su conquista del Oeste, con el
genocidio de sus nativos, gesta digna de Aesires de Asgard. ¡Loas sin fin-sin
fin al anglo blanco protestante!
Como cuentos del Oeste, para terminar, pecan
en lo de siempre: los revólveres Colt (o la puntería infalible, o más rápidos
al desenfundar que el de la leyenda). Los Pacemaker
de las películas no aparecieron por el Oeste hasta su final; así que don Coyote debía emplear, como los demás,
viejos Dragoon de percusión, Smith
and Wesson, o Remington, quincalla toda de la Guerra de Secesión.