Portada. Pese al esfuerzo de dotar de un carácter distintivo a cada personaje, la manía del autor por alargar sin necesidad las peleas, volviéndolas absurdas, deslucen el conjunto |
Los dos o tres defectos (un par, de bulto
mayúsculo) que exhibe esta novela de JACK
YEOVIL consiguen deslucir una trama imaginativa, repleta de aciertos,
escrita de forma ágil, con fluente/florido empleo de la prosa, que chorrea
CultuPop, y persigue amontonar otro ladrillo en las distopías cyberpunk tan ‘novedosas’ durante su época
de publicación.
Captas rastros de HARDWIRED más que de NEUROMANTE
en su estructura, resaltando lo que hoy son tópicos del subgénero pero que,
entonces, suponían el no va más desolador de un desolador Mañana-Mañana basado
en la desunión/balcanización de Estados Unidos, el auge de Corporaciones que
sustituyen de forma progresiva al Gobierno, central o regional, que sigue
poseyendo cierta presencia quasifantasmal
por mor de mantener vagos rituales burocráticos y comprometer la impresión de
que ya no hay ciudadanía, sino empleados (o parados) de una brodignaniana
entidad empresarial en liza con otras foráneas, aun del suelo patrio, por la
posesión del país y la imposición de sus productos a todo cliente posible.
Lo novedoso de la novela está en que
introducen un elemento arcano sin inconveniente en pasar de los conjuros cabalísticos
en latín o arameo, a garlar en bytes (aunque la sangre sigue siendo importante).
Un ente del Orco coloniza una computadora (pequeña, primero, para luego, ya
desenvuelto en el lenguaje binario, acceder a equipos más potentes, peligrosos)
e inicia una desenfrenada carrera por contaminar un nudo de comunicaciones de
alcance global que le permitirá hacer la Gran Puñeta Mundial.
Este señor con pinta de freakie de los juegos de rol es KIM JACK YEOVIL NEWMAN. Eso es: escribe bajo pseudónimo |
Es esfuerzo, comparable al de H.P.
LOVECRAFT, por modernizar conceptos habituales del fantástico y ya caducos: el
terror-posesión infernal, y el cyberpunk
distópico, que se ve empezaba a parecer trillado en sus supuestos narrativos,
pese a su “novedad”. Vamos a sacar esto hacia adelante, procurando actualizarlo,
parecía la consigna.
Ocurre: que los “héroes” de Yeovil no acaban de convencer. Por
ejemplo: el soldado de Caballería NATHAN STACK es casi inútil. Un apéndice que
vale para recibir palos y quemaduras, a lo sumo. Suerte de adición en función
de héroe auxiliar que permite dos cosas en esencia: describir la desforestación
del desierto de Norteamérica en permanente sequía, sus inefables habitantes,
sean carroñeros o cyborgs que parecen más compuestos de chatarra que de
elegantes productos protésicos, cómo las Corporaciones de ingenética están forrándose,
diversificando su actividad, dando cuerpos a medida de la demanda privada, y
hacer que la hermana CHANTAL JUILLERAT quede más macknífica todavía.
Eso es. No hay PADRE KARRAS que haga esta
vez el exorcismo. La Iglesia Católica (este detalle es interesante) está tan… Igualitaria…
que ya cualquiera con capacidad y valor de arrostrar al Enemigo puede realizar
exorcismos. Aunque sea a una computadora.
Otra novela suya, esta firmada con su nombre. Parece prolífica su actividad literaria |
Chantal está más en la línea de SARAH
CONNOR o RIPLEY que estas “nuevas heroínas” antimisóginas del Feminismo de
Cuarta Ola que están sacando ahora. Es protagonista porque ¿por qué no puede
serlo?, en vez de por una imposición políticamente correcta como sucede hoy
día, que sólo engendra grotescas torpezas y desaciertos. Te cae bien por eso:
por ser un elemento narrativo orgánico. Natural.
Discurre con acierto.
Notable guerrero, sus cualidades bélicas
sacan de un estúpido apuro a Stack; tiene una inteligencia privilegiada empero
se ve que su fe no es tan acérrima como la de DON CAMILO. Yeovil no ha sabido desplegar eso, aunque resulta notable que tenga
fe en el catolicismo como aún gran remediador de entuertos sobrenaturales de
esta especie.
El final roza lo pueril y sus pirotecnias
sólo logran deslustrarlo. Lástima. Chantal detiene el Apoqueclipse por muy poco
(a lo BOND, JAMES BOND, que para el reloj a 007 segundos del ¡BANG!) y el
“mesías” que lo pretende, un telepredicador mormón inmortal, gruñe y maldice
mientras prepara otro asalto. En resumen: entretenida.