viernes, 21 de agosto de 2020

HERENCIA DE ESTRELLAS — ANALFABETOS CULTERANOS

 
Empero siendo positivo el balance general, la novela de CLIFFORD D. SIMAK posee desconcertantes detalles. Distopía setentera, se nota que, pese a antecedentes como NUEVA YORK, 2012 o LA CARRERA DE LA MUERTE DEL AÑO 2000, Simak procura no “hacer olas”; escribe “entre algodones”… ‘generacionales’. Pulcros. Dos años después de su publicación, estrenarán MAD MAX, revulsivo de los apoqueclipses. Hay un ANTES de Mad Max y un DESPUÉS de Mad Max. El AC-DC del género es Mad Max. Y cuanto venga después se estimará según Mad Max. Esta obra es AC, por tanto.

Simak no puede evitar ser "hijo de su tiempo”, amar más las especulaciones más/menos sesudas hard science fiction, que lo que GEORGE MILLER, queriéndolo, o de casualidad, improntó con Mad Max. Un sangriento futuro caótico, dinámico-visual, de salvajes personajes extremos entregados a sus pasiones primarias por completo; quemaron el lustre de la civilización para satisfacer, como sea, sus necesidades. Sobre nada de todo eso, habiendo paradigmas cinematográficos como los citados, repito, escribe Simak.

Herencia de estrellas es novela de aventuras, no de acción. Ésta es mínima-nimia. Plantea una interesante premisa: la tecnofobia global absoluta. Transgeneracional, Simak, además, arma la narración como una montaña rusa. Cuando la historia “desfallece”, inserta un elemento de suspense (esto, abunda) que remonta los párrafos; empuja a seguir leyendo. Sabe situar el ¡bang! que renueva el interés, aunque éste no esté donde suele instalarse: al fin del capítulo. Resumo este… anti-Mad Max:
CLIFFORD D. SIMAK, que
parece un asesor de JFK en esta
foto. Autor con premio importante
a su espalda

TOM CUSHING, protagonista, es una especie de HUCKLEBERRY FINCH de, si bien he contado, 4300DC. La Humanidad, tras el Colapso Tecnológico que ella misma provocara, vive en el Paleolítico, con segmentos heredados de nuestra tecnología acá/allá dispersos. Es tabú hablar de tecnología. Vagabundo de los bosques, se instala en la Universidad de Minnesota donde, un tipo que a priori no tiene por qué sentir estímulo cultural alguno, aprende a leer y escribir. Filosofar. Encuentra un manuscrito (un milagro, por cierto) redactado por un tal WILSON mil años antes que, grosso modo, refiere el apoqueclipse y deja una pista que acaba, por su misteriosa brevedad, obsesionando (estimo sin motivo) al recolector/sembrador de patatas Cushing: el Lugar de Ir a las Estrellas.

Semimítico, fantabuloso. Como Camelot. Cushing abandona su vida agrícola. Atraviesa parte de los Estados Unidos para buscar algo que podría ser insustancial leyenda urbana. Por el camino, suma compañeros (una bruja telépata, un robot —el último, cree—, dos extravagantes médiums, un caballo, una luz con vida propia, unos fantasmas morados) y juntos, a la Torre Oscura llegan. Mejor, al Otero del Trueno, hogar de una fortaleza en la alta sierra, defendida por un denso bosque de árboles semiintiligentes… alienígenas. Unas piedras vivientes (alienígenas —salen varios—) casi completan el pintoresco lienzo.
Portada foránea. Estaban bien
construidos estos robots. Pues
ROLLO, muy milenario, no se
había averiado; sólo oxidado...

Me ha desconcertado de la novela el culto garlar de todos. Consideremos: llevan más de mil años ignorantes perdidos (lo de la Universidad es total rara avis en este panorama tecnófobo agudo; tal es que ni, allí, sus “académicos” han redescubierto la pólvora). No ha degenerado la lengua, conversan como eruditos, sin coloquialismos o dialectos tribales. Nuestro hablar cotidiano es mutante. Cada día acuña o esparce un nuevo palabro. En esta futurista Norteamérica tecnófoba-tribalpunk (guerras y escaramuzas de ésas citan varias —ninguna batalla relatada—), casi pueden charlar con la Reina de Inglaterra cumpliendo la etiqueta más exigente.

Es el problema de Simak, o su generación: temían ir más allá de la Cúpula del Trueno. Construyeron visiones peligrosas para personajes cuyo máximo riesgo era cortarse con un papel, según declamaban en refinado culterano, creando este halo de incongruencia. Siendo entorno que acepta las licencias, las exageraciones, ¿por qué no aprovecharlo; osar ir más allá, a las estrellas, romper arcaísmos? El sesgo “educativo” que impregna estas páginas acaba siendo su principal defecto, pues limita disfrutar esta buena historia.