Estalla SYLVESTER STALLONE en la fama
mundial del cine (pese a tener ya modestas tablas) con un oscarizado drama
pugilístico que aprovecha básicos elementos de PARADISE
ALLEY para mostrar que
es posible otra mítica estadounidense: la de la tierra de las oportunidades. NIKÉ
puede tocarte y enriquecerte desdeñando orígenes, raza, religión (cosa harto
discutible), proyectándote a la inmortalidad.
Lo que resalta de la cinta es el ambiente
donde habita Rocky BALBOA, el lento
aspirante a fracasado total. Calles sucias, plagadas de tipejos quasicriminales que jamás prosperarán al
carecer de ambiciones o aspiraciones. Vegetan en esquinas próximas a colmados,
merodean por el antro de boxeo de MICKEY, se deprimen poco-a-poco en la
pajarería donde trabaja ADRIANNE, quien procura ser una afeada insignificancia anublada
por su colérico hermano codicioso, que husmea cualquier oportunidad de dejar su
trabajo en la carnicería, ambicionando el empleo de recaudador matón de Rocky.
La imagen que Estados Unidos proyecta (ya, poco)
es la de una nación de argénteos skylines,
vencedores de guerras mundiales, poderosa empresa (en múltiples ámbitos),
astutos banqueros y comerciantes, los que plantaron antes la bandera en la Luna
y Marte. Tierra de acero, MÁS ACERO, inox incorruptible, inviolable. Puro
Destino Manifiesto.
Y ¿qué enseña Rocky? Suburbios. Abatidos borrachos. Niñatos. Escombreras. Nada
nuevo, desde luego. Rocky es la
enésima película decidida a mostrar una desmitificación del rutilante país para
mostrarlo apenas distinto a otras naciones, con grandezas y vilezas difíciles de
combatir. Empero es cómo están filmadas esas calles, los edificios decadentes,
el cuchitril del protagonista… la impresión de grisor de la fotografía, que
parece filmaron exteriores todos los días nublados… cuanto resalta más dicha
desmitificación.
Un cuento de hadas a lo norteamericano. ROCKY es un blando matón barato y obtiene, de golpe, la oportunidad de ser reputada celebridad internacional |
Aunque perseguida para engatusar al público
que deba vivir en esas calles y exponer que, muchachos, quien se afana, lo
consigue. Dios ayuda al que se ayuda. Veréis: Rocky no es distinto de vosotros.
Fijaos que hasta parece subnormal; cuando menos, lento en algunos aspectos
intelectuales. ¿Habéis visto qué gafas gasta? Es bueno con los puños, sí,
¡vale!, ajá. Todos destacamos en algo. Mas… en esencia, ¿es muy diferente a ti?
Rocky no es un refinado mutante de
ingenética de algún programa gubernamental de una instalación secreta de Alaska,
o algo parecido. Es un musculoso tío vulgar y corriente cuya novia aún se
esfuerza por parecer, si no fea, nada atractiva. Y fíjate qué menda, su cuñado.
¡Vaya lastre! Con todo esto, camarada, lo que digo es que si te esfuerzas,
puedes tener la ocasión de brillar, posicionarte, ser alguien. Salir del apartadero. Si te esfuerzas.
La novia de Rocky nos remite a PARADISE ALLEY, donde todos tenían... esta pinta. O sea: de personas comunes. Como tú y yo, vaya |
La ocasión, publicitaria, de Rocky, el
nuncanada, es la arrogante vehemencia de APOLLO CREED. Intuyendo negocio en lo
de la tierra de las oportunidades, lo explota. Tan a fondo como puede. La cosa
casi le sale mal, por cómo Rocky lo deja tundido. Porque Némesis castiga duro.
Y apaleó su jactancia valiéndose del POTRO ITALIANO.
Esta esencia diferencia a Paradise Alley de Rocky. Mientras la primera centra moraleja en la familia y cómo la
vida sigue en cánones humildes, porque nadie cree ya en lo de la tierra de las
oportunidades, la segunda se remoza a tope en la consigna. La magnifica. La
potencia. Vende a un atribulado espectador descorazonado el que ajá, ¡vale!, sí,
es posible, con empeño, abandonar las Tres
Mil Viviendas para residir en Simón
Verde… o el Galapagar. A todo lujo. Con dinero contante/sonante que
derrochar en el bolsillo.
Historia de un apalancado: MICKEY. Tiene un buen pretexto para haber pasado de Rocky... aunque bien le lame luego el culo para ser su entrenador |
Es por tanto más humana Paradise Alley que Rocky, que, del drama de la cotidianeidad oscura de personas comunes que triunfan pese a los graves obstáculos, aun de carácter, pasa al punto al logro épico, superheroico. Al menos, contiene la suficiente inteligencia, por no decir decencia, de no otorgar la victoria a Rocky. La maquinaria de Hollywood estaba en marcha, pensando en lucrativas secuelas. Rocky era otro filón a explotar.