¡Ea! Esta portada ilustrada con estilo a lo NORMAN ROCKWELL para señalar un libro lleno de virtudes (literarias) |
Y muy bien, además. Con sólido elegante estilo
que impacta según asombra por la fluida riqueza de analogías o metáforas que
contiene. La historia posee muchas concordancias con Rocky, aunque está, en el libro, más acentuada una de las calladas
obsesiones norteamericanas: la unión familiar. Este guión-novela, o a la
inversa (lo primero, pienso), es previo a Rocky;
empero siendo la creación como es, en oportunidades y tiempo, resulta que Rocky “nació antes”, siendo pues canibalización
de Paradise Alley.
Quien está en la pomada descubre al
instante, por la composición, estructura y lenguaje empleados, que esta fábula
es la novelización de un guión previo. Sucede igual que con EL VIENTO Y EL LEÓN: JOHN MILIUS
escribió la novela desde el libreto. Utilizando las mismas claves que refiero
en las primeras líneas. (Me impresiona esa literatura.)
El guión debe ser al tiempo
esquemático-descriptivo. Debes ser muy hábil para dar con la palabra, o pocas
palabras, que realicen la óptima-eficaz descripción del lugar, los personajes,
sus parlamentos. No abundan los afortunados capaces de la proeza. Miles de
películas muestran torpeza de diálogos (porque la puesta en escena ya pertenece
al regidor, que nos hurta qué términos describen qué secuencia), que es lo que
al final nos queda de las expresiones que, en el papel, emplearon para materializar
el acto.
SYLVESTER STALLONE a la edad de la redacción del relato. Una faceta suya, la literaria, que ha sorprendido |
SYLVESTER STALLONE hace gráfico y brillante retrato del verano de 1946, en La Cocina del Infierno (neoyorkino feudo de DAREDEVIL, sabemos los de las viñetas; los ajenos al medio, ya van informados). Tórrido escenario que escenifica un dramón de perdedores buscavidas en un entorno de degradación, inmigración y personas comunes que, por mucho que luchen, o lo pretendan, apenas mejoran en nada.
LENNY, COSMO y VÍCTOR CARBONI sobreviven en
el barrio como mejor pueden. Cosmo fragua chanchullos insignificantes que apenas
reportan magro beneficio. Lenny, vet de la Segunda Guerra Mundial, herido en
una rodilla, embalsama cadáveres en una funeraria infecta. Víctor, musculoso joven
algo lento de entendederas mas de afable carácter, acarrea hielo por una mierda
de salario. Pura explotación.
ANNIE O´SHERLOCK cautivó siempre el interés
de Cosmo, aunque ella tuvo “asuntos” con Lenny, a quien la experiencia bélica
ha vuelto amargo, retraído, socavado por visiones pesadillescas del combate.
Parte del libro pivota sobre ese triángulo amoroso, con desahogos en el afamado
burdel del barrio. La situación llega al extremo en que Cosmo y Lenny se
enfrentan por Annie, manipulando entre tanto ambos, de un modo u otro, a
Víctor, a quien insertan en la lucha libre aprovechando su formidable fuerza.
Stallone traza con éxito el dibujo de una
clase social proletaria que ha perdido la ilusión y confianza en salir del
atolladero. Según Víctor progresa en la lucha libre (donde cosecha secuelas
físicas, además de triunfos), su visión central (qué miseria gana en su empleo)
y periférica del mundo se amplia, gana color, profundidad. Descubre cuánta
inmundicia La Cocina del Infierno cuece en sus marginales callejas mugrientas,
preguntándose si no es posible vivir mejor en ese sitio. El lector saca la
conclusión de que el barrio semeja un señorío sin dueño concreto, que atrapa en
sus entrañas de ladrillos “italianizados” a sus residentes, impidiéndoles
escapar.
Afiche del filme. Vaya pinta de chulo homoX, no de púgil de lucha libre de barrio-repartidor de hielo |
Víctor y su novia desean irse a vivir a
Nueva Jersey, a una casa flotante. Para eso ahorra Víctor. Sueñan, nada más.
Porque, aunque Cosmo empieza lo de la lucha libre, Lenny es luego quien,
volviéndose despiadado, cruel, explota a Víctor indiferente a si éste muere en
la sucia lona. (Clímax del manuscrito.) A tiempo logra despertar.
Historia de “minúsculos” héroes cotidianos que aceptan su destino resignados. Sus esperanzas se resumen en obtener mínimos-nimios logros que, aun así, contienen la virtud de hacer felices a sus protagonistas. Así, llegamos al ácido final feliz del relato.