viernes, 5 de marzo de 2021

PARADISE ALLEY — ROCKY-RAMBO ¡ESCRIBE!

 

¡Ea! Esta portada ilustrada
con estilo a lo NORMAN
ROCKWELL para señalar
un libro lleno de virtudes
(literarias)

Y muy bien, además. Con sólido elegante estilo que impacta según asombra por la fluida riqueza de analogías o metáforas que contiene. La historia posee muchas concordancias con Rocky, aunque está, en el libro, más acentuada una de las calladas obsesiones norteamericanas: la unión familiar. Este guión-novela, o a la inversa (lo primero, pienso), es previo a Rocky; empero siendo la creación como es, en oportunidades y tiempo, resulta que Rocky “nació antes”, siendo pues canibalización de Paradise Alley.

Quien está en la pomada descubre al instante, por la composición, estructura y lenguaje empleados, que esta fábula es la novelización de un guión previo. Sucede igual que con EL VIENTO Y EL LEÓN: JOHN MILIUS escribió la novela desde el libreto. Utilizando las mismas claves que refiero en las primeras líneas. (Me impresiona esa literatura.)

El guión debe ser al tiempo esquemático-descriptivo. Debes ser muy hábil para dar con la palabra, o pocas palabras, que realicen la óptima-eficaz descripción del lugar, los personajes, sus parlamentos. No abundan los afortunados capaces de la proeza. Miles de películas muestran torpeza de diálogos (porque la puesta en escena ya pertenece al regidor, que nos hurta qué términos describen qué secuencia), que es lo que al final nos queda de las expresiones que, en el papel, emplearon para materializar el acto.

SYLVESTER STALLONE a la edad
de la redacción del relato. Una faceta
suya, la literaria, que ha sorprendido

SYLVESTER STALLONE hace gráfico y brillante retrato del verano de 1946, en La Cocina del Infierno (neoyorkino feudo de DAREDEVIL, sabemos los de las viñetas; los ajenos al medio, ya van informados). Tórrido escenario que escenifica un dramón de perdedores buscavidas en un entorno de degradación, inmigración y personas comunes que, por mucho que luchen, o lo pretendan, apenas mejoran en nada.

LENNY, COSMO y VÍCTOR CARBONI sobreviven en el barrio como mejor pueden. Cosmo fragua chanchullos insignificantes que apenas reportan magro beneficio. Lenny, vet de la Segunda Guerra Mundial, herido en una rodilla, embalsama cadáveres en una funeraria infecta. Víctor, musculoso joven algo lento de entendederas mas de afable carácter, acarrea hielo por una mierda de salario. Pura explotación.

ANNIE O´SHERLOCK cautivó siempre el interés de Cosmo, aunque ella tuvo “asuntos” con Lenny, a quien la experiencia bélica ha vuelto amargo, retraído, socavado por visiones pesadillescas del combate. Parte del libro pivota sobre ese triángulo amoroso, con desahogos en el afamado burdel del barrio. La situación llega al extremo en que Cosmo y Lenny se enfrentan por Annie, manipulando entre tanto ambos, de un modo u otro, a Víctor, a quien insertan en la lucha libre aprovechando su formidable fuerza.

Stallone traza con éxito el dibujo de una clase social proletaria que ha perdido la ilusión y confianza en salir del atolladero. Según Víctor progresa en la lucha libre (donde cosecha secuelas físicas, además de triunfos), su visión central (qué miseria gana en su empleo) y periférica del mundo se amplia, gana color, profundidad. Descubre cuánta inmundicia La Cocina del Infierno cuece en sus marginales callejas mugrientas, preguntándose si no es posible vivir mejor en ese sitio. El lector saca la conclusión de que el barrio semeja un señorío sin dueño concreto, que atrapa en sus entrañas de ladrillos “italianizados” a sus residentes, impidiéndoles escapar.

Afiche del filme. Vaya pinta de 
chulo homoX, no de púgil de lucha
libre de barrio-repartidor de hielo

Víctor y su novia desean irse a vivir a Nueva Jersey, a una casa flotante. Para eso ahorra Víctor. Sueñan, nada más. Porque, aunque Cosmo empieza lo de la lucha libre, Lenny es luego quien, volviéndose despiadado, cruel, explota a Víctor indiferente a si éste muere en la sucia lona. (Clímax del manuscrito.) A tiempo logra despertar.

Historia de “minúsculos” héroes cotidianos que aceptan su destino resignados. Sus esperanzas se resumen en obtener mínimos-nimios logros que, aun así, contienen la virtud de hacer felices a sus protagonistas. Así, llegamos al ácido final feliz del relato.