Portada nacional. De tiroteos en coches y tal, nanay |
…es lo que justifica adquirir esta novela,
cursi bibelot literario; roza el pulp y defrauda sus pretensiones de noir; las cumple apenas
superficialmente. Para lectores nacidos incluso en Década 90, el protagonista
de esta historia, el private detective
(qué cornudo ignorante) Spenser, nada les dirá, y este hecho en muy poco les
afecta. Breve historia:
Spenser aterriza en nuestras ochenteras TVs como
serie vespertina dominical. Por entonces, la TV tenía escasas opciones, y no
parecía tampoco tan mal plan perder una hora visionando aquello. Spenser sale de esta serie de novelas, concebidas
por ROBERT B. PARKER, quien se empapó de la obra de un puñado de autores de
género policíaco en un momento de su vida. Para no estallarle los sesos con
todos los SAM SPADE o PHILIP MARLOWE que se los pisoteaban, inventa a Spenser
(nombre de un poeta inglés dieciochesco, creo) y lo arroja a la palestra armado
con su irónica erudición de gourmet,
su tajante novia y su peligroso compadre negro, que es quien parte la pana con
su Mag. .357 Phyton, buen conocedor
de los peligrosos bajos fondos bostonianos.
Cuando abres una novela noir, conociendo el paño, sabes qué esperas
encontrar más/menos o en qué orden: el sarcástico private detective (el cuernos) con sus dosis de acíbar y
socarronería, fundas que protegen su corazón de oro; la femme fatale que finge una cosa siendo luego lo opuesto; ubicaciones
deprimidas pobladas de matones más/menos letales; dosis de violencia más/menos
dura; un falso culpable que lidera una organización criminal más/menos
importante… un desenlace más/menos a lo AGATHA CRHISTIE: reunidos todos, el private detective (cornudo) señala al
culpable tras descartar a éste y aquélla, así como desvela los ardides
empleados, más/menos burdos.
ROBERT B. PARKER de paseo del perro. No se lució este señor con esta novela, por cierto |
Olvídese el lector de Otoño temprano de encontrar todo eso. Cuando realmente sucede algo de lo descrito, quedas tan perplejo que te obligas a convencerte de que SÍ, EN EFECTO, ES NOVELA NEGRA. Porque, inicio aparte (donde Parker deja a Spenser como un papagayo carajote), que sí contiene elementos de narración cortante y de personajes extremos, el resto parece una novela dramático-social, algo digno de DICKENS escrito entre cuentos de navidad.
Otoño
temprano va de que una
pureta calentona contrata a Spenser para que recupere a su hijo (al que no
quiere, descubre el private detective
—cornudo—) “secuestrado” por el padre del chaval, matonzuelo de vaga influencia
en Boston, empero bien relacionado con pesos medios del hampa local (describe
HAWK a Spenser) que acaban implicados en el asunto y obligan, ¡por fin!, a
convertir la narración “sentimental” en ¡novela negra!
No es que esperase leer enésima entrega de EL VERDUGO ejecutando mafiosos a cada
capítulo de sus pulps de modo
más/menos punzante o espectacular; aunque confiaba respetaran las reglas del
género que DONALD WESTLAKE, JOE GORES o JACK HIGGINS han apuntalado: el tipo
duro de buen corazón, la femme fatale,
el malo etc. No. Nada de eso. Spenser apadrina al esmirriado y abúlico chaval
andrajoso, llevándoselo de camping una
temporada hasta transformarlo en un fornido aspirante a danzarín que los
profesores de su escuela de danza se disputan. Por joven. Guapetón. Bailarín.
Afiche de la serie televisiva. Propia de Década 80, cuando éramos más simples (MIAMI VICE le daba un revolcón) |
No sé si era por criticar un estereotipo o
confirmarlo que Parker referencia que los danzarines dramáticos son homoX, y
depredan a sus alumnos… o entre ellos. Aparte de eso, Spenser demuestra ser
buen heliogábalo versado en vinos, pintura y literatura, y que sostiene una
relación de tónicos caracteres con su avispada novia. Hecho curioso, sin
embargo, pues estos personajes tienden a ser “misóginos”, no tanto por gusto
como por el que los vericuetos del amor les distraería de su labor. Y generaría
rehenes o represalias.
Escasa en electrizante acción, carismáticos personajes turbios, momentos de tensión/suspense. Pulida parábola de un samaritano sobrevenido que busca ganarse el Cielo y cuyo resultado induce un suave tedio y decepción.