Siendo justos, conviene admitir que parte
de esta novela profética de GEORGE ORWELL puede aplicarse a la Derecha/capitalismo,
porque, en el fondo, quien siempre pierde es el populux, ese caballo BOXER. Algo
al menos favorece a la Derecha: va desnuda por el mundo. La identificas
enseguida. Raro cambie discurso, o intenciones. La Izquierda empero apresta
tales tremebundos mensajes, un palabrerío rimbombante donde explota palabras
específicas (libertad, igualdad, derechos, fascismo…), que
aturde al currante convenciéndolo de que va a vivir mejor, cuando consigue
apretar el dogal más que la Derecha. Pero, claro: siendo dogal de la Izquierda,
no duele (en apariencia), por ser por tu bien. El que oprime logró liberarte
del capitalista que antes apretaba, y tú eres el que, voluntariamente, has dado
a tu nuevo dueño la potestad de estrangularte.
Imposible reseñar Rebelión en la Granja (novela que, confiesa Orwell en un prólogo eliminado
de sus recientes ediciones “juveniles” —a saber qué más han “transformado”, o
“perdido”, durante la “traducción”, o “adaptación”, a los “nuevos tiempos”—,
empezó a cocinar en 1937, o sea: durante la Guerra Civil), sin contemporizar
con el actual estado de nuestra infortunada nación.
País que no se rompe porque ya está roto. Al
fin lo han conseguido, mediante vergonzosas cesiones a terroristas y golpistas,
cosa que justifican como falsas “reconducciones a los principios constitucionales”. La egoísta
alimaña narcisista que preside el país, exacto émulo del
cerdo NAPOLEÓN, que apresó con férrea fuerza las riendas de Granja Animal (otrora, Granja JONES), sofocando a los demás
animales de la finca mediante una astuta combinación de fuerza bruta (en su
caso, no perros que ha adiestrado para asesinos personales suyos, sino redes
sociales colonizadas por fanáticos, infectos vagos que han encontrado chollo en
esta servidumbre, prostituyéndose para no volver a trabajar jamás), Propaganda
(ministros chaperos y barraganas ministeriales que procuran ofuscar con la
inacabable metralla de “los fascismos” y “togas fachas”) y la alianza con inescrupulosos
tratantes (miserables asesinos vascuences genocidas e insaciables bestias nazionalistas),
está descomponiendo España a increíble velocidad. Sigue el patrón delineado en
esta obra por Orwell, sobre cómo distorsionar la realidad, los hechos, las cifras, y convertir el otrora Imperio donde no se ponía el Sol en su
cortijo transecocoñomunista, donde cercena toda disidencia a velocidad luz. (¡Se
juegan poltronas y privilegios de la Casta!)
Además, en indisimulado gesto despótico, exige
a los medios de información, los que aún aparenten libertad y/o compromiso con su
profesionalidad, nos oculten cómo sus leyes sectarias enloquecidas,
propagandísticas, excarcelan tanto a infames y crueles terroristas como a
violadores que, por supuesto, reincidirán, recibiendo leve castigo cuando les
atrapen, porque su nueva legislación “progresista” encima los ha suavizado.
¿Os subleva tales indignidades? En la barra
del bar, tomando café, malhumorado gruñes, para luego quedar todo en ese inane
esfuerzo catártico. ¿Oponerte? No. Porque entre tu falta de compromiso con la
moral, la decencia y la integridad, y el MIEDO a la tropa de ovejas (o
borregos) suelta en redes sociales que enseguida balan el mantra del ‘fascismo’
(equivalente al de la novela de “cuatro patas sí; dos, no”) para silenciar al
disidente, o emplea fórmulas lingüísticas tales como “la pena y el enfado” para
aplastar al cismático, prefieres SOMETERTE a buscar una verdadera vida digna y
justa.
Zombifican a la población oreando la sucia
palabra “república”. No sé qué tiene tan nefasto término en el español que,
apenas lo oye, ¡plas!: desconecta su inteligencia. Cuelga el cartel de VACIO y
traga Traga TRAGA cuanto el orador republicano suelte por esa boquita, por disparatado,
malsano, o contradictorio, que sea.
Se escudan en la “nueva” máxima política: cabalgar sobre las contradicciones, algo que, en Rebelión en la Granja, a los cerdos dirigentes se les daba de puta madre magistral. Han mejorado el ejemplo, afirmando que no vives peor (aunque SÍ lo hagas), porque “en otros tiempos” (que adulteran a conveniencia), retrotrayéndose a cuando FRANCO mandaba (¡o EL CID, si hace falta!), todo era peor. La retrospectiva objetiva desvela la peligrosa falacia. Pero ¿cambia algo que te lo demuestren?