Uno más de los libros qie la extinta editorial dedicó a la controvertida ciencia oculta; como materia de charla, vale; como los OVNIS, que no existen, digan lo que digan |
Pese a su… carácter instructivo, este libro
de FÉLIX LLAUGE tiene un molesto elemento; poco, empero produce esa
mínima-nimia incomodidad. A saber: el Diablo existe (bajo el nombre que quiera
darle el populux: SATANÁS, BELCEBÚ, LUCIFER, MEFISTÓFELES, ASMODEO…). Y existe
porque lo digo yo. No porque te ofrezca ejemplos que lo afirman,
documentación invulnerable (bueno, veremos) y que se remite a remotos tiempos
bíblicos. Sino porque lo afirmo.
No: déjame a mí decidirlo, ¿quieres?
Porque después pone ejemplos que sin
empacho asegura que algunas posesiones citadas se deben a que la sesera del/la referido/a
estaba averiada/contaminada de las numerosas supersticiones medievales contemporáneas,
traspasadas a eras posteriores, hasta más/menos la Ilustración, que sin
sofocarlo logró acotar todo eso. La radiante lámpara de la cultura y la ciencia
jamás podrá despejar las tinieblas más recónditas del vulgo.
Mas relata acontecimientos que insertan
duda, siendo honestos. No creyente, como el Sr. Llauge pretende; su creyente es
de los de municionarse de crucifijos, escapularios, agua bendita, hostias
consagradas y misa diaria, balas de plata y estacas, junto al restante aparato
de persignaciones por hora y santos en urnas. Beatos que piensan que Satanás y
sus pequeños cortesanos rondan por ahí alertas, ansiando tu ánima, golosina
apetitosa.
El autor, FELIX LLAUGE, en su estudio; parece entendido en esta materia, que no fue un mercenario que por encargo escribió esto, pasando a otra materia |
Pornografiarse impulsa al Diablo a meter la ganzúa en tu
espíritu y edificar un cómodo chalecito en él. Hasta que MAX VON SIDOW pueda expulsarlo
exorcizándote. Es como esa subtrama de EL NOMBRE DE LA ROSA: si ríes,
dejas de temer durante un momento a Dios y ¡Satanás ocupa! (Porque esa es otra;
a Dios no se le ama o le estás agradecido, como se supone inspira la prédica de
JESUCRISTO. Debes ser una abyecta cobaya servil acojonada a todo instante de
Él). Debes estar siempre vigilante, rezando, exhortando…
Bien: si repele al Diablo la clara adhesión
a Dios… ¿cómo hubo tantos casos de monjas y sacerdotes posesos? ¡Parecían estar
deseándolo! (Cosas de la represión sexual aneja al hábito, queda claro.) Y es
interesante ese detalle histórico de que el satanismo se empleó como catarsis
política contra la opresión feudal y un clero vendido al amo feudal.
EL DIABLO y sus obras dan, desde siempre, enjundiosa materia para la ficción. Esta es de la "más nueva" y que recomiendo vivamente |
Aporta un dato que puede considerarse
escalofriante, y es que es Dios quien autoriza al Diablo (o subordinado a mano)
a posesionarse de un ser humano. Puede trastear con su físico lo que quiera,
mas no puede tocar el alma del infectado. Y ¿por qué Dios haría algo tan
aterrador y espeluznante? Pues para darnos una lección: la de Su Omnipotencia.
Hace y deshace a su gusto, sin repugnarle
acudir al Mal para poner en juego sus poderes. Luego, para probar nuestra fe en
Su Omnipotencia. Si tienes mucha, y sigues creyendo pese al tormento, o
fracasas a la primera aflicción. Mal creyente si fallas. Tercera: para mantener
al rebaño acojonado a Su Voluntad. Vaya con Dios Padre Pancreator.
Llauge ilustra sobre el ritual de los
pactos diabólicos, literatura enjundiosa, extensa en el tiempo, y que tiene al
DR. FAUSTO de mejor paradigma, quien acabó en el Infierno, no salvado por
MARGARITA. Su bibliografía consultada asegura que los más astutos nigromantes
pueden incluso anular el contrato. Engañar al Diablo. Sorprendente, en entes sobrenaturales
que retienen su gran poder angelical y que conocen el pasado y el futuro además.
¿No husmean que el tal mago encontrará la formulación especial que le exima de
cumplir el acuerdo en no sé qué viejo grimorio? Además, el ritual para invocar
desde los Profundos Infiernos a uno de esos entes requiere de tales inusuales
útiles y precios que usted no puede hacerlo en casa, pese a los que tontean con
estas cosas creen.
El autor se contradice en su “fe diabólica” cuando acentúa que la Iglesia Cristiana aplicó tormento a los que designó posesos, brujos o hechiceras basándose en un catecismo lleno de supersticiones acendradas en el acervo popular. Y más: cuando algo no encajaba con “la tradición” ¡inventaban la explicación! Los hábitos de los inquisidores y sus familiares vestían a un buen puñado de canallas sádicos que obtuvieron cuanta carnaza quisieron torturando semejantes so beato pretexto de salvar sus almas. Es un plato fuerte del libro: cómo la Iglesia, para justificar su existencia, inventó, o retorció infame, lejanas leyendas urbanas para destrozar seres humanos, arrebatándoles sus posesiones de paso.
Alarmó al autor que el satanismo estuviera
en auge en 1975, fecha de aparición del libro. Para afirmar a continuación que
quienes practicaban esos peligrosos ritos paganos apóstatas lo hacían por afán
sexual pervertido, o ser moda. Me sorprendió omitiera a GILLES DE RAIS y el
caso real que refleja la novela, y película, de EL EXORCISTA.
Como apunte personal, diré que no entiendo a los satanistas. Si existe el Diablo junto a su parafernalia, y el Infierno con toda su carga de tormento es la última estación, ¿qué piensan ganar? No parece vayan a conseguir trato de favor. En ese caso, ¿no interesa seguir del lado de Dios? Pudiera todavía haber Paraíso. ¿A qué jugársela, pues?