viernes, 12 de abril de 2024

LOCK, STOCK AND TWO SMOKING BARREL — UNA FÁBULA DEL ARRABAL

 

Afiche. Violencia, bajos fondos y
criminales de la Inglaterra cuya
altanería no duda en criminalizar
al resto del ancho mundo. Vaya pintas

El atractivo estreno cinematográfico de GUY RITCHIE (quien tanto TANTO la cagó con ese aborto sobre el REY ARTURO) se descubre fuertemente influenciado por la obra del antaño ídolo, hoy caído/perseguido, QUENTIN TARANTINO. Un lenguaje soez/cuartelero, un pulso visual frenético, montaje endiablado de viñetas, despiadados arrabales poblados por arrabaleros de apariencia un tanto de opereta que empero son sujetos reales.

La atenta observación del filme revela que toda la inicial atomización de sujetos (todos unos “prendas” en mayor/menor medida; ninguno heroico, algunos apenas antiheroicos; el resto empedernidos malvados aterradores, que la pátina de comedia que circula como un espectro burlón por toda la cinta apenas suaviza su brutalidad) que componen el elenco, y de cuales puedes perderles aprisa la pista a alguno, van no obstante confluyendo hacia un irresistible centro de gravedad permanente: el lucrativo botín en libras y drogas que deben suponer la salvación del cuarteto de tirados que encabezan el filme.

Uno donde el ahora ¡aclamado! JASON STATHAM hace la solvente interpretación de un buscavidas capaz de cometer algún delito (no radical; no sangriento… en principio), acompañado del también contumaz VINNIE JONES, el peculiar recaudador del hampón dueño del sex-shop, el auténtico malo de la cinta, sicario que constituye uno de los tipos claves de la producción.

Todo empieza con el afán de lucrarse rápido de
este cuarteto. Claro que el mafiosillo contra el
que "disputan" juega sucio y los pone en un 
tremendo brete

Resalta en Ritchie (quien se apayasó de lo lindo al liarse con MADONNA, y que parece desde entonces va en declive, pese a su SHERLOCK HOLMES) el nítido aire rompedor, desenfadado, tarantiniano, de construir una fábula de los suburbios con un sesgo a lo PULP FICTION centrado en la concatenación de varios elementos que acaba explicando secuencias después. No sigue entera la estela de la oscarizada cinta citada (una cosa es inspirarse, lanzándote luego a abrir tus propias sendas; otra, copiar por la cara), mas deja suficientes trazas evidentes como para con honestidad admitir que, sí, ajá, en algunas cosas se anotó efectistas secuencias.

Desarrolla asimismo el montaje, el golpe de imagen que obtiene parando el metraje, buscando sugerentes ángulos, resultones primeros planos. Aun algo a lo SAM RAIMI. El cine de Ritchie (o los regidores citados) rompe con los algo acartonados académicos esquemas como se entiende el cine “tradicional”. Cierto: otros cineastas (PECKINPAH) han logrado imprimir su huella característica en los fotogramas que han filmado. Ora un efecto, ora un encuadre, ora la forma de entender el mundo que ruedan a través de sus personajes o paisajes… Pero en Ritchie (como en Raimi) el impulso de hacerlo visual, de marcar así su impronta, es obsesivo, casi tan fuerte o más, que la misma historia a relatar.

Y, esperando salir del apuro, creen que la solución
es darle un palo a esos cultivadores de droga

Sugiere que ha construido una leyenda (criminal) que justifique el: Fíjate, compa, cómo paro aquí la imagen; mira qué primer plano; ¿has visto qué montaje, qué velocidad, qué contraste? Es un cine hypervisual, como una comprensión “superior” de que el auténtico gancho que atrae al público es una imagen que recordará siempre, más importante que construir un elegante diálogo o la composición escénica cuya erudita herencia pueda inducir repelencia por un refinado culteranismo excesivo. Esto es un cuadro para listos, no para el común de los mortales, y quieren hacernos sentir tontos rodando esta cosa de esta estilizada manera.

Llama también la atención de esta cinta el ambiente deprimido por donde circulan los concurrentes. Acostumbrados a nuestros barrios bajos o calles donde un enfoscado en ciertas casas se agradecería, cuando nos hablan de urbes extranjeras, Londres, Nueva York, París… el ensalmo de que es “el extranjero” (mejor) y hacen las cosas más de puta madre magistral, como muestran sus series o películas, incita a creer que somos unos pueblerinos purriosos tercermundistas. Una ojeada a esas calles filmadas demuestra sin embargo que están peor que nosotros, pese a su “magnificencia internacional”. Fatua opulencia. Con gente aún más canalla pululando por sus vías.

VINNIE JONES se revela como una figura con pinta
de duro criminal que prometía fotogramas gloriosos.
Es la época en la que VIN DIESEL despunta a su vez