Habría de salirle un primer ‘competidor’ a
SHERLOCK HOLMES y dentro de su misma casa; E. W. HORNUNG, cuñado de SIR ARTHUR
CONAN DOYLE, construye en la estela del detective de Baker Street a su rival
intelectual, que roba con elegancia y procura vivir como un distinguido bon
vivant, secundado asimismo por un secuaz que, si bien el DR. WATSON era un
hombre torpe aunque voluntarioso, BUNNY ni llega a tanto. No sé, dada la tirria
que Conan Doyle le tenía a Holmes, si espoleó a su pariente político de algún
modo para crear una iconoclasta parodia de sus personajes estrella, protagonistas
de las páginas de este recopilatorio.
Hornung también acabó repudiando a ARTHUR
J. RAFFLES, modelo en que MAURICE LEBLANC se soportaría para crea a ARSÈNE LUPIN, y le buscó una rápida salida del
escenario, como Conan Doyle intentó librarse de Holmes en EL PROBLEMA FINAL.
Y aunque Holmes reapareció debido a enormes presiones, Raffles sigue durmiendo
el sueño de los justos, pese al esfuerzo de PHILIP JOSÉ FARMER por devolvérnoslo en un divertido cuento donde sugiere que Raffles es primo de Holmes, no como aquí
leemos, que resulta serlo de Bunny.
Prefiero la versión Farmer pues establece
una conexión sanguínea que da, en una misma generación, al reverso y al lado
luminoso de una misma actividad: Raffles, el impecable ladrón de la alta
sociedad británica, que se da la gran vida auxiliado por su compinche Bunny,
literato aficionado que termina siéndolo profesional; Holmes, el justiciero
empeñado en encerrarlo si se tercia, seguido por Watson dispuesto a dejar fiel
registro de la hazaña como digno notario. LeBlanc cruzó los caminos de Lupin y
SHOLMES (su Sherlock) en alguna ocasión. En este tomo, que recoge las aventuras
finales de Raffles, eso no sucede; no sé si en el primer libro llega a ocurrir,
aunque fuese de refilón.
Venden los cuentos secuenciados de Raffles (una de esas lecturas obligadas de todo poetastro gótico moñas que se precia de estar “en esta pomada”, evidenciando empero su total ignorancia al respecto) como sátira de las conductas postvictorianas de una Sociedad donde H. G. WELLS anunciaba al ancho mundo transformaciones sociales de gran calado a través de metáforas como EL ALIMENTO DE LOS DIOSES. Una clasista Sociedad acartonada, donde el patriotismo desaforado estalla de golpe (la Guerra Boer) arrastrando a los campos de batalla incluso a los tan desafectados a tramas políticas como Raffles o Bunny, quien penó en cárcel algunos delitos.
La verdad es que no he visto esa sátira social
descarnada que el prologuista promete. Hay someros apuntes que sólo hablan con
sutil aunque inocua ironía de deprimidas zonas londinenses y adonde Raffles, tan
acostumbrado a la buena vida en residencias de postín, debe refugiarse porque
su rostro es demasiado conocido por Scotland Yard, desenmascarada su
actividad delictiva. Y en prisión le reservan suite por largo tiempo.
El origen de todo; el avatar algún día lo pondrá en mis manos... espero pronto |
Así que vivaquea en la miseria bajo supuesta
identidad (de irascible viejo hipocondríaco que lo amaña para tener de nuevo cerca
a su leal aunque obtuso Bunny) tramando atracos que dejaron de ser fructuosos
durante los dieciocho meses que anduvo por el Continente. El robo de joyas ha
perdido crematístico interés. Los peristas dan dos perras por gemas por las que
antes conseguían cientos de libras. Esto no es vida, Bunny. Y, encima, me veo
recluido a esta interpretación del hipocondríaco vigilado por un médico poco
competente aunque susceptible a los sobornos que le hago, tramando algunos
golpes cuyo resultado es poco alentador.
Interesa poseer este libro por la gran curiosidad que supone, sobre todo, al aficionado de Holmes. Le encuentro le falta cierto mordiente, un mayor cinismo, más cítrico humor, para llegar a ser la excelente pieza de colección publicitada. Aun así, y dentro del ámbito literario inglés, Raffles tendrá su digna “continuación” años después en el peculiar aventurero CAMISA NEGRA, que tanto comparte con el distinguido jugador de criquet.