viernes, 21 de junio de 2024

VATEL — FASTOS, VANIDAD, ARISTOCRACIA

 

Afiche; el hombre de baja procedencia
acaba explotando ante la cortesana
malcriada. (Recuerdo de paso que las
inquietudes culturales del autor de este
blog son extensas y variadas; no debem
extrañar estas reseñas, pues)

Esmerada película francesa que cuenta con soporte inglés y estadounidense. Retrata un hecho real… alterado lo suficiente como para ser intenso/tenso/dramático y capturar al espectador desde el primer fotograma. El corpulento GÉRARD DEPARDIEU (poco antes de exiliarse a Rusia, donde decía vivía mejor —menudo personaje debe ser—) encarna a FRANÇOIS Vatel, maestro de ceremonias de un príncipe-general, CONDÉ, enfermo, arruinado y ávido de la munificencia del Rey LUIS XIV, monarca entre cuyos méritos está el de haberse lavado tres veces durante toda su vida. Menuda fragancia, despediría…

Cuando los franceses se ponen (reposaré sobre los galos el mayor peso de la producción), hacen grandes películas…, que debieran ser examinadas por nuestra arrogante casta cinepolítica patria, más empeñada en hacer gloriosa Propaganda del PEDRONISMO y del antifascismo, el fascismo del siglo XXI, que en entretener con una calidad superior al público. Se esfuerzan en aborregarlo y dogmatizarlo para que el GRAN TIMONEL siga tranquilo guiando la nave España hasta los peores escollos.

Otro ejemplo del esmero galo puede ser EL EMPERADOR DE PARÍS, como, pese a todo, debo admitir al inefable LUC BESSON querer hacer filmes “a lo norteamericano” que acaba no obstante convirtiendo en patochadas. Empero esto no viene ahora al caso.

Fastos luminosos para el REY SOL, un personaje
complicado de agasajar que arrastraba en sus 
saraos multitud de parásitos de abolengo. Un
germen poderoso para una revolución proletaria

Luis XIV, en el gigantesco boato emperifollado de su pompa y Corte (nunca la española frisó esos excesos; conocía mejor la contención), quiere guerrear contra Holanda (¡ups! ¡Una palabra franquista!) y lo encara con la frivolidad de una divertida bagatela. Las vidas y haciendas que pudiese arruinar: avatares del juego.

Siempre ejercitando su espléndida indiferencia, coquetea entre Condé y otro general, de igual prestigio, a quien encargarle la empresa. Para decidirse, se traslada al palacio de Condé, a quien obliga a atender hasta la más mínima-nimia pijotada de su regio invitado, escoltado por ingente masa de aburridos, pervertidos y caprichosos cortesanos.

Condé fía en la carta del prestigioso maestro de espectáculos/cocinero/repostero Vatel para colmar las exigencias soberanas y de los parásitos que arrastra al sarao. El grueso del metraje es ver cómo lucha Vatel para acomodar los limitados recursos del extenuado Condé a las exacciones de todos esos sujetos, así como revelar las sordideces de una corte abyecta donde todos saltan de cama en cama, buscando el regio favor de un monarca que lo encara todo con indolente semblante casi hierático, concediendo sin embargo a Vatel la merced de reconocerle la fastuosidad del espectáculo con el cual le agasaja.

Dos hombres que se juegan mucho y por motivos
diferentes, aunados además por la misma causa

Vatel vulnera parte del suceso histórico que relata; en realidad, Vatel sí se suicidó por aquello del pescado. Tan fuerte fue el impacto de fallar en eso (cosa sobre la cual ningún control tenía) que se empaló en su espada. Fantástico. No sé cómo designar esa acometida de desesperación. Si hubiese sido algo como una salsa cortada, una vianda mal preparada, algo que de él sí dependiese… bueno, vale; aunque sigue siendo reacción exageradísima. Pero ¿de unos carros que debían venir del quinto pino? ¿Controlaba los céfiros marineros y las corrientes náuticas que podían impedir salir a faenar?

La cinta lo resuelve como resultado de un desplante amoroso. UMA THURMAN aspira, en su papel, a ser amante del rey, pero se enrolla con Vatel, mas el monarca la reclama a su lecho. Vatel comprende por fin su plebeyísima y esclava condición, y decide matarse antes de seguir sirviendo a gente que trataba al personal como objetos u animales.

El peligro aristocrático que acusa sin piedad al
estresado Maestro de Ceremonias

Aparte del gran combate de las comidas, ese es el plato fuerte social de Vatel: retratar una sociedad mezquina, miserable, sometida, sin derechos, pendiente del capricho de los poderosos (designados a serlo por Dios, así que nada podías hacer, sino someterte, era el credo) y cuya vida nada valía. Todo realizado con una cuidada ambientación y puesta en escena que demuestra que el talento es universal, no privilegio de una sola nación.