Esmerada película francesa que cuenta con
soporte inglés y estadounidense. Retrata un hecho real… alterado lo suficiente
como para ser intenso/tenso/dramático y capturar al espectador desde el primer
fotograma. El corpulento GÉRARD DEPARDIEU (poco antes de exiliarse a Rusia,
donde decía vivía mejor —menudo personaje debe ser—) encarna a FRANÇOIS Vatel,
maestro de ceremonias de un príncipe-general, CONDÉ, enfermo, arruinado y ávido
de la munificencia del Rey LUIS XIV, monarca entre cuyos méritos está el de
haberse lavado tres veces durante toda su vida. Menuda fragancia, despediría…
Cuando los franceses se ponen (reposaré
sobre los galos el mayor peso de la producción), hacen grandes películas…, que
debieran ser examinadas por nuestra arrogante casta cinepolítica patria, más empeñada
en hacer gloriosa Propaganda del PEDRONISMO y del antifascismo, el fascismo del siglo XXI, que en
entretener con una calidad superior al público. Se esfuerzan en aborregarlo y
dogmatizarlo para que el GRAN TIMONEL siga tranquilo guiando la nave España hasta
los peores escollos.
Otro ejemplo del esmero galo puede ser EL
EMPERADOR DE PARÍS, como, pese a todo, debo admitir al inefable LUC BESSON querer hacer filmes “a lo norteamericano”
que acaba no obstante convirtiendo en patochadas. Empero esto no viene ahora al
caso.
Fastos luminosos para el REY SOL, un personaje complicado de agasajar que arrastraba en sus saraos multitud de parásitos de abolengo. Un germen poderoso para una revolución proletaria |
Luis XIV, en el gigantesco boato emperifollado de su pompa y Corte (nunca la española frisó esos excesos; conocía mejor la contención), quiere guerrear contra Holanda (¡ups! ¡Una palabra franquista!) y lo encara con la frivolidad de una divertida bagatela. Las vidas y haciendas que pudiese arruinar: avatares del juego.
Siempre ejercitando su espléndida
indiferencia, coquetea entre Condé y otro general, de igual prestigio, a quien
encargarle la empresa. Para decidirse, se traslada al palacio de Condé, a quien
obliga a atender hasta la más mínima-nimia pijotada de su regio invitado,
escoltado por ingente masa de aburridos, pervertidos y caprichosos cortesanos.
Condé fía en la carta del prestigioso
maestro de espectáculos/cocinero/repostero Vatel para colmar las exigencias
soberanas y de los parásitos que arrastra al sarao. El grueso del metraje es ver
cómo lucha Vatel para acomodar los limitados recursos del extenuado Condé a las
exacciones de todos esos sujetos, así como revelar las sordideces de una corte abyecta
donde todos saltan de cama en cama, buscando el regio favor de un monarca que
lo encara todo con indolente semblante casi hierático, concediendo sin embargo
a Vatel la merced de reconocerle la fastuosidad del espectáculo con el cual le
agasaja.
Dos hombres que se juegan mucho y por motivos diferentes, aunados además por la misma causa |
Vatel vulnera parte del suceso histórico que relata; en realidad, Vatel sí se suicidó por aquello del pescado. Tan fuerte fue el impacto de fallar en eso (cosa sobre la cual ningún control tenía) que se empaló en su espada. Fantástico. No sé cómo designar esa acometida de desesperación. Si hubiese sido algo como una salsa cortada, una vianda mal preparada, algo que de él sí dependiese… bueno, vale; aunque sigue siendo reacción exageradísima. Pero ¿de unos carros que debían venir del quinto pino? ¿Controlaba los céfiros marineros y las corrientes náuticas que podían impedir salir a faenar?
La cinta lo resuelve como resultado de un
desplante amoroso. UMA THURMAN aspira, en su papel, a ser amante del rey, pero se
enrolla con Vatel, mas el monarca la reclama a su lecho. Vatel comprende por fin
su plebeyísima y esclava condición, y decide matarse antes de seguir sirviendo
a gente que trataba al personal como objetos u animales.
El peligro aristocrático que acusa sin piedad al estresado Maestro de Ceremonias |
Aparte del gran combate de las comidas, ese es el plato fuerte social de Vatel: retratar una sociedad mezquina, miserable, sometida, sin derechos, pendiente del capricho de los poderosos (designados a serlo por Dios, así que nada podías hacer, sino someterte, era el credo) y cuya vida nada valía. Todo realizado con una cuidada ambientación y puesta en escena que demuestra que el talento es universal, no privilegio de una sola nación.