Aunque no sea canónico, afiche donde destacan un personaje que sabe más de lo que deja suponer |
PIERRE BOULLÉ publicó una historia que ROD
SERLING supo verle una peculiar mala leche que supo bordar poniendo al mando
del drama distópico retratado en las páginas de la novela a un CHARLTON HESTON
cínico, descreído, sarcástico, con dotes de mando y capacidad de liderazgo que le
son inútiles en una aterradora realidad, la de que el Hombre pinta poco en la
corteza de ese planeta donde su expedición estelar se estrella.
Hacen un millón de conjeturas sobre dónde
están, a cuántos años luz de nuestra canica azul, a cuántos siglos de distancia
de la Década Setenta que les viera partir, para al final, GEORGE TAYLOR
encontrarse con una desoladora verdad: de alguna perversa forma cósmica, han
entrado en una especie de bucle espaciotemporal que les ha devuelto a la Tierra
dos mil largos años después del despegue.
Podemos establecer hipótesis sobre si es su
mismo planeta o uno donde, por extrañas analogías difíciles de producirse, la
evolución corrió por distintos ramales que en nuestro mundo. Pudiera haber
tenido el Hombre su cumbre y luego decaer aprisa para que los Simios tomasen el
mando, llegando Taylor a su rural sociedad en un momento feudal de su Historia,
acelerada por inexplicadas razones. Era más cómodo empero lo primero: un bucle,
vuelves a casa, arrasada por una Guerra Mundial Terminal, una plaga, hasta una
lluvia de meteoros. (El filme abraza un pacifismo rampante propio de la época).
Taylor lanza esas hipótesis en la playa, donde el campamento arqueológico.
Luego… es la guerra.
La pesadilla montada de TAYLOR. Es curioso: pese a la elaborada factura de los simios de BURTON, ¡sigo prefiriendo éstos!, más toscos, aunque.. ¿acertados? |
Cuando reflexionas a fondo sobre el Contexto General Simios, descubres que es más interesante lo que no cuenta, incluso sugiere de forma evanescente, que lo explícito. ZAIUS teme la llegada de Taylor (o cualquier otro humano parlante) por… ¿por qué? La respuesta es elemental, WATSON: en una expedición previa en su juventud a la atractiva Zona Prohibida, topó con Hombres Evolucionados que se las hicieron pasar putas. Y la aritmética es básica tambíen: si hay unos, ¡vendrán más!
El Planeta de los Simios así resulta más sugerente por lo que oculta
que por lo que deja ver. Porque lo que se ve es hasta lamentable; nos sugieren
que esa ciudad simia donde Taylor acaba es la capital mundial simia.
¿Tan menguado es el planeta de los simios? ¿No hay más comunidades a cien
kilómetros de distancia; pueblos, asentamientos? Ya veis: logran convencernos
de que ese provinciano punto pueblerino/rural, de una descompensada producción
industrial (tienen fusiles semiatomáticos —eso implica una avanzada producción
fabril, ingeniería—, calibres, balas, pero no coches, o iluminación por gas o
electricidad, avances del siglo XIX, cuando menos —otro motivo a explorar que
NO se examina—) ES todo el Planeta de los Simios.
Y la Zona Prohibida… oh, qué vasto VASTO páramo
por explorar, ¡tan plagado de posibilidades!, ¿verdad, Dr. Zaius, guardián de
todos los secretos y ciencias de su cultura? Hasta el motivo de la regresión
cavernaria de los Hombres y su mudez induce especulaciones. Y ricas, ojo. Dan
ganas de meter las manos en todos esos elementos esbozados/dispersos y plantear
una señora historia que hiciese tambalear todo a lo que han reducido El
Planeta de los Simios-Franquicia. Insisten en lo mismo: en la
defenestración Humana y la Preeminencia Macaca cuan masoquista regodeo
ecologista de que nos merecemos lo peor por envenenar océanos y quemar junglas
vírgenes.
Patada al Creacionismo en toda la boca. Hombre rebajado a simio, Simio elevado a Hombre, con leyes y religióm |
Nos merecemos ser objeto de experimentación
de simios inquietos, los GIORDANO BRUNO o MIGUEL SERVET de su Sociedad, a
quienes el Avatar les ubica en una senda aterradora de revelaciones que generan
a su vez más misterios y cuya solución, de nuevo, pasa por el Dr. Zaius.
Este filme es sin embargo todo un hito referencial que no logran superar pese a los medios modernos y amplitud de ideas. Alucina la cómoda mediocridad a la que se aferran los nuevos realizadores, que no ven (o aterra explorar) las posibilidades abiertas ante sí.