Afiche. Un sombrío tono gris Grey para simbolizar ¿el decaído aspecto del viejo guerrero carcomido por las vivencias de su violento pasado? |
SYLVESTER STALLONE bien metió la pata con Rambo III e
intentó borrar el lamentable error afgano en Birmania. Combatir al comunismo doquiera fuera era el único pretexto que justificaba esa
tercera entrega, indiferente al terreno donde batallara y a quién el experto ex
Boina Verde entregase algunos litros de su sangre con tal de ver masacrados soviéticos
o sus satélites de ojos rasgados.
Me pregunto qué pensaría Stallone al
presenciar el derrumbe de la Torres Gemelas el 11-S-2001. Una suerte de cándida
ingenuidad podría imputársele al esfuerzo de Rambo de ayudar a aquellos integristas
con turbantes contra el Kremlin y sus satélites, de ojos rasgados o no. ¿Así lo
pagan, los muy cabritos? ¿Angustiado se crisparía atónito en el sofá, denudado el
rostro, viendo estrellarse los aviones en los icónicos edificios? ¿Al ordenar GEORGE
BUSH, JR. desplegar banderas de guerra contra el mismo secarral donde hirieron
al atormentado Rambo, como antaño sufriera HARRY FLASHMAN? ¿Un sarcástico vecino grosero le espetó:
¡Bien hecho, SLY! ¡Los majaras con turbantes que ayudaste ahora destrozan medio
Manhattan y matarán a cientos a nuestros muchachos en un erial gracias a que les
ayudantes a llegar al poder!? Fijo se lo observaron.
Stallone sintió debía lavar la así vejada leyenda
urbana de Rambo y encontró, cómo no, una causa política (porque si STAR WARS
va de destruir la Estrella de la Muerte, Rambo va de causas políticas)
donde emplear los vastos recursos bélicos del vet de las junglas de Vietnam: los
manglares birmanos.
Unos bienaventurados misioneros ricanos se pierden en las terribles fauces de un ejército que medra con las drogas y envían a unos ensoberbecidos cachorros de la guerra a rescatarlos. Pasa que... |
Denuncia que los militares birmanos,
organización entregada al violento y sustancioso negocio global del tráfico de
drogas, está liquidando a vete saber qué tribus, disidentes, o campesinos, originando
por tanto una crisis humanitaria entre los más indefensos y desprotegidos…, lo
habitual entre los menos preparados, crueles o despóticos.
Un grupo de evangelistas humanitarios se
mete a Supermanes, sus conciencias removidas por la atrocidad televisada
(cómo nos encantan verlas, por muchos golpes progresistas de pecho que nos
demos) y, a base de curas médicas y reparto de Biblias, piensan pueden resolver
aquello. Rambo, barquero como CURRO JIMÉNEZ, aunque no de Cantillana,
sobreviviendo de capturar sierpes y cosario fluvial, rechaza llevar a la tropa
evangélica porque conoce el percal y, ¿quién quiere meterse en más guerras
ajenas?
...subestimaron al enemigo o se tuvieron por tanto que fueron barridos. ¿Quién acude al rescate? El barquero con cara de púgil zumbao que demuestra un potencial bélico excepcionla. |
Quedó desfondado tras el palo de
Afganistán. Su respuesta lo resume: A la mierda mis semejantes. Sangró, peleó,
se esforzó… y los turbantes majaras estrellaron aviones en su país en pago. Decidió
no entregarse por nadie. Ninguna causa. O lo finge. Porque deja enseguida su
pose disidente cuando decide emprender el rescate de los muy ultrajados y
torturados evangélicos creando devastación por doquiera pasa. ¡Quiere sangre:
guerra!
Stallone piensa que, mediante esta intensa
cinta, llena de espectaculares momentos, fantásticos combates y escenas de
auténtico sadismo, sacudirá las conciencias de decisivo peso, no sólo las de
bien intencionados evangélicos. Siente que un icono como Rambo transmitirá
mejor el mensaje. ¿Acaso REAGAN no dijo “He visto Rambo; ya sé cómo actuar?”.
Pues ¡adelante!: Rambo muestra con desnuda crudeza lo que pasa en Birmania, y
los países industrializados/con poder global reaccionarán. Yerra de nuevo.
Nadie escapa de la ira de RAMBO. La cinta exhibe una huperviolencia ausente en las previas entregas... violencia ajustada a la realidad. |
La droga es un negociazo que acalla
conciencias a golpe de dólare$ y si algo ha aprendido la Comunidad
Internacional es El Caso Afganistán. Meterse con esos países salvajes es
exponerse a represalias cargadas de aterrorizados viajeros en otros aviones. Y
los narcos tienen la mano igual de larga y criminal que los turbantes locos. No
paran en sutilezas.
El final del filme simboliza que, al retornar al hogar, tras tantos años, Rambo se reconcilió consigo mismo tras el error afgano. Ya puede vivir en pax; se vengó de ese fallo y quemó el resentimiento restante matando docenas de despreciables birmanos sádicos.