martes, 9 de agosto de 2011

SOY LEYENDA – EL HOMBRE DEL PANTEÓN

Portada de una edición nacional de un
relato escrito como un guión de cine
¿Y si esta novela de RICHARD MATHESON, el cinematográfico, el “aliado” de ROGER CORMAN, el que organizó cuentos de E. A. POE para ser virtuosamente declamados por VINCENT PRICE y PETER LORRE, fuese otra fábula sobre el MCCARTHYSMO? Procede de esa época, y dada la vinculación del escritor con Hollywood, pudiera ser que las persecuciones que sufrió “su” gente le afectaran de un modo directo (extremo que confieso no he comprobado).
Trabajemos la hipótesis: ROBERT NEVILLE, el protagonista, es el último hombre vivo de Los Ángeles. Una terrible plaga, que transforma en vampiros a los infectados, ha desolado el planeta, parece ser, y estas criaturas pululan por la noche y, en concreto, tras el ocaso acosan a Neville. En especial, BEN CORTMAN, un viejo vecino y amigo.
RICHARD MATHESON, el autor, de fecunda carrera en el
cine, ante el tablero de los conmutadores de lanzamiento
Neville puede ser el sigul del hombre fiel a unas ideas y principios (a los que se aferra y defiende) y que ve cómo un elemento externo (el mccarthysmo) va transformando a los que le rodean en siniestros calcos de quienes fueron. De ser cierto que Soy leyenda es analogía del mccarthysmo, y la “caza de brujas” que desencadenó en la batalla salvaje contra la Amenaza Roja y los ROSENBERG, Matheson no pinta nada bien a los ‘conversos’. Les desprecia, se ceba más en ellos (y creo que acertadamente) que en JOSEPH MCCARTHY y sus sicarios, entre los que podemos contar al gran benefactor de la Historia de la Historieta, FREDRICK WERTHAM.
Tapa foránea, adaptación al cómic;
STEVE NILES y ELMAN BROWN se
encargan de hacerlo
¿Por qué hace bien? Matheson (que dedica un taimado capítulo al asunto) plantea al personal: ¡A ver!, ¿y vuestro albedrío? ¿Sois incapaces de razonar por vosotros mismos? No. El populux prefiere seguir “la corriente”, o “la moda” (el fascismo, el nazismo, el 15M…), a pararse a pensar un momento y, quizás, oponerse al flujo. Duele menos seguirlo. Antes de empotrarte bien la ideología imperante por donde amargan los pepinos, te barnizan con una generosa capa de vaselina.
Matheson descompuso el mecanismo de este reloj social y examinó sus engranajes. Los tíos como McCarthy no son fuertes per se; su poderío se lo otorgan los que no quieren problemas, le dejan hacer, no cuestionan la puridad de su cruzada. (Por otra parte, a la población le encantan esas movidas: orean ese hálito de linchamiento inherente a la Humanidad.) Y, por eso, deja tranquilo al combativo senador. Contigo no podernos hacer carrera. Eres así. Jamás cambiarás. Pero, los otros. Esos ejemplares norteamericanos de las tartas de manzana y los pacíficos suburbios residenciales (tal el de Neville), votantes demócratas todos ellos luego. Ah. Ésos. Cómo perdonarlos. A sabiendas te dieron el Poder. Cómo asquean sus hipócritas lamentos posteriores.
Primera adaptación al cine de la novela,
1964. VINCENT PRICE como ROBERT
NEVILLE, un señoritingo cazavampiros
Por eso, la causa de la infección vampírica es un ente de la Naturaleza, tempestades de polvo que barren el planeta. McCarthy era como el viento, un fenómeno ingobernable. Y, asimismo, caprichoso. A su paso deja, no obstante, secuelas que perdurarán. En ese caso, los vampiros.
Matheson sin duda veía así (como sujetos fríos, sin conciencia, excepto motivaciones básicas, apuñalando para medrar) a todos cuantos chaquetearon y denunciaron en las comisiones de marras. Aunque la tormenta pasara, infectados por el virus, no podían ya mejorar a sus ojos.
Pero, ceñidos al relato, Matheson escribía sobre un hombre en esencia cobarde. Neville construyó cárceles dobles para mantener su espíritu falsamente seguro. Incapaz de abandonar su casa (su castillo), levanta todo tipo de certezas para justificar sus actos y decisión. Geocentrista convencido, el Cosmos, antiguo y vasto del cual procedemos, gira en torno a él y su malsana relación con Cortman. Sabe que en la casa pierde el tiempo. Podría haber otros como él en alguna otra parte. Pero, no. Sigo aquí. La casa es mi refugio. Me puede pillar la noche en cualquier andurrial. Y ser víctima de los vampiros. Prefiero seguir en mi hogar, de voyeur de mirilla viendo a las lamias hacer guarradas porno, y negando a Cortman su duelo imposible.
El senador JOSEPH MCCARTHY, el terror de
la Amenaza Roja de los años 50. Es cierto que
cometió injusticias y desmanes, pero ¿y qué
pasa con su homónimo tras el Telón de Acero?
¿A ese la Historia no le somete a juicio?
La casa, realmente, es VIRGINIA, su esposa lamia tras ella morir. Panteón/monumento en su honor. Virginia, el centro de gravedad permanente de Neville, aporta estabilidad, seguridad, esperanza. Afuera de la casa, lejos de Virginia, sólo hay monstruos, negrura y vacío sin fin-sin fin. Neville, aunque quizás cobarde porque no toma el jeep y rompe con el ayer, es espejo de la Humanidad, conformista, adaptable, terrígena, provista de un arsenal de mentiras para adaptarse a la situación.
Así, Matheson describe la existencia de un ermitaño célibe a la fuerza durante tres años de Década 70. Pero como él está escribiendo en Década 50, no refleja en nada la pujante influencia de la TV, por ejemplo, o frivolidades anejas. Un ejemplo: más allá de su preferencia personal, no hay referencia al rock o el pop; todo cuando escucha Neville es suntuosa música clásica… pero sugiriendo el que jamás hubo un ELVIS o un JERRY LEE LEWIS al que poder escuchar además.
Neville es inmune a la plaga transportada por las tormentas de polvo pues durante su mili en Panamá le mordió un murciélago que ya debía estar contagiado y así él quedó vacunado. Al parecer, su mundo fue sacudido por una tercera guerra mundial, pues se mencionan unos bombardeos, y por su magnitud, atómicos. La guerra de Corea coleteaba durante la redacción de Soy leyenda. Probablemente, Matheson imaginó que, en el futuro, habría otra, de alcance internacional. ¿No eran los años de la Guerra Fría?
Otro iluminado, por la gracia de Dios:
FREDERICK WERTHAM, el enemigo número
uno del tebeo. He expuesto unas conclusiones
en esta reseña que pueden aplicarse desde
la óptica de Wertham o McCarthy y ser
igual de válidas

Matheson espera conmovernos con la desesperada necesidad de compañía que Neville, el inmovilista, demuestra en su afanosa relación con el perro. Y llama la atención que, para ser un hombre tan visceralmente golpeado por una doble e insólita tragedia, los sentimientos que manifiesta por su hija CATHY, incinerada por mor de una implacable normativa gubernamental, sean como una caspa que con regularidad padece. La muerte de Virginia sí lo traumatizó. Fue tal su impacto que lo mantiene en una casa que, tras la visita de Ruth, cuan FANTASMA DE LAS NAVIDADES FUTURAS, se convierte en su tumba definitiva.
Y debía pasar: en un mundo nósfero, donde él (y los otros que jamás se animó a buscar) es una anomalía, el monstruo de las estacas largas, el moderno hombre del saco, se transforma en leyenda urbana. Resistirse a cambiar, a amoldarse, le hizo intolerable para quienes aún sienten remordimientos mirándole, pues les recuerda su pasado. Neville se hace inmortal únicamente porque no quiso doblegarse, seguir la corriente, como todos.
Vuestro Scriptor.