viernes, 26 de agosto de 2011

SENDEROS DE GLORIA – ARROGANTE INFAMIA

Afiche nacional del film originalmente
titulado PATHS OF GLORY; al asalto,
KIRK DOUGLAS (CORONEL DAX)
No tengo tan claro que esta cinta de STANLEY KUBRICK sea un alegato antimilitarista, aunque suceda entre cuarteles, ambiente castrense y atmósfera de obediencia debida, promesas de medallas y las (esbozadas) penalidades de un campo de batalla durante la Primera Guerra Mundial. Pues, exceptuando, además de todo esto, el fusilamiento de los tres soldados, el filme es un descarnado alegato contra la indecorosa conducta a la que algunos recurren (con la aquiescencia de muchos) para actuar así, apelando aún a una plétora de pretextos “válidos”.
La cinta, inspirada en la novela de HUMPHREY COBB, lo que aborda más bien es el extremo de la ambición y la soberbia conducta aristocrática, imperante aún hoy día, encarnada en el GENERAL MIREAU (GEORGE MACREADY), que, al acariciar una elevada recompensa que pierde en el último momento, toma un exagerado berrinche, y dado que puede, dispone eliminar unas pocas vidas para sofocar su ira (más aún de las que ya ha sacrificado en combate), exigiendo aplicar un drástico y aun excesivo castigo, carente tanto de lógica como de justicia, y al que autoridades superiores y más determinantes, templadas se supone, acceden demostrando su complicidad en el total desprecio por la existencia humana que posee Mireau.
Los GENERALES BROULARD (ADOLPHE MENJOU) y
MIREAU (GEORGE MACREADY) listos a hacer historia;
testigo, RICHARD ANDERSON, un oficial pelotillero.
Anécdota: Anderson es OSCAR GOLDMAN en la
teleserie EL HOMBRE DE LOS SEIS MILLONES DE
DÓLARES, una de las figuritas imposibles de encontrar
Desde un punto de vista técnico, militar, su decisión cuenta con argumentos factibles que la sustentan, pero escandaliza ver cómo esos laureados sujetos, que rápidamente tienen un verbo reclamando mesura y coraje, tranquilidad y frialdad, a las tropas, enseguida pierden los papeles y establecen cuántos subordinados deben desaparecer (sin atender a cuestiones o méritos) alegando que deben “dar ejemplo” y “fortalecer la disciplina”, enmascarando así su afán personal de revancha.
Pero Senderos de gloria muerde en la conducta humana más que en la incapacidad o la vanagloria marcial. Esto es el pretexto para demonizar una situación cotidiana, a todos los frentes extendida, sean domésticos o laborales. Por ejemplo: nadie tilda JERRY MAGUIRE de ser una furibunda denuncia del capitalismo salvaje, el mercantilismo desbocado, las traidoras mañas entre compañeros, el trepa despiadado. La etiquetan de drama nosequé y pasan a otra cosa. Pero exceptuando la infamia del consejo de guerra y el fusilamiento, tanto Jerry Maguire como Senderos de gloria abordan la misma retorcida y vil conducta del Hombre, inherente al género, pero en esferas diferentes.
Ha fracaso el asalto a la posición, imposible por la tenaz
resistencia alemana. Esto desencaderaná la ira de Mireau
Pero, bueno, los etiquetadores están en el sagrado laico bando de la suprema autoridad moral y ética superior y marcan las cosas con infalible criterio. Tocaba arrear a los militares y lo hicieron.
Senderos de gloria, protagonizada por un KIRK DOUGLAS ya dispuesto para vestir la piel de ESPARTACO, que interpreta al CORONEL DAX, oficial profundamente indignado por la conducta de sus superiores (que mueven sus batallones por el sufrido cuero del campo de batalla con inexistente sentimiento al elevado número de bajas), retrata a un alto mando que es como un calco de la nobleza que guillotinó la Revolución Francesa. Aquellos pomposos y refractarios aristócratas, que despojaron de humanidad a los campesinos de sus feudos, considerándolos mano de obra sumisa a explotar (VATEL), se trasunta con los mismos dijes de conducta en los generales Mireau y BROULARD (ADOLPHE MENJOU), que orquestan la tragedia.
El general Mireau en este fotograma es la esencia de la
intransigente aristocracia que se suponía eliminaba la
Revolución Francesa. Su honor manchado exige sangre
Se muestran insensibles a súplicas o razones. Ignoran el dolor de sus soldados. Pasean por las trincheras (cuando deciden hacerlo) repartiendo paternalistas y mecánicas consignas que los soldados, estragados y embotados por los duros combates y sus fuertes atrocidades, desprecian deseando de todo corazón que una bala (enemiga o propia) acabe con el fariseo.
En oposición están Dax y sus firmes e íntegras convicciones que claramente perciben la influencia del Bien y del Mal aun en las hediondas trincheras, alegoría de lo bajo que la condición humana puede llegar a caer. Es un PROMETEO encadenado, sin embargo, a la roca de los inalterables prejuicios contra los que estrella todo su inefectivo desprecio.
Un cráneo roto no es excusa para no ser fusilado como
manda el reglamento. Esta no es, sin embargo, la escena
más escandalosa del filme. Sucede a continuación
La trama del filme relata que al general Mireau le prometen un ascenso y promoción (todo esto en un ambiente palaciego, casi versallesco, donde nada les falta, que brinda la impresión de tratarse ante todo de un asunto cortesano) a cambio de tomar una posición presuntamente estratégica que disputa el ejército francés al alemán. El ataque fracasa (inspira ver a Dax saltar de las trincheras el primero) y en plena orgía de ira, al comprobar que desaparece el ascenso (mérito que Mireau, hipócritamente, aseguraba no querer; para él, “mis hombres son lo primero”), reclama un centenar de vidas para compensarlo, alegando que la draconiana medida además estimularía el coraje del resto de las tropas.
La última imagen que se llevan los sentenciados de este
perro mundo; Broulard y Mireau quedan muy satisfechos
por un evento que consideran "elegante" todavía
Finalmente se contenta con tres (uno elegido por odio del superior, otro en un sorteo, el tercero por parecer un canalla que mejor estaba muerto) y montan una infamante pantomima oficial en la forma de consejo de guerra que revela a Dax qué desamparados estamos ante el Poder. En vano apela a unos generales atildados reclamando piedad. Para ellos, es un farragoso asunto administrativo que quieren zanjar ipso facto. Uno de los suyos, de la elite, dijo que eran culpables, y ¡a ejecutarles por tanto!
Y por la noche, ¡cachondeo! El visceral retrato
del desprecio que las elites sienten por la
gente común está aquí efectuado
Kubrick, tras mostrar que al Hombre, más que temer a la muerte, le horripila la mutilación, ahonda en la situación anímica de los condenados durante el arresto en el calabozo en espera de la ejecución, haciendo descollar su psicología y angustias, cómo el más cerebral entiende la descarnada atrocidad de la que son víctimas y cómo el más simple da bandazos hasta derrumbarse y llorar como un niño, situación que se remata en la macabra cena, a la que asiste Dax, en la que Broulard y Mireau elogian la elegancia como transcurrió el ajusticiamiento.
El empecinamiento de Dax reclamando el compromiso ajeno con la decencia, la moral y la justicia no queda sin recompensa, y tras la ejecución, ordenan que su batallón, el 701, vuelva al frente, aguardando así terminar con tan enojoso oficial.
Este es el modus operandi de la vida. Y, entre nosotros, anidan muchos que la hacen aún más cruel. No forzosamente pertenecen al estamento militar.
Vuestro Scriptor.