Portada foránea de la novela reseñada |
Al iniciado en la lectura de ciencia
ficción, siempre le recomiendan antes a JULES VERNE que a H.G. WELLS. Verne
posee bien merecidos laureles que reverdecen a cada generación. Es un atavismo
mecánico éste de situar al galo el primero y necesario para adentrarse en el
género; en especial, como “tutor” del neófito escritor.
La gente, quien lo encomienda, ha
olvidado el porqué. Semeja especie de socorrido arquetipo al que citar en
momentos de apuro, o presunta erudición literaria, en una tertulia. Después, el
audaz recuerda a Wells, llegando, si su conocimiento lo permite, a mencionar
aun a EDGAR ALLAN POE y sus relatos “futuristas”, aunque Poe ¿no creó al
prototipo de SHERLOCK HOLMES? Huh. La duda.
Muy pocos saben decir por qué se
recomienda Verne antes que a Wells. Quizás porque Verne abrió la senda, en
efecto, y Wells le siguió… pero tan próximo que ambos pueden compartir la
paternidad de la ciencia ficción en igualdad.
Un joven y prometedor H.G. WELLS distraído un instante del consejo de su Musa para posar en la instantánea |
Difícilmente estas personas apreciarán
que se destaca a Verne por hábito más que porque inventó el Nautilus, dio la vuelta al mundo en
ochenta días y… esto del centro de la Tierra… no recuerdo qué. Mira, no me
agobies. Verne escribió antes que Wells y concibió en sus novelas la electricidad,
¿vale?
Los que mejor pueden diferenciar la
trascendencia de la obra del inglés sobre el escritor francés resaltarán la
importancia de La Máquina en la producción de cada cual. Verne a ella estaba
rendido, a su poder. La describía exhaustivamente. Podía existir, funcionar aun.
Wells apenas la esbozaba, apretando a correr hacia el desenlace de la novela. El
Artilugio lo empleaba como anzuelo para exponer una elaborada fábula
sociopolítica y qué secuelas generaba en la costumbrista población la introducción
de esta Novedad.
JULES VERNE también posando para la inmortalidad pero con aire más reservado. No quiero ver competencia entre ambos autores, pero creo que es obligado contrastar sus obras |
Al imperialista Verne apenas le importaban
las personas y casi no paró un instante a reflexionar en cómo un cañón
brodignaniano que disparaba una cápsula-bala con gente dentro contra la Luna
podía ayudar, o perjudicar, a la Humanidad.
A Wells, tal cañón le vale para desnudar
las obtusas debilidades de su Sociedad, basada en atávicos/arcaicos
convencionalismos meticulosamente apilados, como muestra LA GUERRA DE LOS MUNDOS.
Así, el joven neófito, alimentado con la
profusa maquinaria y los hombres de ciencia-acción (un poco borradores de DOC SAVAGE) de Verne, cuando topa con
Wells queda desarbolado. Expresa inquietudes muy distintas a Verne. Apenas es
espectacular. Mas su grandeza aumenta conforme cumples años, y Verne, aunque
guardándole el respeto debido, queda relegado a un plano menor.
Un grabado de la novela comentada. Quizás sea el joven CADDLES, víctima del odio sembrado por el político CATERHAM |
Wells halló en la ciencia ficción un arma
de largo-largo alcance que razonaba cómo un elemento X (los marcianos, la Titanoforbia de esta novela…) desbrozaba
la Sociedad conocida. Sus metáforas reflejaban qué pujantes variaciones estaba
sufriendo su época post-victoriana, agitada por el comunismo y una anarquía
asesina que perseguía crear un caos insensato. Y dichos Cambios qué resistencia
generaba.
Wells, como periodista (también El Alimento de los Dioses tiene ese
sesgo de crónica-por-entregas publicada en un prestigioso dominical) ocupaba su
butaca para caderas cómodas y veía la Historia mutar ante su ventana. Hoy día
ocurre igual, pero creo que no somos tantos quienes lo apreciamos. Wells anotó
cómo su Sociedad tradicionalista contemplaba, con creciente pavor, la
innovación aportada por los inventos físicos (electricidad, telégrafo, fonógrafo…),
influyendo, además, en la mente del colectivo, aturdido a base de recetas
inmovilistas donde Dios aún tenía la Última Palabra de Todo, así fuese la
desgracia general o la riqueza personal, haciendo, por tanto, intocable a la
nobleza.
Veía también llegar, merced al Progreso
que Verne ceñía a los blindados mamparos del Nautilus, personas que lamentaban, como los gigantescos HERMANOS
COSSAR de El Alimento de los Dioses, su
Sociedad hundida en miseria y antros desaseados, lugares que perpetuaban
estirpes de analfabetos y/o maleantes, y comprendían que eso no podía seguir
así, sólo por cuestión de decencia y ética elemental.
Una curiosidad; una versión cómic de la novela, donde algo tan convencional como un pollo podía ser un arma letal ...si adquiría cierto respetable tamaño |
Quizás sea en El Alimento de los Dioses donde Wells mejor expuso sus inquietudes
morales, sociales y políticas. En La
guerra de los mundos sentó los principios de esta narración. Lo torturaba
el Cambio, cómo podía ser una mutación desamable. Como biólogo, sabía que podía
ocurrir. En esta novela, describió qué profunda erradicación de hábitos
acendrados, aunque malsanos (que consignó en el trato que sufre el joven
gigante CADDLES a manos del minúsculo VICARIO de Cheasing Eyebright y LADY
WONDERSHOOT, a la que describe, sin ambages, como “la tirana del pueblo”), concita
una reacción virulenta pese a las buenas intenciones de la Innovación. De
nuevo, Wells quería cambiar el mundo merced a la educación… fracasando otra
vez.
También está más desarrollado que en La guerra de los mundos cómo la
introducción de un potente modificador opera cambios en la Sociedad. Allí, el
autor habla, apenas, de un planeta espartano que mira receloso al Cosmos, cuyas
estrellas dejaron de ser románticas candelas para transformarse en focos de
hostiles especies inhumanas. Aquí, describe con mayor detalle las secuelas
generales de la Titanoforbia, madre
de cuantiosos estragos, situó cañones antiaéreos en emblemáticos lugares
londinenses, y que las periódicas plagas de insectos, o ratas gigantes,
causaban tanta mortandad.
Y versión celuloide del libro. El afiche confirma su existencia |
Wells ahondaba en el Daño que podía
causar la Máquina; Verne, ni lo intuía.
Y el Cambio operado en la campiña inglesa
afectaba a todo el globo, intimidando a una población hostil que admiraba con fosco
pasmo cómo los Cossar, y gigantes dotados de un intelecto también aumentado por
la Titanoforbia, construían
artefactos increíbles capaces de mejorar el mundo… si se lo permitieran.
Negado, los Gigantes deciden, pues, como
único recurso frente al exterminio dictado por CATERHAM, político con señas
idénticas a la de tantos ‘líderes’ actuales, escapar de la Tierra y desarrollar
su civilización en otro mundo, libres de la mezquina opresión mediocre de los
Pequeños. ¡Qué grandiosa idea para 1904! Ahí concluye la novela, cuya moraleja
bien podría ser que todos poseemos nuestra dosis de Titanoforbia.
Fotograma de ese filme; sus autores fueron a la carnaza, a los bicharracos gigantes, ignorando todo el contenido moral, social y político que engrandece e inmortaliza la novela |
Y que podemos/debemos emplearla para
crecer, progresar, mejorar. Es casi obligatorio. Pero este mundo, regentado por
anquilosados pigmeos tradicionalistas, nos lo impide. Hacerlo es exponerse a la
envidia, el ostracismo, la marginación. Y ¿quién acepta este destino, voluntariamente…?
Vuestro Scriptor.
También en: http://spnkgirl.blogspot.com.es/
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