Cubierta de un tebeo francamente recomendable y memorable |
KURT BUSIEK, el de la desigual carrera, desarrolla
en este tomo una idea “medio cocinada” por ELLIOT S. MAGIN y CURT SWAN. Es
fábula de CLARK KENT, un sencillo adolescente de Kansas, que sufre en silencio
los efectos negativos de su afamado nombre, heridas infligidas tanto desde el
campo familiar como el exterior. Su vida sufre un cambio espectacular e
increíble cuando desarrolla, o se impregna (giro interesante) de los poderes de
su alter ego de ficción, Superman.
Busiek, y cuanto el dibujante STUART
IMMONEN haya decidido aportar al concepto planteado, posee una poderosa
formación ‘tebeística’ que le permite apelar a muchos y olvidados números o
ideas para sacarles el orín del olvido y bruñirlos para nuestro deleite, caso
que nos ocupa. Pero aqueja una maldición extendida a los guionistas
“recientes”, tan conspicuos y consolidados, como él: persigue crear su WATCHMEN como sea. E Identidad secreta, pese a sus muchas
virtudes “propias”, no ha escapado a este sino.
Adolescente CLARK KENT; su única via de escape, en esa difícil época de la vida, es su incipiente vocación literaria |
Ese esfuerzo obliga a los autores (sean
escritores o dibujante en pos de amanuense que articule sus ideas —ALEX ROSS—)
a dilapidar energías en emular la obra de ALAN MOORE, en vez de dejar fluir su
historia y que gane su grandeza per se.
MARK MILLAR es otro ejemplo a citar, como constata WANTED. El único que parece ajeno a esta corriente obsesiva es MIKE
MIGNOLA, enredado en los cabalísticos y retorcidos vericuetos tenebristas
nigromantes de HELLBOY. Es de
agradecer su esfuerzo en pos de la originalidad.
Mas
Identidad secreta sorprende por su solidez. La edición española, por su
formato y presentación, es excelente marco para la historieta, que empuja
Empuja EMPUJA a ser leída, pese a que su texto sea más bien escueto, cosa
extraña en Busiek, autor de la vieja escuela, y pródigo en palabras. Biografía en
primera persona la vida de su Superman
desde el otoño de su existencia. Junto a los momentos grandiosos, no omite sus días
más sombríos, que tanto le diferencian del común de los mortales. El resultado
de la colaboración Busiek/Immonen es superlativo.
Pero, un día, ah-¡ah!, recibe un poderoso regalo, y su vida cambia de manera radical |
Resalta de la trama qué importancia
recibe el matón. Este Clark Kent, como millones de sufridas personas más, es
blanco del matón del instituto y su cohorte. Conocemos al sujeto: es ese
“triunfador” del deporte, con los sesos atiborrados de estereotipos y un puñado
de nociones básicas, que vaga por esos mundos de Dios como un perro priápico
por pánico a ser estimado homoX (aunque luego no hay deporte, practicado por viriles
jóvenes en ropa interior, que se pierda…). Esta figura envejece (y se envilece)
mal: alcohólico, fracasado, maltratador. Mas tiene considerable aceptación
popular.
Al contrario que el joven sencillo y tranquilo
sobre el que Busiek escribe, sujeto que se dedica a sus fines tratando de ser
útil a la Sociedad, y recibe menosprecios diversos por eso, víctima de un
atavismo egoísta que algún día causará nuestra perdición colectiva. Clark, sin
embargo, acampa un día en el bosque, y amanece pletórico de superpoderes. Es cierto
reverso de JOHN CARTER, quien “fue” a Barsoom a mostrarse superhombre; Clark
recibe el don del espacio.
Sus supertalentos le otorgan una nueva
consciencia y comprensión que contempla a la Humanidad con una mezcla de
compasión, desdén, paciencia y un atisbo de sabiduría. Empieza a soportar al
matón porque quiere; un instante de ira lo vaporizaría con su mirada térmica.
Pero ¿merece la pena cargar con esa mancha en la conciencia? Saber de qué es
capaz aplaca esta energía primaria, minimiza la importancia del acosador.
Descubre que ser SUPERMAN tiene un peligro añadido que no leía en los cómics: ser clasificado de amenaza por el Gobierno al que quiere ayudar |
Dueño, por tanto, de facultades que se
salen de la tabla, y disfrazado de su alter
ego, pone a disposición del mundo sus aptitudes. Cree así superar sus
traumas adolescentes. Pero pronto descubre que cambia un matón, absurdo y
pueril, por otro. Mayúsculo y decidido. Una amenaza subvencionada por el
Gobierno, que no escatimará medios para diseccionarlo y replicarle.
Otra cosa a la que este Kent no escapa es
a la laaarga sombra que proyecta Superman;
y aunque tiene talento literario, por mor de estar “a la última” en dramas,
ingresa en una redacción periodística. ¿Podía eludirlo; estaba predestinado,
pese a todo, a seguir así los pasos del héroe paisano de Krypton?
El Gobierno ignora toda la generosidad de
su obra altruista e insiste en capturarlo y desollarlo. Horrorizado, Clark
descubre que no es el único que ha sufrido bajo el escalpelo. Lo aterran los
extremos inhumanos a los que los humanos llegan por tal de “entender y
comprender”, para quizás “eliminar”, un “peligro” como él. Tras esto, Kent
penetra en los tupidos manglares de sombras ambiguas de las conspiraciones
estilo X-FILES, siempre acosado por
los lebreles del Gobierno, que no parecen poseer moral ni límites, y la
acuciante pregunta de: ¿Merece mi ayuda esta
Humanidad?
Al menos, hay amor en su existencia. Por desgracia, es otro modo de que el Gobierno cargue contra él |
Este Kent también topa con su LOIS LANE,
que es hindú, y por encima del poder que el amor surta, sobrevienen nuevos
pánicos a Clark. Ahora debe velar por su familia, blanco inmenso, apetitoso,
para esa sombra amenazadora gubernamental que le sigue.
Entre ambos (entendidos como entidades)
empieza un juego que, al menos para Clark, puede tener consecuencias fatales si
pierde. No importa qué fuerte, rápido o meticuloso sea. Esa sombra del poder
acabará tajándolo, porque su piel puede ser antibalas, pero permite la punción
de una hipodérmica.
Clark logra arrancarle un pacto al matón
(su eterno estigma. En el cole, pensamos que, al crecer, la edad nos librará de
ellos. Falso, ¡craso error! Adoptan otra identidad y siguen acosándonos), trato
que, espera, le permita unos años de relativo sosiego y crecimiento personal.
La edad debilita también sus poderes, y termina convertido en un “venerable
anciano” que piensa estar en paz con el mundo que ahora goza de los dones de
una raza de superpersonas, manifestación carnal de la “alocada teoría” que en
los cómics se expresó tiempo atrás, evidencias de que la evolución humana prosigue.
Mas queda una pregunta latente, cargando
los hombros del avejentado Clark: ¿son más justos, sabios, mejores… sin la
mácula de los matones; están libres, al fin, de ellos, o son su siguiente
encarnación…?
Vuestro Scriptor.
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