miércoles, 6 de noviembre de 2013

SUPERMAN, IDENTIDAD SECRETA — DE MATONES Y SUPERHOMBRES

Cubierta de un tebeo francamente
recomendable y memorable
KURT BUSIEK, el de la desigual carrera, desarrolla en este tomo una idea “medio cocinada” por ELLIOT S. MAGIN y CURT SWAN. Es fábula de CLARK KENT, un sencillo adolescente de Kansas, que sufre en silencio los efectos negativos de su afamado nombre, heridas infligidas tanto desde el campo familiar como el exterior. Su vida sufre un cambio espectacular e increíble cuando desarrolla, o se impregna (giro interesante) de los poderes de su alter ego de ficción, Superman.

Busiek, y cuanto el dibujante STUART IMMONEN haya decidido aportar al concepto planteado, posee una poderosa formación ‘tebeística’ que le permite apelar a muchos y olvidados números o ideas para sacarles el orín del olvido y bruñirlos para nuestro deleite, caso que nos ocupa. Pero aqueja una maldición extendida a los guionistas “recientes”, tan conspicuos y consolidados, como él: persigue crear su WATCHMEN como sea. E Identidad secreta, pese a sus muchas virtudes “propias”, no ha escapado a este sino.

Adolescente CLARK KENT; su
única via de escape, en esa difícil
época de la vida, es su incipiente
vocación literaria
 
Ese esfuerzo obliga a los autores (sean escritores o dibujante en pos de amanuense que articule sus ideas —ALEX ROSS—) a dilapidar energías en emular la obra de ALAN MOORE, en vez de dejar fluir su historia y que gane su grandeza per se. MARK MILLAR es otro ejemplo a citar, como constata WANTED. El único que parece ajeno a esta corriente obsesiva es MIKE MIGNOLA, enredado en los cabalísticos y retorcidos vericuetos tenebristas nigromantes de HELLBOY. Es de agradecer su esfuerzo en pos de la originalidad.

Mas Identidad secreta sorprende por su solidez. La edición española, por su formato y presentación, es excelente marco para la historieta, que empuja Empuja EMPUJA a ser leída, pese a que su texto sea más bien escueto, cosa extraña en Busiek, autor de la vieja escuela, y pródigo en palabras. Biografía en primera persona la vida de su Superman desde el otoño de su existencia. Junto a los momentos grandiosos, no omite sus días más sombríos, que tanto le diferencian del común de los mortales. El resultado de la colaboración Busiek/Immonen es superlativo.

Pero, un día, ah-¡ah!, recibe un
poderoso regalo, y su vida cambia
de manera radical
Resalta de la trama qué importancia recibe el matón. Este Clark Kent, como millones de sufridas personas más, es blanco del matón del instituto y su cohorte. Conocemos al sujeto: es ese “triunfador” del deporte, con los sesos atiborrados de estereotipos y un puñado de nociones básicas, que vaga por esos mundos de Dios como un perro priápico por pánico a ser estimado homoX (aunque luego no hay deporte, practicado por viriles jóvenes en ropa interior, que se pierda…). Esta figura envejece (y se envilece) mal: alcohólico, fracasado, maltratador. Mas tiene considerable aceptación popular.

Al contrario que el joven sencillo y tranquilo sobre el que Busiek escribe, sujeto que se dedica a sus fines tratando de ser útil a la Sociedad, y recibe menosprecios diversos por eso, víctima de un atavismo egoísta que algún día causará nuestra perdición colectiva. Clark, sin embargo, acampa un día en el bosque, y amanece pletórico de superpoderes. Es cierto reverso de JOHN CARTER, quien “fue” a Barsoom a mostrarse superhombre; Clark recibe el don del espacio.

Sus supertalentos le otorgan una nueva consciencia y comprensión que contempla a la Humanidad con una mezcla de compasión, desdén, paciencia y un atisbo de sabiduría. Empieza a soportar al matón porque quiere; un instante de ira lo vaporizaría con su mirada térmica. Pero ¿merece la pena cargar con esa mancha en la conciencia? Saber de qué es capaz aplaca esta energía primaria, minimiza la importancia del acosador.

Descubre que ser SUPERMAN tiene
un peligro añadido que no leía en los
cómics: ser clasificado de amenaza
por el Gobierno al que quiere ayudar
Dueño, por tanto, de facultades que se salen de la tabla, y disfrazado de su alter ego, pone a disposición del mundo sus aptitudes. Cree así superar sus traumas adolescentes. Pero pronto descubre que cambia un matón, absurdo y pueril, por otro. Mayúsculo y decidido. Una amenaza subvencionada por el Gobierno, que no escatimará medios para diseccionarlo y replicarle.

Otra cosa a la que este Kent no escapa es a la laaarga sombra que proyecta Superman; y aunque tiene talento literario, por mor de estar “a la última” en dramas, ingresa en una redacción periodística. ¿Podía eludirlo; estaba predestinado, pese a todo, a seguir así los pasos del héroe paisano de Krypton?

El Gobierno ignora toda la generosidad de su obra altruista e insiste en capturarlo y desollarlo. Horrorizado, Clark descubre que no es el único que ha sufrido bajo el escalpelo. Lo aterran los extremos inhumanos a los que los humanos llegan por tal de “entender y comprender”, para quizás “eliminar”, un “peligro” como él. Tras esto, Kent penetra en los tupidos manglares de sombras ambiguas de las conspiraciones estilo X-FILES, siempre acosado por los lebreles del Gobierno, que no parecen poseer moral ni límites, y la acuciante pregunta de: ¿Merece mi ayuda esta Humanidad?

Al menos, hay amor en su existencia.
Por desgracia, es otro modo de que el
Gobierno cargue contra él
Este Kent también topa con su LOIS LANE, que es hindú, y por encima del poder que el amor surta, sobrevienen nuevos pánicos a Clark. Ahora debe velar por su familia, blanco inmenso, apetitoso, para esa sombra amenazadora gubernamental que le sigue.

Entre ambos (entendidos como entidades) empieza un juego que, al menos para Clark, puede tener consecuencias fatales si pierde. No importa qué fuerte, rápido o meticuloso sea. Esa sombra del poder acabará tajándolo, porque su piel puede ser antibalas, pero permite la punción de una hipodérmica.

Clark logra arrancarle un pacto al matón (su eterno estigma. En el cole, pensamos que, al crecer, la edad nos librará de ellos. Falso, ¡craso error! Adoptan otra identidad y siguen acosándonos), trato que, espera, le permita unos años de relativo sosiego y crecimiento personal. La edad debilita también sus poderes, y termina convertido en un “venerable anciano” que piensa estar en paz con el mundo que ahora goza de los dones de una raza de superpersonas, manifestación carnal de la “alocada teoría” que en los cómics se expresó tiempo atrás, evidencias de que la evolución humana prosigue.


Mas queda una pregunta latente, cargando los hombros del avejentado Clark: ¿son más justos, sabios, mejores… sin la mácula de los matones; están libres, al fin, de ellos, o son su siguiente encarnación…?

Vuestro Scriptor.